Moncho Neira, un gallego que no dejó de serlo en Catalunya
Era generoso con ellos y le parecía poco cuando los invitaba a comer para después iniciar una sobremesa o tertulia con variedad de comensales, gallegos y no gallegos, que hablaban de la actualidad.Tenía y seguirá teniendo grandes amigos; solo había que ver la cantidad de coronas y ramos de flores que estaban depositados en la sala donde ha pasado sus últimas horas, en su querida Barcelona, a la que se sentía tan unido.
Este lunes nos llegaba la noticia de la muerte de José Ramón Neira Pérez, más conocido como Moncho Neira, el artífice del restaurante de referencia en Barcelona, el Botafumeiro. Un establecimiento preferido por muchas personas que han visto en él la calidad del producto, el servicio y el carisma de su propietario: un gallego que nunca dejó de serlo. Solo había que escucharlo para apreciar ese acento del terruño que en él sonaba tan especial.
Moncho se marcha pronto, con 84 años, una persona que se ha hecho a sí misma. Llegó de su Pol (Lugo) con tan solo la ilusión, el empeño y el trabajo para empezar un proyecto gastronómico que aún continúa y es el referente gallego que no pasa de moda. Este restaurante fue la gran apuesta de este visionario de la restauración, al que le puso su impronta. Es imposible separar el Botafumeiro de Moncho. Una persona especial que, aunque algo tímida en sus inicios, fue adaptándose a los tiempos.
El restaurante de Gran de Gràcia es y seguirá siendo su buque insignia, pero una persona tan inquieta no se quedó en él, sino que fue el inicio de los muchos y distintos restaurantes que fue fundando a lo largo de sus más de cincuenta años de trabajo.
Moncho Neira, una persona especial, con su característico pelo rizado echado hacia delante para disimular esas entradas despistadas que le daban un estilo que solo él sabía llevar. Su manera de andar, su sonrisa contagiosa y ese sentido del humor tan gallego que en más de una ocasión dejaba caer su retranca con esa naturalidad que algunos no sabían interpretar. Él era así y no le gustaba estar mal con nadie. Evitaba las discusiones y, cuando veía que la situación entre algunos amigos o conocidos se ponía tensa, allí estaba él para suavizarla con esos gestos de sus manos levantadas, indicando que no valía la pena seguir con la discusión. Eso no quiere decir que fuera una persona miedosa; no, era conciliador, con sentido del humor.
A Moncho le molestaban las injusticias, y su lucha contra ellas era más que evidente. Eso sí, a la gallega: suave, pero contundente. Sin embargo, ese pronto ante las injusticias se volvía generosidad con sus amigos, a los que nunca dejó tirados. Era generoso con ellos y le parecía poco cuando los invitaba a comer para después iniciar una sobremesa o tertulia con variedad de comensales, gallegos y no gallegos, que hablaban de la actualidad.
Tenía y seguirá teniendo grandes amigos; solo había que ver la cantidad de coronas y ramos de flores que estaban depositados en la sala donde ha pasado sus últimas horas, en su querida Barcelona, a la que se sentía tan unido. Era un gallego catalán, que aunque no hablara el idioma, no por ello dejaba de estar agradecido a esta tierra que tanto le ha dado. Pero él también ha dado mucho a la gastronomía. No le ha salido gratis: ha sido gracias al esfuerzo, al tesón y a tantas y tantas horas de trabajo.
Moncho siempre participaba en cuantos actos gallegos podía. Ahí estaba cuando, en Radio Miramar de Barcelona, Manuel Fernando González (editor del grupo Pressdigital) empezara el primer programa en gallego que se hacía en Catalunya, donde Moncho, junto a otros restauradores como Cándido Iglesias de Rías de Galicia, Luis del restaurante Morriña y unos cuantos más, se plantaban en el programa que se emitía los domingos por la mañana desde la plaza de Catalunya.
En torno a ese programa nacieron muchas de las entidades gallegas en Catalunya y se pusieron nombres de gallegos y gallegas a algunas calles de poblaciones. El programa gallego consiguió forjar una colectividad activa. En él se contaba, entre otros, con la colaboración semanal del poeta de la Terra Chá, Manuel María, un referente en la literatura gallega. Moncho disfrutaba de ese tiempo que pasaba en la radio, degustando las empanadas que alguno de ellos traía. Gran amigo de Manuel Fernando González, en esos tiempos difíciles donde la amistad se valoraba mucho más.
Este domingo, 5 de octubre, se ha ido en silencio Moncho, pero seguirá presente en el recuerdo de todas las personas que lo querían y admiraban. Será difícil hacerse a la idea de no verlo en cualquiera de sus restaurantes mirando si todas las mesas están servidas. Así era Moncho: un trabajador incansable y un buen amigo.
Galicia
Manuel María
Galicia docemente
está ollando o mar:
¡ten vales e montañas
e terras pra labrar!
Ten portos, mariñeiros,
cidades e labregos,
¡cargados de traballos,
cargados de trafegos!
Galicia é unha nai
velliña, soñadora:
¡na voz da gaita rise,
na voz da gaita chora!
Galicia é o que vemos:
a terra, o mar, o vento…
¡Pero ha outra Galicia
que vai no sentimento!
Galicia somos nós:
a xente e máis a fala
¡Si buscas a Galicia
en ti tes que atopala!
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