La derecha desnortada

Algunos expertos en demoscopia sitúan el trasvase de votos del PP a Vox en cerca de un millón, es decir, una barbaridad. Salvando las distancias —que son siderales—, la actitud del PP me recuerda a la de la izquierda catalana en general y del PSC en particular de años atrás, cuando los progresistas se acomplejaban ante las iniciativas nacionalistas y pensaban que la solución era imitarlas.

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El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, en el Congreso Nacional de Empresa Familias celebrado en Burgos
Alberto Núñez Feijóo - EUROPA PRESS

 

Todas las encuestas publicadas, desde la vuelta de las vacaciones de verano, anuncian que Vox le está recortando las distancias al PP a marchas forzadas. En la calle Génova saben que tienen una vía de agua abierta por donde se les están escapando los votos a borbotones, y si no encuentran rápidamente un antídoto, esos votos acabarán yendo al zurrón de Santiago Abascal. 

Ante esta situación tan poco halagüeña para los intereses electorales de los populares, Alberto Núñez Feijóo y su grupo de colaboradores más cercanos han decidido bajar a la arena y enfrentarse abiertamente a la derecha extrema, pero en vez de hacerlo con un proyecto propio y con propuestas que refuercen el Estado del bienestar, han decidido ponerse a rueda de los de Abascal imitando sus políticas.   

Y claro, es casi imposible que eso funcione. Algunos expertos en demoscopia sitúan el trasvase de votos del PP a Vox en cerca de un millón, es decir, una barbaridad. 

Salvando las distancias —que son siderales—, la actitud del PP me recuerda a la de la izquierda catalana en general y del PSC en particular de años atrás, cuando los progresistas se acomplejaban ante las iniciativas nacionalistas y pensaban que la solución era imitarlas. Craso error como quedó demostrado porque el personal siempre prefiere el original a la copia.  

Uno de los ejemplos más evidentes de esa deriva de Feijóo es el plan sobre inmigración presentado hace unos días en Barcelona. El líder del PP aseguró que la nacionalidad española es “un regalo”, cuando la mayoría de extranjeros han de esperar 10 años y pasar un examen para acceder a ella. En su opinión, “No puede ser un mero trámite administrativo. Ser español no es solo vivir en España: es participar de un proyecto común, compartir una historia, unos valores y un destino. Por eso proponemos reforzar los requisitos de acceso a la nacionalidad. Queremos elevar el nivel de exigencia lingüística, cultural y constitucional”, dijo en su intervención. Sin embargo, según Marcelo Belgrano, abogado con 35 años de experiencia en extranjería, coordinador de los servicios de extranjería y asilo del  Ilustre Colegio de Abogados de Madrid (ICAM)  a la vez que vocal de la subcomisión de extranjería del Consejo General de la Abogacía Española (CGAE),  explica que: “Para acceder a la nacionalidad española, los extranjeros de la mayoría de países [el ”caso general" para la Administración] han de acreditar, según el Código Civil, 10 años de residencia legal y continuada; dos si son de países iberoamericanos, Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial, Portugal u origen sefardí y uno si están casados o casadas con un español o española". Además, se les exige un certificado de antecedentes penales y haber pasado el llamado examen de españolidad para demostrar el conocimiento del castellano y de la estructura política y legal española.  O sea, resulta evidente que ni Feijóo ni sus asesores más próximos están al día en cuestiones de leyes.  

Otro de los asuntos donde al PP siempre le han chirriado las bielas es con el aborto. Ahí los populares tienen que hacer martingalas invertidas para no enervar a su parroquia. Por eso no se entiende la actitud del alcalde de Madrid, Martínez Almeida, cuando semanas atrás, teniendo mayoría absoluta, dio la orden a su grupo municipal de apoyar una iniciativa de Vox para que sea obligatorio informar a las mujeres que quieren abortar de las supuestas consecuencias del síndrome posaborto. A menos, claro está, que lo que buscase Almeida fuera desestabilizar a la dirección nacional de su partido. 

Decía Winston Churchill que “Los adversarios están delante y los enemigos detrás”, y eso es justo lo que le sucede a Núñez Feijóo con Isabel Díaz Ayuso. La lideresa madrileña es una trumpista castiza que va por libre y desautoriza a su líder cuando le conviene. La presidenta de la Comunidad de Madrid se permite el lujo de decir que leyes se cumplen en la Comunidad y cuáles no. Así pues, como que ella no es partidaria del aborto, en Madrid no se confeccionará la lista de médicos que se niegan a practicar la interrupción del embarazo en la sanidad pública y como que la ley de la vivienda no es del agrado de la señora presidenta pues en Madrid no hay ley estatal de vivienda, que es aquella que justamente busca garantizar ese derecho, regular el mercado del alquiler, proteger a los colectivos vulnerables y promover la vivienda asequible. La norma también establece medidas como la posible declaración de zonas de mercado residencial tensionado para limitar los precios del alquiler. A todo esto, Feijóo, de vez en cuando, hace alguna matización, pero moderada, no sea que alguno de los suyo se pueda molestar, pero lo más habitual es que calle y ya se sabe que el que calla otorga. 

Estos son, tan solo, algunos apuntes sobre la deriva en que está inmerso el PP. Podría anotar bastantes más, como el caos en la gestión de Moreno Bonilla en Andalucía o las salidas de tono de Miguel Ángel Rodríguez sin que nadie le llame al orden, pero me parece que como muestra es suficiente. 

Es evidente que la derecha de nuestro país anda desnortada porque carece de un proyecto político propio, pero también por la falta de carisma y cuajo político de su líder Alberto Núñez Feijóo. Y eso no es una buena noticia, porque en democracia los contrapoderes son imprescindibles. 

Dicen que cada sociedad tiene los políticos que se merece. No lo sé. Pero, de ser cierta esa afirmación, podemos estar tranquilos porque entonces Feijóo nunca será presidente del Gobierno de España.  

 

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