Juan Antonio Guerrero, el jesuita que saneó las cuentas del Vaticano: “La economía debe reflejar los valores del Evangelio”

El ex prefecto de la Secretaría para la Economía repasa en una entrevista los avances y desafíos de la reforma financiera impulsada por el Papa Francisco.
 

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Juan Antonio Gurrero @Jesuitas Castilla y León

 

El jesuita español Juan Antonio Guerrero, quien fue durante tres años el máximo responsable de las finanzas del Vaticano, ha ofrecido una mirada profunda y honesta sobre la compleja estructura económica de la Santa Sede y los esfuerzos por hacerla más transparente y coherente con los valores evangélicos.

En entrevista con El Confidencial, Guerrero explicó que la economía vaticana se apoya en tres grandes pilares: la Santa Sede, el Estado Ciudad del Vaticano y el Instituto para las Obras de Religión (IOR), más conocido como el “banco vaticano”. Cada uno con funciones distintas, pero interconectadas: mientras la Santa Sede se encarga de la administración general y cuenta con unos 3.000 empleados, el Estado vaticano genera beneficios a través de los museos y servicios turísticos, y el IOR gestiona fondos de entidades eclesiásticas con autonomía operativa.

Durante el pontificado de Francisco, se ha impulsado una reforma profunda en el ámbito económico. Se crearon organismos como el Consejo para la Economía, la Secretaría para la Economía y la Oficina del Revisor General, con el objetivo de controlar, auditar y hacer trazables todas las operaciones. Según Guerrero, estas herramientas han ayudado a eliminar prácticas opacas y a acercar las finanzas vaticanas a los estándares internacionales.

Sin embargo, los desafíos persisten. La Santa Sede afronta un déficit estructural anual de entre 50 y 80 millones de euros. Guerrero sugiere que este desequilibrio podría mitigarse si los beneficios del Governatorato (administración del Estado vaticano) y del IOR se canalizaran hacia la Santa Sede, algo que depende de decisiones internas que aún están por resolverse.

Entre las reformas pendientes, destaca la necesidad de avanzar en la consolidación del sistema de pensiones y la creación de un comité independiente de inversiones, que refuerce la eficiencia y el control ético sobre los fondos.

Más allá de las cifras, Guerrero subraya que la economía del Vaticano debe estar al servicio de su misión espiritual. Durante la pandemia, por ejemplo, se evitaron despidos y se redujeron los sueldos más altos para proteger a los empleados con menores ingresos. “Se trata de ser coherentes con el mensaje del Evangelio”, afirma.

Con el horizonte de una futura transición papal, el ex prefecto considera fundamental consolidar las reformas para garantizar una Iglesia más justa, transparente y sostenible, tanto espiritual como económicamente.

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