Enfermeras especializadas en salud mental: una figura que no existe en Catalunya y que cada vez hace más falta

En otras comunidades autónomas sí que existe esta figura, pero en el conjunto del país no se alcanzan unos ratios adecuados para dar respuesta al aumento de personas con problemas de salud mental

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Primer plano manos apoyo

 

Primer plano manos apoyo
Enfermera en acción / Freepik

La salud mental es uno de los talones de aquiles de la sociedad española. El punto de inflexión que agravó esta cuestión fue la pandemia por la Covid-19, pero previamente ya se detectó un aumento progresivo de los pacientes psiquiátricos. Según Pierluigi Antonelli, director general de Angelini Pharma, "los datos del Índice de Salud Mental 2.0. muestran que en 2030 los trastornos mentales representarán más de la mitad de la carga económica mundial", por lo que encontrar una forma de mejorar la salud mental de las personas se antoja como algo más que necesario. 

 

Sin embargo, el problema es que en España no se cubren las plazas suficientes de enfermería especializada en salud mental. Esto implica que los profesionales especializados están enfrentando y seguirán enfrentando una carga de trabajo significativa que solo hará que aumentar en el futuro. Como resultado, muchos trabajadores del sector sugieren que deberían valorarse más plazas para esta especialización y gestionar un aumento en la plantilla.

 

En los últimos años, el papel de las enfermeras de salud mental se ha vuelto esencial en las áreas psiquiátricas debido a los resultados positivos que han logrado con los pacientes, incluso en algunos casos, evitando el uso de medicamentos.

 

Según la Asociación Española de Enfermería de Salud Mental (Aeesme), a las enfermeras especializadas en salud mental no se las reconoce suficiente. A menudo, esto se traduce en una falta de vacantes en hospitales y otros centros sanitarios, por lo que acaban trabajando como enfermeras generalistas.

 

EN CATALUNYA NO APARECE ESTA CATEGORÍA

 

Lo más curioso de todo es que en Catalunya no se contempla esta categoría en la plantilla, a pesar de que es una especialidad que se puede estudiar en la región catalana. Esta situación se replica también en Asturias, Ceuta y Melilla. 

 

El resto de comunidades autónomas han creado esta figura de formas distintas. Por ejemplo, en algunas se ha fundado la categoría de enfermera especialista, independientemente de la especialidad concreta que tenga, mientras que en otras sí que se han hecho categorías individualizadas. 

 

 

Ante estas diferencias, el Sindicato de Enfermería (SATSE) ya ha pedido que se iguale la situación en todas las comunidades y ciudades autónomas, de forma que la oferta de plazas sea ecuánime y ajustada a las necesidades de cada zona. 

 

Las comunidades que incluyeron por primera vez la figura de enfermera especialista en su plantilla fueron Murcia y Extremadura. Otras comunidades, como la de Madrid, lo adoptaron en un par de años, mientras que en Castilla La Mancha se está tardando más. 

 

UNOS RATIOS MUY BAJOS

 

El problema es que el ratio de profesionales de la salud mental es demasiado bajo. Según datos ofrecidos por El Confidencial Digital, en España hay unos 5 o 6 enfermeros de salud mental por cada 100.000 habitantes, mientras que en otros países europeos como Noruega o Finlandia, la ratio asciende a 20. 

 

No ayuda tampoco que la figura de enfermera especializada en salud mental sea desconocida en muchos lugares. De hecho, muchas de ellas se acaban viendo obligadas a trabajar como enfermeras generalistas para poder tener un trabajo, aunque no sea de la especialización que han estudiado. 

 

Para revertir esta situación, es necesario dar a conocer su papel y que el resto de sociedad vean su labor para que el reclamo sea mayor. 

 

Estas profesionales tienen como tarea proporcionar apoyo y respuesta tanto a las familias como a los pacientes. Además, luchan contra el estigma que aún existe en la sociedad con respecto a las enfermedades mentales, colaboran con la atención primaria para evitar que los pacientes se desvinculen de su entorno a pesar de la enfermedad y son quienes más tiempo pasan con los pacientes. 

 

Gracias a esto, conocen todas sus capacidades, malestares, puntos fuertes y débiles, así como sus mecanismos de defensa, lo que es vital para poder trabajar con los pacientes y ayudarles a aprender a vivir con la enfermedad.

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