Deconstruyendo fobias

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Giorgio Nardone
Giorgio Nardone

 

Los seres humanos nos vemos invadidos a veces por temores angustiosos e incontrolables, así como por aversiones exageradas. En especial, los ataques de pánico se han incrementado en este siglo y son cada vez más frecuentes: se estima que hoy más de la tercera parte de la población mundial los sufre o los ha sufrido. ¿Es posible evitar que nos devoren y su mecanismo se cronifique?

Leo al psicólogo Giorgio Nardone, especializado en psicoterapia breve estratégica. Hace cuarenta años desarrolló la técnica de la ‘peor fantasía’ para tratar los trastornos de ansiedad y de pánico. Es un método que detalla con múltiples ejemplos en su reciente entrega: El libro de las fobias y su curación (Herder).

 Ante todo, se trata de ubicar la fobia como una realidad inventada que produce efectos concretos: es una trampa. En cuanto construcción de realidad puede ser deconstruida y dotada de una nueva estructura. La terapia tiene ahí margen para actuar en sentido inverso y desbloquear los círculos viciosos instalados con otras soluciones intentadas y fracasadas.

Cabe ponerse en la perspectiva del ‘delirio fóbico’: detectar su lógica y, desde ella, reorientar el fenómeno de forma eficaz. Se plantea entonces una terapia que hace de “lo absurdo, considerado verdadero”, el fundamento de una construcción de realidad sanadora. Cambiar de percepción e incidir en el trastorno de fondo. Descubrir el juego de la patología y activar el proceso que modifique la actitud y la conducta. Un método que no se aplica en casos de esquizofrenia.

Explica Nardone, y esto es capital, que a menudo la psicoterapia no debe ser una relación empática, lo que puede alimentar el problema en vez de resolverlo, “sino una intervención estratégica que incide precisamente en el miedo y en el dolor para hacer que estas dos emociones alcancen la saturación por exceso, anulando con ello su expresión patológica”. En las intervenciones estratégicas que postula se recurre a paradojas terapéuticas: se busca provocar un miedo mayor que inhiba el existente y reestructure su punto de vista.

El miedo es capaz tanto de evitar que sintamos el dolor, como de calmar la ira y anular el placer. En contraste con el miedo enfermizo, podemos denominar miedo sano a un sistema de alarma que nos permite actuar del mejor modo posible y desarrollar más habilidades y competencias. Una oportunidad para sacarle partido, un aliado.

La técnica de la ‘peor fantasía’ pretende que, siguiendo la pauta marcada por el especialista, el paciente se haga autor de su curación: aislado cada día un rato, debe esforzarse por provocarse la mayor ansiedad posible con las fantasías que le llegan a atormentar. Se basa en la idea de que cuanto más se intente generar una reacción ansiosa “que por naturaleza es espontánea”, más la contendremos. Al tratar de producirla, se llegará de forma gradual, dice Nardone, a anularla.

En siguientes sesiones esa acción diaria se irá espaciando de forma progresiva hasta reducirla a únicamente cuando se experimente una situación de ansiedad. Así, se busca alcanzar una experiencia emocional correctiva que permita tomar control de las emociones y bloquear la compulsión. Se trata de que la mente esté entrenada para reaccionar con eficacia, de manera inmediata y espontánea, cuando se presenten sensaciones y pensamientos amenazadores.

Se busca la disminución gradual de percepciones distorsionadas recuperando una relación positiva con la propia imagen y con la de los demás. En esta reestructuración, que consiste en favorecer una modificación de conducta, afectivo-emocional y cognitiva, se recurre a preguntas estratégicas (con sólo dos posibilidades antagónicas de respuesta), lo que permite exponer puntos de vista distintos de la visión del cuadro de un problema y decidir saliendo de las naturales dudas.

En cualquier caso, son tratamientos que deben evitar hacer sentir raro y ‘diferente’ al paciente. Le pasan cosas que a cualquiera de nosotros en determinadas circunstancias le podría ocurrir. Ni qué decir tiene que se precisa comprensión y afecto, y que siempre sobran las etiquetas inmediatas que desenfocan la realidad de lo que a alguien le sucede.

Debo recalcar que no soy psicólogo, y reiterar que son los terapeutas colegiados quienes deben guiar y contrastar sus experiencias prácticas a este respecto. Sin embargo, desde mi condición de profano en la materia, creo provechoso informarse de las diferentes técnicas que existen en psicología para abordar las distintas sintomatologías de unos problemas que afectan a muchos de nosotros. Y en eso estamos, en una toma de conciencia.

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