La exterminación de palestinos por Israel no es una película, es real
Imágenes desgarradoras muestran la cruel realidad que muchos prefieren ignorar
Mientras muchas personas piensan que ha llegado el calor, que hay que prepararse para un verano caluroso como el anterior, la búsqueda de remedios que puedan mitigarlo —uno de los cuales es bañarse en el mar o en cualquier piscina cercana—, estamos viendo cada día por televisión cómo miles de personas se aglutinan en torno a unas cazuelas grandes de comida —insuficiente y con pocos alimentos— para hacerse con el escaso contenido de unos pocos cucharones que el encargado de suministrarlos deja sobre algunos de los utensilios que portan en las manos: alimentos para las familias que serán la única comida que recibirán al día para llevarse a la boca.
Son unas imágenes aterradoras, con niños esqueléticos, desnutridos, con la desesperación reflejada en sus caras ante la impotencia de no conseguir más alimentos, y los que consiguen, no sin esfuerzo, para hacerse con ellos. Mientras tanto, los ataques israelíes se llevan cada día a bastantes personas, entre ellos niños inocentes, algunos de los cuales estaban refugiados en escuelas o siendo atendidos en los pocos hospitales que quedan medio en pie. No se respeta absolutamente nada. El odio ha tapado los sentimientos humanos, si es que alguna vez Benjamín Netanyahu y su gobierno los han tenido. Es un asesinato sin piedad, un genocidio que no tiene justificación alguna.
Mientras, en el resto de los gobiernos del mundo, unos hacen declaraciones de denuncia, otros disimulan y hay quienes justifican lo que está sucediendo. Es una situación tan cruel y desgarradora, viendo cómo cada día asesinan a personas que no tienen a dónde ir, porque cada día les hacen cambiar de lugar: los echan de sus tierras para que colonos extremistas se instalen en ellas. Les importa un bledo lo que está ocurriendo. A los palestinos los están exterminando, mientras la gente y los gobiernos miran sin hacer nada. La sociedad de la opulencia tiene comida cada día, y dispone de un techo donde refugiarse. No así los palestinos, que deben dormir en las calles o en los huecos que dejan los edificios derruidos. A los niños se les ha borrado esa sonrisa ingenua y alegre que siempre tenían. Ahora solo hay dolor, tristeza y una gran hambruna, sin que Netanyahu deje pasar los camiones con alimentos, que esperan intranquilos ser autorizados para hacer llegar los víveres que ayuden a las personas a sobrellevar la guerra.
Las ONG, que realizan una labor extraordinaria —muchos de sus miembros han perdido la vida para seguir prestando esos servicios tan necesarios— están desesperados ante la situación tan injusta que se está viviendo en la zona. Algunas se han tenido que retirar porque no pueden realizar su tarea. Se sienten impotentes, sin capacidad para poder resolver las demandas. Es un panorama dantesco; algunos lo definen como irreal, injusto y detestable, pero está ahí.
El pueblo de Israel no puede ser insensible a lo que está ocurriendo con sus vecinos. La justificación no puede ser eliminar a los asesinos de Hamas; eso no justifica los asesinatos indiscriminados. Es un dolor el que se está infligiendo a la población, que lo único que va a conseguir es que el odio no los abandone —a los que sobrevivan— en muchas generaciones. El exterminio del pueblo palestino no tiene ninguna razón. Hay que parar estos asesinatos que nada justifican. Decía Antonio Machado que “La Sociedad de las Naciones (…) fiel a su corta y lamentable tradición, sigue siendo un instrumento en manos de los poderosos para asegurarse la paz armada, que es acrecentar la guerra futura por el camino más corto, es decir, mediante el exterminio de los débiles”. Dejemos de pensar en las vacaciones, y al mirar la TV, no veamos las imágenes como una película más, son personas reales de carne y hueso que sufren, que las están matando, no actores de cine.
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