Pedro Rollán niega la expansión de las lenguas cooficiales: "El castellano nos une a todos"

El presidente del Senado alerta de la "complejidad" de oficializar el catalán en la UE

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El presidente del Senado, Pedro Rollán, posa tras la entrevista
El presidente del Senado, Pedro Rollán, posa tras la entrevista. Juan Barbosa - Europa Press

 

El presidente del Senado, el ‘popular’ Pedro Rollán, ha vuelto a agitar el avispero político al declarar que no contempla ampliar el uso de las lenguas cooficiales —catalán, gallego y euskera— en la Cámara Alta. Su argumento central: el castellano “une a todos”, mientras rechaza las propuestas de los partidos independentistas para universalizar estos idiomas en todos los debates y documentos del Senado. Una decisión que, según él, pretende evitar “muro” entre ciudadanos, pero que en la práctica suena a un nuevo bloqueo a las demandas de pluralidad lingüística y respeto a la diversidad cultural del Estado.

Rollán ha afirmado en una entrevista con Europa Press que “la lengua debe ser un puente, no un muro”, pero se niega a darle rango de normalidad y presencia plena a las lenguas cooficiales en el Senado, donde su uso continúa restringido a unas pocas intervenciones en Pleno y algunos textos escritos.

Esta postura ha encendido las alarmas de los partidos independentistas y nacionalistas —ERC, EH Bildu, PNV, Junts, BNG y el grupo de Izquierda Confederal— que semanas atrás han unido fuerzas para intentar aprovechar la tramitación de una reforma del Reglamento impulsada por el PP para expandir el uso de estas lenguas en la Cámara Alta, tal como ya ocurre en el Congreso desde esta legislatura, bajo la presidencia de Francina Armengol.

El contraste es patente: mientras el Congreso de los Diputados permite el uso del catalán, el gallego y el euskera en todos los debates parlamentarios y en las sesiones de control al Gobierno, el Senado mantiene a estas lenguas relegadas a un segundo plano. Y todo ello en un contexto en que los socios del Gobierno reclaman en ambas cámaras “garantizar la utilización plena y normalizada” de estas lenguas.

El PSOE, el gran ausente

Resulta especialmente polémico que en la legislatura pasada, cuando el PSOE contaba con mayoría junto a sus aliados, apoyara la admisión a trámite de una propuesta de Junts para universalizar el uso de las lenguas cooficiales en el Senado, pero luego ralentizara la tramitación con múltiples ampliaciones del período de enmiendas. Finalmente, la iniciativa quedó enterrada por el adelanto electoral y la disolución de las Cortes. Esta maniobra ha sido interpretada por críticos como una traición a la pluralidad y a las promesas de defensa de las identidades culturales.

¿Lenguas oficiales en la Unión Europea?

Sobre la posible oficialidad del catalán, el euskera y el gallego en la UE, Rollán ha sido contundente al considerar “lógico” que la lengua mayoritaria de un país —en este caso el castellano— sea la oficial en las instituciones comunitarias. Ha alertado del enorme coste y complejidad que supondría añadir idiomas más, incluyendo traducciones simultáneas y bidireccionales en todos los ámbitos parlamentarios y documentales.

Pero además, ha sugerido que la reivindicación de estas lenguas “puede generar resquemores” relacionados con movimientos independentistas, insinuando que la verdadera motivación política detrás de la petición estriba en una estrategia soberanista que, según él, preocupa en Bruselas y otras capitales europeas.

La fractura social que no cesa

Estas declaraciones no hacen sino profundizar la brecha política y social que divide a España. Para algunos, la postura de Rollán es un firme compromiso con la unidad nacional y la defensa del castellano como símbolo de cohesión. Para otros, es un ejemplo más de la negación y marginación de las lenguas y culturas que conforman la riqueza plurilingüe del país, una posición que alimenta el descontento y el choque político.

La polémica está servida: ¿Es la defensa del castellano una defensa legítima de la unidad nacional o un obstáculo para el reconocimiento y respeto de la diversidad cultural? ¿Hasta qué punto debe llegar la presencia de las lenguas cooficiales en las instituciones del Estado? El debate ha saltado del hemiciclo al café de la esquina, polarizando aún más a una sociedad española cada vez más fracturada.

El Senado se convierte así en el nuevo epicentro de un debate que va mucho más allá de la lengua: simboliza el pulso entre centralismo y pluralismo, unidad e identidad, pasado y futuro de España. Y mientras tanto, millones observan, opinan y se posicionan en un escenario político que parece más dividido que nunca.

 

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