El precio de no hacer, cuando se debe
Dijo Platón: “El precio de desentenderse de la política es ser gobernados por los peores hombres…”
De otro lado, Abraham Lincoln dijo: “La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo…”
Existen muchas frases filosóficas sobre el ejercicio del poder y sobre la responsabilidad de quienes lo padecen o de en quienes recae; pero creo que no hace falta abundar mucho y que, con las anteriores reflexiones de Platón y Lincoln, nos basta para meditar en qué se convierte un pueblo cuando consiente, impávido, impasible, indiferente…, las atrocidades del poder establecido y no hace nada por tratar de remediarlas. A esa situación estamos obligados a concluir que “cada pueblo tiene el gobierno que se merece”.
Si los ciudadanos-electores en una democracia; o subyugados en una dictadura: en el primer caso, no hacen nada de forma individual y colectiva para ejercer una “fuerza tutora”, que impida que el poder tienda a desviarse o torcerse del camino encomendado, no hay democracia; y en el caso de las dictaduras, si no hacen nada, seguirán sus dictadores ejerciendo el poder e imponiendo el yugo.
Es muy triste que, todo el esfuerzo, la lucha, la valentía, el sufrimiento de los que en el pasado propiciaron libertades y bienestar, no se valore, se preserve o se defienda. Es incomprensible que nos creamos merecedores de todo, porque sí; porque son nuestros derechos de nacimiento… Los derechos lo son, desde luego, de nacimiento, y son universales; pero sólo se dan a los pueblos que los reclaman.
Es la excepción que confirma la regla que un poder establecido no tienda a desvirtuarse a corromperse a desviarse, sin una fuerza que sobre él ejerza “auditoría”, tutoría o control. Esa fuerza es la fuerza del pueblo en defensa de sus intereses y libertades.
Se dice que la democracia es la mejor de todas las formas de gobierno posibles y, particularmente, si atendemos a un mundo imperfecto como es el nuestro, afirmo que así es; pero también afirmo que existen muchos sucedáneos de democracia que se apartan de esa reflexión idílica lincolniana a la que aludía al principio.
Creo, que por casi todos es compartido, que la mejor manera de saber si hay o no un buen grado de democracia es tomar la temperatura a las libertades de las que disfrutan los pueblos y, sobre todo, a su bienestar y prosperidad.
De otro lado, las herramientas fundamentales de las que debemos proveernos los ciudadanos para defender nuestros derechos son:
- Crear asociaciones que reivindiquen la adopción de medidas, por parte de los gobernantes, para resolver las carencias o injusticias que se produzcan en el seno de la sociedad.
- Ocuparse, mediante las pertinentes reclamaciones administrativas y, en su caso, judiciales, del buen funcionamiento de los estamentos de gobierno más próximos; comenzando por las Asociaciones de vecinos, los distritos municipales y, por supuesto, los ayuntamientos; sin descuidar nunca los estamentos superiores de gobierno.
- Utilizar instituciones, por ejemplo, como “El defensor del Pueblo”, para la salvaguarda y gestión reclamatoria de los distintos derechos y libertades.
- Hacer uso de las herramientas constitucionales, en su caso, (y si no las hay en dictaduras, también arriesgarse a utilizarlas, aun a expensas de represalias) de los derechos de manifestación y huelga, con la debida contundencia, ante la corrupción gubernativa y el asalto a las libertades y a la democracia.
- Influir decisivamente con contundencia y rigor, desde las bases, en la estructura y funcionamiento de los distintos partidos políticos, para propiciar que la defensa de los más altos ideales que conformaron los estatutos y el fin político que persiguen, sean la ética sobre la que se asiente, tanto la elección de sus cargos como la actuación política de los miembros de dichos partidos.
- No dejar nunca de hacer, con ética, moral y justicia, lo que esté en nuestras manos, aunque eso suponga la milésima parte de un grano de arena, en el monto de la fuerza que hay que oponer ante las acciones delictivas, injustas, perjudiciales y de no cumplimiento de lo prometido en campañas electorales.
- Procurar estar bien informados, desde distintos puntos de vista y diversos medios de comunicación, de todo lo que acontece en el panorama nacional e internacional; para así poder reflexionar adecuadamente de la buena o mala gestión, de los distintos poderes políticos, institucionales, administrativos o judiciales. En Definitiva, interesarnos sobre aquello que nos concierne: la economía, las leyes que se promulgan y las libertades que se respetan o dejan de respetarse.
- Ser conscientes de que la buena o mala calidad de vida que tienen los pueblos de las distintas naciones no es sólo el fruto de la acción o inacción gubernativa; sino también, y sobre todo, de la acción o inacción de los ciudadanos.
Si sabemos que la verdadera democracia “es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”; tal y como comenzaba este artículo: no debemos olvidar que “el precio de desentenderse de la política es ser gobernados por los peores hombres”.
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