A los 55 años del “grito de Zemla”

La represión del movimiento nacionalista en el último territorio colonial español fue el primer capítulo de un proceso que ha acabado creando una nueva Palestina en el Magreb y que exige de la memoria democrática el esclarecimiento del asesinato de su líder Basiri

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El asesinato de Basiri, asignatura pendiente para la memoria democrática (1)
El asesinato de Basiri, asignatura pendiente para la memoria democrática

 

Hace 55 años yo era un joven periodista recién graduado en la Escuela Oficial de Periodismo que prestaba sus servicios en la “Soli”, uno de los diarios matinales que se publicaban entonces en Barcelona. Acudí a primera hora de un día de junio a cubrir mi turno y recibí de manos de Ramón, el teletipista, un fajo de papeles con las últimas noticias que habían llegado con el fin de titularlas y prepararlas para su remisión a talleres. Una de ellas reproducía cierta nota oficial sobre los incidentes habidos unos días antes en El Aaiún, capital de la entonces provincia de Sáhara. La reelaboré y di curso, seguramente sin percatarme de que había tenido en las manos el primer episodio de un proceso histórico harto desafortunado que ha acabado generando un problema no por latente menos grave.

En efecto, lo que había ocurrido en aquella remota ciudad del desierto fue el hoy conocido como “grito de Zemla”, la primera manifestación de un nacionalismo emergente en el último territorio colonial español que ha asumido como propia la denominación tradicional que la historiografía hispana ha venido dando a los movimientos nacionalistas de algunos de sus territorios coloniales, en consonancia con los anteriores gritos de Dolores, Yara, Baire, Lares o Balintawak ocurridos en diversos países del continente americano o en Filipinas.

Tal cual ocurrió en aquellos otros pagos, la autoridad no supo encontrar entonces respuesta a lo que se planteaba en su caso como un movimiento pacífico y sofocó dicha manifestación con una represión insensata que produjo algunos muertos y culminó con el asesinato de Basiri, su líder más caracterizado. Fue tan solo el primer acto de una serie desatinos que culminó con el abandono precipitado del territorio seis años después sin haber cumplido con el compromiso adquirido con el pueblo saharaui de haber hecho posible su autodeterminación y dejándolo en manos de dos países vecinos, Marruecos y Mauritania, que lo ocuparon en flagrante transgresión de la legalidad internacional.

55 años después del “grito de Zemla”, el contencioso sigue tan vivo como entonces. España, que quiso sacarse irresponsablemente el problema de encima, sigue siendo, bien a su pesar y a ojos de Naciones Unidas, la potencia administradora “de iure” del último territorio no autónomo pendiente de descolonización en el continente africano, Marruecos se ha convertido -tras el abandono de Mauritania- en la potencia ocupante “de facto” que lo explota, y el pueblo saharaui es quien sufre las consecuencias de todo ello. El Sáhara Occidental se ha convertido para nuestra vergüenza en la Palestina del Magreb. Y el asesinato de Basiri en una responsabilidad pendiente de esclarecimiento por parte de la “memoria democrática”. 


 

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