Por una historia no maniquea
Hay específicos analfabetismos, no uno solo. Por ejemplo, John Allen Paulos denominó hombre anumérico a quien está ubicado en el analfabetismo matemático. No se trata de arrojar estigmas sobre nuestras ignorancias, sino de intentar ponerles remedio. Primero hace falta conciencia de nuestras limitaciones, luego deseo de mejorar porque nos conviene y, simultáneamente, ponerse a la tarea. No es cuestión de darse tono o de aparentar conocer lo que no conocemos, sino de evitar sufrir las peores consecuencias de nuestra incultura.
La Historia es una disciplina fundamental para orientarnos en la vida, por esto es una desgracia que la controlen quienes están instalados en los sesgos políticos, esto es, en los errores sistemáticos que favorecen las interpretaciones que les interesan y desdeñan el sentido implacable de la verdad de los acontecimientos; para ellos no importa distinguir lo que se ajusta a la realidad de lo que fue. En tales condiciones prevalece entonces una visión maniquea y pueril de buenos y malos, sin matiz posible. Se impone una visión simple de 'todo o nada'. El historiador barcelonés Francisco Martínez Hoyos es un ejemplo de independencia y ecuanimidad, enfoca lo esencial de forma adecuada y siempre espléndidamente documentado; sólo por esto merece ser leído y atendido. En su reciente entrega 100 años de España (Ed. Y griega) sabe cuestionar multitud de lugares comunes de nuestra historia reciente. No rehuye ninguno de ellos y ante todos se pronuncia de forma ponderada.
Estos últimos cien años de España han estado copados por la proclamación de la República, la Guerra Civil y la dictadura de Franco. Pero también, muy felizmente, por la Transición que trajo mayormente alegría y nos condujo a la democracia y a la Unión Europea.
Proclamada el 14 de abril de 1931, la II República sólo duró cinco años. Apenas se conoce que la Ley de Defensa de la República castigaba el uso de la bandera rojigualda como apología del régimen monárquico. Una hostilidad que se unió a actitudes de infinito desprecio entre los bandos polarizados. Dice Martínez Hoyos que "con su actitud intransigente, lo único que consiguieron los propietarios fue empujar a un proletariado desesperado hacia la violencia" y que se llegó a un punto en que dominaba la sensación de que las leyes eran letra muerta. De este modo, se alcanzó la idea de que la fuerza era el único camino para conseguir cualquier arreglo. Los desórdenes públicos acabaron siendo lo normal. Y la inseguridad en la calle acabó yendo de la mano de la inseguridad jurídica. El golpe militar desembocó en una brutal guerra. Los años posteriores a su desenlace estuvieron impregnados no sólo de bárbara venganza, sino de una pobreza extrema y dramática. En 1940 la renta per cápita española era un 14% menor que en 1930. Y no se recuperó el nivel anterior a la guerra hasta 1952.
¿Se estableció el fascismo en España en 1939? El hispanista Edward Malefakis ha afirmado que, más allá de estériles debates nominales, el régimen cometió "los suficientes crímenes como para merecer censura con o sin etiqueta fascista". Martínez Hoyos recalca razones más emocionales que científicas para identificar 'fascistizado' con fascista. Y que no todos los que apoyaron la sublevación del 18 de julio eran fascistas 'rabiosos'. Durante la contienda, "ser etiquetado como 'fascista' equivalía a una condena a muerte. Los milicianos se tomaban la justicia por su mano, sin que el gobierno republicano lo pudiera evitar, y 'daban el paseo' a sus víctimas. Éstas aparecían después tiradas por las calles, a veces mutiladas". En particular, con respecto al socialfascismo, Pasionaria evidenció su carencia de escrúpulos al decir: "Jamás serán excesivas las medidas que se tomen para limpiar el campo proletario de la planta venenosa del trotskismo".
Franco empleó la Falange como una claque, sus miembros estaban para ser utilizados como auxiliares cuando hiciera falta, tanto para hacer bulto como para hacer el trabajo sucio de la brutalidad. En 1945, poco antes de cesar en su cargo de ministro secretario general de FET y de las JONS, Arrese le escribió a Franco lo siguiente: "el 90 por ciento de los falangistas saben muy poco de la doctrina; para el 90 por ciento ser falangista consiste en guardar lleno de emoción el recuerdo de José Antonio, tener siempre a punto la camisa azul para los días de fervor patriótico y levantar el brazo gritando hasta enronquecer el 'Arriba España' de los buenos tiempos". Les iba bien que fuera así.
Señala Martínez Hoyos que, al hablar a los procuradores en Cortes, Franco entraba en "un mundo paralelo en el que las palabras carecían de cualquier referente comprensible en la realidad".
Y una última pincelada para acabar esta nota: en los años sesenta (1960-69) se editaron en España 592 libros en vascuence, una cifra superior a la de cualquier otra época anterior.
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