El Rey desnudo y los sepulcros blanqueados
Jesús criticaba la hipocresía de los fariseos, acusándolos de enfocarse en la letra de la ley en lugar de su espíritu. De ahí que en Mateo 23:27 los comparara con los "sepulcros blanqueados", que parecen puros por fuera pero están llenos de impureza por dentro
Somos una sociedad predominantemente de tradición cristiana, todavía. Y cuando el cielo se nubla tanto, dedico parte de mi tiempo a leer, o más bién a releer. En esta ocasión, he acudido a mi apóstol favorito, Lucas. Uno de los cuatro evangelistas y personaje clave en el Nuevo Testamento. El llamado "médico amado", que refuerza la idea de que Lucas tenía una formación académica muy sólida.
Así, a través de Lucas 12:15, Jesús advierte: "Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee". Porque para los cristianos la avaricia se considera una forma de idolatría por la cual fueron muchos los "que se extraviaron" y "fueron traspasados de muchos dolores".
Y estos días solo basta echarle un pequeño vistazo al pasado y un poco al presente para percatarse de que "son muchos y públicos los dolores" para tantos, que casi podría decirse que con tantas lágrimas están haciendo crecer el Mediterráneo debido al presunto cambio climático político. Y quédense con el concepto porque ha venido para quedarse en esta guerra híbrida tan singular que vivimos.
Cuatro décadas de goteo ininterrumpido
A lo largo de las últimas cuatro décadas, nuestro país ha vivido un goteo casi constante de grandes escándalos de corrupción que han salpicado todas las esferas de nuestra sociedad, sin excepción, bajo una gran lápida de silencio cómplice.
Hemos leído profusamente sobre comisiones, contratos amañados o fondos públicos repartidos conforme a la ley humana, donde el patrón se repite: redes clientelales bien organizadas y engrasadas, estructuras internas pseudoopacas, dinero público como botín y una reacción institucional reiterativa. Aquí, allí y allá.
Todos los escándalos, encima de la mesa, no son más que el último episodio de una serie que evidencia un problema estructural en nuestra sociedad que desprecia regirse y gobernarse desde los valores que convierten en buena nuestra convivencia colectiva. Si hay algo que une a todas las tramas de corrupción es una normalización del abuso del poder y el uso de la administración para fines personales y/o partidistas.
El poder no se corrompe por azar
Cada escándalo que hemos visto con nuestros propios ojos tiene su contexto, pero también mecanismos similares como la creación de fundaciones o empresas pantalla, manipulación de contratos o subvenciones públicas, construcción de redes clientelares y la necesaria gestión de todo con opacidad con complicidad interna. Hablemos claro, seamos directos, no le demos vueltas a la verdad.
No importa dónde esté situado el poder y desde dónde actúe este; los escenarios son diversos, pero la lógica es la misma. El poder no parece corromperse por azar, sino que se organiza.
La mayoría de los casos tardan años en ser juzgados —cuando lo son o son simplemente paralizados "sine die", ¿para qué prescriban?—, y muchos terminan con condenas simbólicas, archivos oportunos o responsabilidades diluidas. Incluso cuando hay sentencias firmes, el daño a la confianza pública ya está hecho. Y el olvido colectivo llega.
La abstención como protesta silenciosa frente a la corrupción sistémica
Y lo más grave es que, en todas las ocasiones, la corrupción no castiga eternamente a sus autores, pero sí se convierte en una condena perpétua para quienes la denunciaron. Porque la corrupción siempre busca una salida, y se olvida todo, porque se integra en el relato colectivo como una persecución, como una “guerra sucia” o una “caza de brujas”. ¿Y por qué nos sonará tanto este cuento?
No se trata solo de comportamientos individuales inmorales, que también. Lo que el análisis de todos los casos revela es un fallo estructural constante del sistema de controles que permite financiaciones ilegales durante decenas de años, familias políticas que mezclan lo público con lo privado, gestores que convierten las emergencias o las desgracias colectivas en una oportunidad económica. Algo que produce un gran cansancio colectivo, tanto cansancio, que la abstención en las urnas es la protesta silenciosa en tendencia que más crece en nuestro país. Revisen los datos.
Así que está claro que, mientras no haya reformas institucionales reales, que abarquen el control, la fiscalización efectiva y la transparencia, estos casos seguirán ocurriendo cíclicamente. No basta con indignarse, pero se agradece que alguien alguna vez entone un "perdónenos". Hay que cambiar a conciencia las reglas del juego para que dejar de robar no dependa solo de la ética personal de cualquier "Rey desnudo" que se sonroje en la plaza de la opinión pública.
Y desde cualquier cruz en la que te depositen los de los "sepulcros blanqueados", todos los ilustres pasajeros corruptos de este mundo, recuerda estos días, querido lector, el versículo de Lucas 23:34, que reza así: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" .
PD: La expresión el rey desnudo proviene del cuento de Hans Christian Andersen "El traje nuevo del emperador", donde un rey es engañado por estafadores que le venden un traje "invisible" que supuestamente solo los inteligentes pueden ver. El rey, por vanidad y miedo a parecer estúpido, finge verlo y desfila desnudo, hasta que un niño señala la verdad: está sin ropa. La historia es una metáfora sobre la vanidad, el conformismo y el poder de la verdad dicha sin filtros.
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