De la estructura al individuo

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Sociedad, estructura   CANVA

 

Reflexionando sobre el título del presente artículo (algo que me ocupa desde hace mucho tiempo) repasemos los siguientes argumentos: 

1º.- Con los primeros pasos humanos sobre la tierra, tuvimos, como individuos, la necesidad de agruparnos, de sentirnos arropados por nuestros semejantes y de cooperar en las distintas estructuras grupales, ocupando en ellas un lugar determinado según la necesidad o la capacidad. El liderazgo o el sometimiento a las normas que conforman estas estructuras han estado siempre sometidos, no sólo, a las circunstancias que rodean al individuo, sino también, al carácter que lo configura.   

2º.- Al nacer, la genética nos da forma externa y en potencia forma interna capacitadora. Siendo la epigenética la encargada de dotar a nuestras acciones de una “intención adaptativa” y la genética de una “intención intrínseca” (así llamo yo a estas “intenciones”, entrecomillándolas por considerarlas inconscientes); pero:

  1. ¿Dónde queda el libre albedrío? 
  2. ¿Dónde la voluntad de ser?
  3. ¿Dónde la conciencia y la consciencia individuales?
  4. ¿Nacemos programados para después ser sometidos o modificados por nuevas programaciones?  

 

3º.- Todos percibimos el mundo; pero:

  1. ¿La percepción individual del mundo alberga, al menos, un sólo átomo de libertad? 
  2. ¿Esta reflexión que nos ocupa procede de la voluntad o de la necesidad programada de conocernos y conocer a nuestros congéneres? 
  3. ¿Pensando (a lo cartesiano) somos capaces de percibirnos como seres existentes? 
  4. ¿Es el sentimiento quien nos capacita para encontrarnos y sabernos individuos?

 

4º.- No podemos dotarnos de respuestas de identidad (platónica) absoluta, que se desprendan del Mundo paradigmático de las Ideas. Tratar de conocernos o de conocer a nuestros semejantes siempre tropieza con el mismo accidente (aristotélico); con eso que baja de lo absoluto y aterriza en lo relativo.

5º.- Según me inclino a pensar, hemos estado siempre obsesionados con tres búsquedas: Yo, libertad y Dios. Dios nos dotaría de origen y, por tanto, de semejanza y sentido; la libertad sería la sustancia primigenia que configurase nuestro YO.

Expuesto lo anterior, me doy cuenta de que, mal que le pese al carácter independiente, necesitamos de los demás. Estamos condicionados por el entorno, por las vivencias y herencias que han ido configurando ese carácter. Nos sentimos tan relativamente libres que, como no es agradable paladear nada absoluto de forma relativa, nos aferramos a las estructuras, al orden; a lo que me gusta llamar: la tabla Excel donde vertemos los datos de la vida, dotándolos de valores para que nos capaciten y enfrentar las circunstancias.

Es devastador buscarnos y no encontrarnos; pero cuando encontramos, aunque sólo sea un rayito de verdad, de autenticidad, de ser…, de Dios, probamos un pequeño aperitivo de libertad; y eso da tanto miedo, nos dota de tanta responsabilidad, que podemos salir huyendo despavoridos. 

Existen interrogantes universales a los que tarde o temprano debemos enfrentarnos:

  • ¿Quién soy yo?, nos preguntamos angustiados.
  • ¿Por qué lo único que podría llegar a saber (a lo socrático) es que no sé nada?
  • ¿Será la sombra (junguiana) quién me asusta tanto?

 

Quizás preguntar a la mente no sea lo más acertado, porque ella no sabe; sólo razona, especula y pregunta. Puede que lo mejor sea (como decía Unamuno) pensar el sentimiento y sentir el pensamiento. El pensamiento, por sí solo, nos lleva al laberinto de Ariadna, deseando huir del minotauro de la duda; pero si lo unimos al sentimiento agarraremos el hilo rojo que promete conducirnos al paraíso de la verdad.

Suelo imaginar que esta matrix es en realidad una prueba; la del guerrero de la luz que busca, como todo Ulises, su Ítaca particular. La Odisea de la vida tiene cantos de sirenas e islas que nos apresan; pero allí está la patria, la tierra libre a la que pertenecemos y que nos pertenece, la que todo rey de sí mismo debe gobernar.

Y, de nuevo, me pregunto:

  • ¿Pertenecer a la existencia es compatible con pertenecernos? 
  • ¿Existimos como fuerza dependiente de una red de fortalezas? 
  • ¿Cabe la posibilidad de ser una fuerza independiente?
  • ¿Ser libres es reconocernos separados del mundo y a la vez encontrar en el mundo nuestra mirada?

 

 Comenzaba esta reflexión (en forma de artículo) titulándola: DE LA ESTRUCTURA AL INDIVIDUO. Sí, lo uno y lo otro son inseparables en este mundo. Caminar solos es imposible, todos necesitamos la fuerza de todos para sostenernos. La red de circunstancias que se interconexionan puede que pertenezca a un programa colectivo, formado a su vez por subprogramas individuales. El origen será posiblemente la inteligencia del Programador/Ingeniero-Divino; pero me quedan otras preguntas para terminar:

  • ¿Será posible que, en esta Odisea, de también posibles vidas sucesivas, lleguemos a Ítaca/libertad; la “Tierra Prometida”? 
  • ¿Estamos destinados a reinar sobre nosotros mismos a imagen y semejanza de nuestro Programador Divino?
  • ¿Cualquier circunstancia (orteguiana) podría ser superada?
  •  ¿El Superhombre (nietzscheano) es completamente libre o sólo producto de un diseño preconcebido? 

 

En este plano, quizás nunca lleguemos a responder esas preguntas o, si lo hacemos, será desde una perspectiva innovadora, desde algo que nos espera; pero si nos espera ya no estamos hablando de libertad, sino de programación… La paradoja está servida.

Imagino que la libertad absoluta se esconde en el nexo que nos une como individuos a la estructura de la que pudiésemos desasirnos, llegada la madurez; igual que la manzana se desprende del árbol. 

¿Será nuestro destino volver a la tierra como semilla y convertirnos en árbol; en estructura particular; fractal a imagen del primer fractal…?   


 

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