El gran 'zasca' de la Aemet a una conspiranoica de los 'chemtrails'

"Estamos hasta las narices de ver día sí y día también fumigar los cielos", afirma Susana dirigiéndose a la Aemet a traves de la red social X - antes conocida como Twitter-. 

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Dylan hunter Z E5OvSq4hA unsplash

 

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Supuestos chemtrails - UNSPLLASH

 

Desde hace más de dos décadas, una teoría conspirativa ha ganado terreno en la mente de muchas personas preocupadas por el medio ambiente y la salud humana: los chemtrails. Se refieren a las estelas de condensación dejadas por aviones, que algunos sostienen no son simplemente rastros de vapor de agua, sino una nebulosa de productos químicos tóxicos deliberadamente dispersados en la atmósfera. Aunque la comunidad científica ha desacreditado estas afirmaciones, las teorías conspirativas sobre los chemtrails persisten y siguen siendo objeto de intensos debates, incluso en las redes.

 

Este ha sido el caso de Susana Gil, de Valencia, que ha enviado un mensaje a la oficina de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) de esa región quejándose de que están fumigando los cielos.

 

"Estamos hasta las narices de ver día sí y día también fumigar los cielos", afirma Susana dirigiéndose a la Aemet a traves de la red social X - antes conocida como Twitter-. 

 

Anticipándose a la respuesta más obvia, la usuaria pide a la Aemet que no hable "de hielo en suspensión". "No hay quien se trague eso a no ser que seas un descerebrado", continua. 

 

La Aemet ha sido contundente en su respuesta, dándole un 'zasca' que ya acumula más de 7.000 'me gusta': "Hola Susana, lamentamos decepcionarte, pero es agua", ha afirmado la agencia, aportando información que desmiente esta conspiración. 

 

 

¿DONDE NACE LA TEORÍA CONSPIRATIVA? 

 

La preocupación por los chemtrails comenzó a principios de la década de 1990, coincidiendo con la proliferación de vuelos aéreos y el consiguiente aumento en la visibilidad de las estelas de condensación. A medida que las imágenes se volvieron más comunes en la vida diaria, algunos individuos comenzaron a especular sobre la verdadera naturaleza de estos rastros en el cielo.

 

Las teorías conspirativas sugieren que los chemtrails son, de hecho, una forma de geoingeniería clandestina. Afirman que gobiernos u organizaciones secretas están utilizando aviones para liberar sustancias químicas en la atmósfera con fines ocultos, como el control del clima, la manipulación de la salud pública o incluso la modificación del comportamiento humano.

 

LA RESPUESTA CIENTÍFICA: CHEMTRAILS VS. CONTRAILS

 

La explicación científica detrás de las estelas de condensación, conocidas como contrails, es relativamente simple. Se forman cuando el vapor de agua expulsado por los motores de los aviones se condensa en pequeñas partículas de hielo a altitudes elevadas y bajas temperaturas. Estos rastros son esencialmente nubes artificiales que desaparecen rápidamente debido a factores climáticos, como la humedad y la temperatura.

 

Sin embargo, las teorías conspirativas sostienen que hay una diferencia clave entre chemtrails y contrails. Afirman que los chemtrails persisten durante períodos mucho más largos, se expanden para cubrir grandes áreas y contienen sustancias químicas perjudiciales. La evidencia científica, sin embargo, desmiente estas afirmaciones. Estudios exhaustivos de las sustancias supuestamente encontradas en chemtrails han revelado que son consistentes con los compuestos químicos presentes en contrails normales.

 

MOTIVACIONES DETRÁS DE LA CONSPIRACIÓN

 

Entender por qué algunas personas creen en estas teorías es fundamental para abordar el fenómeno. En muchos casos, las teorías conspirativas sobre chemtrails están arraigadas en la desconfianza hacia el gobierno y las instituciones. La sensación de falta de control sobre eventos importantes, como el cambio climático o la calidad del aire, puede llevar a la búsqueda de explicaciones simplistas que den un sentido de comprensión y control.

 

Además, la complejidad de la ciencia detrás de los contrails puede resultar abrumadora para algunas personas, lo que lleva a la aceptación de explicaciones más simples y emocionalmente satisfactorias, aunque carezcan de base científica sólida.

 

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