¿Impunidad social frente al odio organizado?
Cuando la xenofobia se organiza, la democracia se tambalea
Lo sucedido en Torre Pacheco, Murcia, no es un arrebato de violencia callejera espontánea. Es una señal alarmante de que el odio se está normalizando. Cuando ese odio encuentra una estructura y justificación, se convierte en una amenaza directa a nuestra convivencia democrática. No fue vandalismo espontáneo; fue una "cacería" planificada y promovida en redes sociales con mensajes supremacistas. Y es crucial llamar a las cosas por su nombre: esto es urgente.
La imagen de magrebíes huyendo, escondiéndose en sus casas mientras se difundían bulos y amenazas sobre una supuesta "limpieza del pueblo", no es un recuerdo del pasado. Tampoco lo son las imágenes de magrebíes armados y haciendo también su particular "limpieza local". Ha ocurrido en nuestro país aquí y ahora, en nuestras calles. Y no es un incidente aislado. Forma parte de una estrategia que gana terreno en sectores donde la frustración y el miedo alimentan el discurso xenófobo cruzado. La peligrosa idea de que "con el tiempo se arregla todo" (Nankurunaisa) no tiene cabida aquí; el odio organizado solo se agrava si no se enfrenta.
El odio como estrategia política
Lo más preocupante no es solo la existencia de individuos dispuestos a ejercer violencia los unos contra los otros, en sendos bandos. Es la existencia de un marco social que la alienta o, al menos, la minimiza. Cuando parte del discurso político adopta eslóganes como la "remigración" o el "conflicto cultural", lo que se propaga no es solo una opinión, sino una lógica de exclusión organizada peligrosa, la practique quien la practique, bien desde el fanatismo ideológico o la radicalidad religiosa. Ambas posiciones son un verdadero y real peligro para el conjunto de esta sociedad pacífica, acogedora y diversa.
La "derecha de la derecha" ha profesionalizado el arte de sembrar odio mediante la creación de canales, organización de encuentros, difusión de bulos con precisión quirúrgica y utilización de la desinformación como arma de agitación social. Las consecuencias ya no son abstractas: se traducen en personas agredidas, familias aterradas y barrios llevados al borde de la tensión social violenta. Este alimentar el odio populista tiene como objetivo presentarse como la única opción política de "pueblo que ayuda al pueblo" falaz.
El caso de Torre Pacheco nos demuestra que cuando se pierde el pudor democrático, la violencia se vuelve una opción viable. ¿Cuántas veces más vamos a tolerar que la diferencia cultural, racial o religiosa se use como excusa para un linchamiento público multitudinario y una batalla campal que enfrenta a los diferentes?
Respuesta institucional contundente
Las instituciones reaccionaron con contundencia: la Guardia Civil detuvo a varios implicados, incluido el presunto líder del grupo xenófobo "Deport Them Now" en Mataró, y la Fiscalía de delitos de odio actuó con rapidez. Pero la pregunta fundamental sigue siendo: ¿por qué llegamos a este punto? ¿Cuántas señales se ignoraron antes de que la situación explotara? ¿qué falló?
La prevención no puede empezar solo después de los disturbios. Necesitamos una pedagogía pública constante, firmeza institucional y condenas políticas inequívocas. No basta con "no compartir" ciertos discursos; es vital desenmascararlos, desmontarlos y enfrentarlos con claridad desde todos los ámbitos: educativo, mediático, político y social. Sobre todo en un país como el nuestro, tierra de emigrantes e inmigrantes, en un flujo histórico que es necesario conocer y poner en valor.
Además, no podemos permitir que el silencio o la tibieza institucional alimenten la impunidad moral. El odio no surge de la nada; crece cuando se le da espacio, cuando no se le sanciona, cuando se tolera como una "opinión más". ¿Estamos dispuestos a dejar que el odio organizado siga haciendo temblar los cimientos de nuestra democracia?. Toca posicionarse, toca rechazar todo tipo de violencia y en Catalunya se abre paso el relato político institucional de "quien la hace la paga". En Catalunya es la consigna de seguridad que empieza a aplicarse en todo el territorio con acciones contundentes y todos los cuerpos de seguridad alineados y coordinados. Porque hechos son amores que no buenas razones.
Aquí algunas de ellas:
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