Israelíes contra el genocidio

En una sociedad como la israelí, obnubilada por los deseos de venganza provocados por la acción terrorista de Hamás, sobresale la honestidad de unos ciudadanos capaces no ya de distanciarse, sino de denunciar enérgicamente la política genocida de su gobierno.

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Siempre se ha dicho que la responsabilidad es una cuestión de orden estrictamente individual y que por consiguiente no existen las responsabilidades colectivas.  Ello es particularmente aplicado en cuanto se refiere al ámbito de la política porque parece generalmente aceptado el principio de que las decisiones de los gobiernos, por muy perversas que resulten, son en realidad fruto exclusivo de la voluntad de quienes tienen suficiente capacidad militar, política, o coercitiva para adoptarlas y no de sus ciudadanos. Semejante deslinde de responsabilidades sirvió eficazmente, por ejemplo, a partir de 1945, para exonerar de responsabilidad a la sociedad alemana con respecto a la política racial promovida por el régimen nazi, política que dio lugar a un horripilante genocidio que se llevó por delante la vida millones de personas (principalmente judíos, pero también gitanos, gais, discrepantes políticos, discapacitados o ciudadanos de los países ocupados por la Wehrmacht)

El caso es que esta dispensa colectiva de responsabilidades, tan axiomáticamente expresada y por lo común acríticamente aceptada, ofrece numerosos claroscuros porque parece lícito preguntar si es siempre totalmente inocente un grupo humano de los desmanes ejecutados por sus dirigentes. Cabe aducir que tales desafueros suelen ser desdibujados o simplemente, y cuando no queda más remedio, ocultados, con el de justificarlos por muy precariamente que sea, tarea en la que tienen un singular protagonismo los medios de comunicación social. Ahora bien, el análisis de algunos de los numerosos casos producidos durante los últimos siglos nos induce a pensar que dicho argumento presenta evidentes lagunas porque la manipulación ejercida por los poderes públicos no es suficiente para anular la capacidad de discernimiento de toda una sociedad con un avanzado nivel cultural. Buena prueba de ello fueron los casos de aquellos alemanes que en pleno régimen nazi se opusieron, en la medida de lo posible y poniendo en peligro sus propias vidas, a tales desatinos. Aquellos discrepantes fueron los permitieron salvar el honor de una sociedad que permaneció callada, y transigió, ignoró (o quiso ignorar) lo que estaba ocurriendo ante sus narices.

En el actual conflicto de Oriente Medio nos enfrentamos a una situación no demasiado diferente. Las estadísticas dan prueba de un descorazonador apoyo de no menos de tres cuartas partes de la sociedad israelí a la insensata y criminal política de exterminio que, ante la estupefacción de la comunidad internacional, se está produciendo en Gaza y, en menor media, en el resto de Palestina. Con un dato, sin embargo, esperanzador, el de dos oenegés israelíes,  B’TselemMédicos por los Derechos Humanos , que han denunciado pública y rotundamente esta masacre. Cierto es que lo han hecho en un contexto muy diferente al de la Alemania de los años treinta y con mucha mayor libertad de expresión, pero no por ello han dejado de asumir sus propios riesgos. El más evidente, el rechazo social, aunque también otras posibles consecuencias no menos inquietantes.

Vamos a decirlo con rotundidad: B’Tselem Médicos por los Derechos Humanos salvan con su gallardía el honor de Israel, lo que demuestra que no todos los israelíes son expresa o tácitamente corresponsables del cruel destino que soportan los gazatíes, al que no dudan en calificar, en consonancia con la opinión del resto del mundo civilizado, como un genocidio.

 

Pablo-Ignacio de Dalmases

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