Dolly van Doll: el niño que quiso ser mujer

El fallecimiento de uno de los primeros transexuales nos invita a recordar a una gran artista italiana que amó Barcelona y demostró que la reasignación de sexo no significa necesariamente una condena a la marginalidad, sino que puede ser un factor de enriquecimiento personal

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Dolly Van Doll   Imagen compartida por Carla Antonelli en X
Dolly Van Doll - Imagen compartida por Carla Antonelli en X

 

La noticia me ha dejado estupefacto: acaba de fallecer Dolly van Doll. Para la inmensa mayoría de nuestros conciudadanos es muy posible que este nombre no les diga nada y sin embargo tras él se esconde una mujer fascinante y pionera: fue uno de los primeros transexuales de Europa -sino del mundo- que se afincó hace sesenta años en Barcelona, sobresalió por méritos propios en el mundo del espectáculo, enriqueció la vida cultural de la ciudad y demostró, en tiempos poco o nada propicios a ello, que cambiar de sexo puede ser un factor de enriquecimiento personal.

Nacido en Italia como Carlo Ángelo Follis, vivió los avatares de la segunda guerra mundial y, tras la adolescencia, se dedicó al transformismo en Hamburgo, Berlín y París hasta que en 1964 se lio la manta a la cabeza y con 600 francos franceses (de aquella época) en el bolsillo se marchó a Casablanca para ponerse en las manos del tenebroso doctor Burou quien le convirtió en mujer. Fue el cuarto caso registrado en el mundo, después de la famosa Coccinelle, un electricista de Niza y un tercero de nombre desconocido. La cirugía le convirtió en Carla, aunque en el mundo del espectáculo fue siempre conocida como Dolly van Doll.

Cierto desengaño amoroso le hizo poner tierra de por medio y aterrizó en Barcelona a mediados de los sesenta, donde le conocí cuando trabajaba en el cabaré Gambrinus, un local cutre del barrio chino -hoy Raval- con suelo de cemento, en el que anudó una buena amistad con otro artista del local, Madame Arthur (Modesto Mangas) antítesis de Dolly por su aspecto de gañán salmantino vestido de mujer. Por cierto, una anécdota entre ambos personajes: cierta Nochevieja Modesto decidió aprovechar el intermedio entre las dos funciones que ofrecían entonces los cabarés para salir del Gambrinus y dirigirse a pie al cercano Barcelona de Noche, donde su amiga Carla encabezaba el cartel. Atravesó la calle Conde del Asalto (hoy Nou de la Rambla) y pasó por delante de la comisaría que existía entonces en ella. El guardia de puertas, un número de la Policía Armada que debía ser novato porque en el barrio nadie se asustaba de nada, le detuvo. La broma le costó a Modesto unas “vacaciones” de varios meses en la Modelo por “escándalo público”.   

Dolly, todo elegancia, belleza y sensibilidad, no solo triunfó, sino que fue hormiga e invirtió sus ganancias a montar sendos cabarés en Valencia y Barcelona con el nombre de “La belle époque” que revolucionaron el género frívolo por su extraordinaria calidad y buen gusto. Casó con un español, del que fue también socia y con el tiempo se divorció. Pero nunca abandonó Barcelona, donde vivió el resto de su vida y donde acaba de fallecer.

Y lo más importante de todo: demostró que la transexualidad no tenía que ser necesariamente una condena a la marginación y a la degradación personal. Nunca fue chica de alterne, ni prostituta, sino artista y empresaria y, por si eso no fuera suficiente, una mujer con gran corazón que cuando se jubiló se dedicó a tareas benéficas. Me la encontré en cierta ocasión en el aeropuerto y me comentó que iba a Nepal donde había montado una organización de ayuda a los niños menesterosos de ese país del Himalaya.

“A veces, cuando se me ocurre mirar hacia mi interior y contemplar la peculiar personalidad que me ha hecho ser como soy, creo sinceramente que mi destino ha sido vivir entre grandes equivocaciones… yo nací con piel de mujer, con formas de mujer, con espíritu de mujer y con ademanes de mujer… yo creo que he nacido mujer con ese pequeño error de complemento: unos atributos masculinos que resultaban un contrasentido en mi forma de ser y de amar” le dijo a Pilar Matos en la biografía que ésta le dedicó (“De niño a mujer”)

Alcalde Collboni, ahora que los ayuntamientos intentan reequilibrar la toponimia urbana confiriendo mayor presencia a la mujer ¿no cree que sería una ocasión excelente para dedicar una calle de la ciudad a Dolly van Doll? 


 

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