Jean Genet se mira en Rembrandt

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Rembrandt, de Jean Genet   Editorial Elba
Rembrandt, de Jean Genet - Editorial Elba

 

Las circunstancias que acompañaron al escritor francés Jean Genet nada más llegar al mundo fueron extraordinariamente desdichadas. Pocos meses después de nacer, al acabar 1910, su madre lo donó a la asistencia social. Y nunca supo quién fue su padre. Anduvo siempre una trayectoria ajustada al abrazo de cualquier causa marginal, fuera la que fuera. En 1958, la editorial parisina Gallimard anunció un libro suyo sobre Rembrandt que nunca vio la luz. Aquel año, el semanario L’Express publicó algunos extractos de su borrador con el título ‘El secreto de Rembrandt’. Poco antes, otra revista publicó otro escrito relacionado y llamativamente denominado ‘Lo que quedó de un Rembrandt cortado en cuadraditos iguales y tirado por el retrete’. Son los únicos textos que tenemos de Genet sobre su libro fallido.

En 2016, treinta años después del fallecimiento de su autor, Gallimard reunió ambos ensayos en un volumen y ahora la editorial Elba lo ofrece en español: Rembrandt; con numerosas y preciosas ilustraciones de sus cuadros. Cuando en 1958 se anunció en vano aquel libro de Genet sobre el gran pintor holandés del siglo XVII, no había lápices de memoria (o pendrives), sino sólo manuscritos o copias mecanografiadas. Pero fue el propio escritor quien, seis años después, tremendamente abatido y hundido por la muerte de su querido Abdallah, destrozó distintos manuscritos que guardaba; entre ellos el que se resistía a culminar.

¿Qué vinculación, qué atracción podía darse en Genet hacia aquel artista del Barroco nacido tres siglos antes que él, para volcarse en su análisis, insólito en el resto de su obra? ¿Quizá la tragedia que dominó sus vidas? Cabe señalar, sin embargo, que Rembrandt procedía de una familia acaudalada, mientras que Jean Genet flotaba en la indigencia. Veamos qué cosas dice en su Rembrandt.

Aludiendo a sus primeras obras, Jean Genet destaca que pintara a gente humilde, pero ataviándola generalmente con lujosos oropeles. Era notoria su inclinación a concentrarse en la humildad de los rostros y su preferencia por los rostros trabajados por la edad, donde se aprecian sin disimulo las arrugas y las patas de gallo como ornamentos. A partir de un autorretrato del artista neerlandés, el escritor francés se pregunta si se trata más bien de un hombre que ha comprendido, tras meditar, que todo tiene su dignidad y que él “debe esforzarse por remarcar lo que parece desprovisto de ella”. En particular, dice Genet, Rembrandt, sabiéndose herido, quiere curarse y transmitir si no su secreto específico, sí su estado vulnerable.

Rembrandt, proseguía, consistía en ser sólo una mirada y una mano. Había aprendido que “cada rostro es igual a otro y que devuelve –o conduce- a una identidad humana que vale tanto como cualquier otra”. Se preguntaba entonces Genet quién como aquel artista ha hecho perder a la materia su identidad para exaltarla mejor. Una paradoja. La apariencia como forma provisional de identidad de todos los hombres.

En lo que fue ‘tirado por el retrete’, Jean Genet se pregunta -siempre a propósito de Rembrandt y siempre proyectándose sobre él- por el interés de presentar una obra ofrecida a los vivos de hoy y de mañana, pero no a los muertos de todas las épocas. ¿Un afán compartido?

Tras muchos años dedicando Rembrandt continuas horas al arte, y a agudizar su mirada escrutadora sobre las personas, descubrió la vaciedad de las vanidades y la realidad de numerosas ‘amistades’. La hipocresía y la presunción de superioridad de los impostores quedaron para él señaladas y apartadas. Rembrandt insistía en una búsqueda a partir de la revelación de que “cada hombre es cualquier otro hombre y yo soy como todos los demás”. En verdad, si bien todos somos distintos y no hay dos hombres iguales, todos estamos hechos de los mismos materiales.

¿Por qué Jean Genet fue postergando la publicación de aquel proyecto editorial? ¿Por motivos prosaicos o, tal vez, porque llevaba el secreto de Rembrandt demasiado adherido a su propia persona y no lo podía desplegar de forma airosa, adecuadamente, sino de forma confusa e incompleta?


 

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