“Cuando un monte se quema, algo suyo se quema, señor marqués”
Este verano está siendo excesivamente caluroso en toda España. Tanto calor afecta a la salud de las personas y favorece que los incendios aumenten en estas fechas, como se está viendo.
Sin tener en cuenta a los pirómanos de turno, que siempre aparecen en época estival: unos lo hacen porque les apasiona el fuego, como a Nerón; otros, por venganza, y los hay que quieren que los contraten para apagarlo después. De todo hay en este colectivo que ve en el fuego algo que les “atrae”, sin tener en cuenta el daño que hace a la sociedad. Quemar bosques tiene unos efectos devastadores: afecta directamente a la pérdida de vegetación, animales y a la degradación del suelo.
¿Por qué se queman los bosques, los montes? Porque les prenden fuego: por un descuido de algún agricultor a la hora de quemar los rastrojos, por algún rayo que cae sobre ellos y por algunas causas más sin necesidad de la mano humana. ¿Pueden prevenirse? En algunos casos, la mayoría sí; en otros, no. Las autoridades deberían preocuparse de llevar a cabo prevención: inversiones en personal y en mantenimiento. La mayoría no lo hace, y los resultados se ven cada año, como este verano, en el que una buena parte de montes y bosques está siendo pasto de las llamas, algunos de ellos de gran valor que no se podrá recuperar hasta que hayan pasado muchos años. Es una desgracia para todos. A todo ello hay que añadir las pérdidas humanas (lo más importante) y las económicas de los afectados: viviendas quemadas y todo lo que había dentro de ellas, además de aperos del campo.
Cada año, un par de meses antes del verano, el gobierno de turno lleva a cabo una campaña informativa contra los incendios, con eslóganes incluidos. Hace unos 30 años, el eslogan era “Cuando un monte se quema, algo suyo se quema”. Caló en la ciudadanía, especialmente porque el gran Perich le añadió una coletilla muy original y realista: “Cuando un monte se quema, algo suyo se quema, señor marqués”. La coletilla mostraba el interés de algunos “nobles” por los incendios, que no era gratuito, sino porque poseían gran cantidad de propiedades que se podían ver afectadas.
Cuando vemos los incendios a través de las imágenes que ofrecen los distintos canales de TV, parece que tienen que ser el Gobierno de España, los gobiernos autonómicos y hasta los propios ayuntamientos quienes tengan la responsabilidad total de lo que está sucediendo, pero no es del todo cierto. En nuestro país, la propiedad de los bosques y montes se distribuye así: el 70% de la superficie forestal es de propiedad privada (dentro de la propiedad privada existen diferentes tipos, incluyendo propiedades individuales, comunales —Montes Vecinales en Mano Común— y de empresas), mientras que el 30% restante es público: del Estado, Comunidades Autónomas y entidades locales, según el Centro de Ciencia y Tecnología Forestal de Catalunya. Si las cifras son realmente estas —y no hay por qué dudar de ellas—, ¿qué papel debe jugar el 70% de los propietarios? ¿Qué responsabilidad tienen en el mantenimiento y prevención de incendios?
Según algunos informes, los bosques comunales (propiedad de los vecinos del municipio) están mejor gestionados y tienen menos incendios que los que solo tienen un propietario. Decía Plauto que “El que no piensa en sus deberes sino cuando se los recuerdan, no es digno de estimación”.
Lo que es evidente es que quienes tienen responsabilidades han de cuidar y prevenir que los montes y bosques no se quemen; es su obligación. También la ciudadanía ha de involucrarse en que eso no suceda. Los bosques tienen propietarios, pero también son un bien para las personas: para su salud, su disfrute y para el planeta, que es de todos. Decía Plauto que “Si ves humo, el fuego está cerca” y todos, en ese momento en que aparece el humo, han de participar para que no avance y ponerse a disposición —los que puedan— para ayudar en todo lo posible. Lo que está sucediendo estos días debería hacer reflexionar a todos.
Carmen P. Flores
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