Más allá del fuego: así es cómo el humo de los incendios afecta a millones de españoles

Los efectos de los incendios van a ir mucho más allá de lo que calcinen las llamas

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Incendio
Los incendios no solo queman, el humo también genera problema graves Foto: Europa Press

 

El fuego no da tregua pese a la bajada de las temperaturas y sigue castigando al noroeste de España, con especial incidencia en las provincias de Ourense, Zamora, León y la comunidad de Extremadura. Las llamas han obligado a evacuar a más de 30.000 personas en apenas una semana, desde que se declaró la fase de preemergencia, y se mantienen activos 29 focos en Castilla y León. La superficie quemada en España este año supera ya las 375.000 hectáreas, según las últimas estimaciones del programa Copernicus.

En Jarilla, donde un incendio amenaza el valle de Ambroz y ha cruzado la frontera con Castilla y León, entrando por el municipio salmantino de Candelario. En Galicia, con siete focos activos, cuatro operarios vinculados a labores de extinción han resultado heridos, uno de ellos con quemaduras graves, mientras los otros tres han sufrido heridas leves. El fuego de Larouco (Ourense) se ha convertido en el más grave de la historia gallega, con 20.000 hectáreas arrasadas, superando al incendio de Chandrexa de Queixa, que ha ralentizado su avance. La alta velocidad entre Madrid y Galicia sigue suspendida por sexto día consecutivo, y el presidente gallego, Alfonso Rueda, ha asegurado: “Quiero pensar que el Gobierno de mi país no está haciendo ningún juego político” en el envío de medios estatales de extinción.

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Los incendios asolan España

 

Un paisaje que se quema… y contamina

Pero las llamas no solo destruyen bosques y viviendas: el humo que se eleva hacia el cielo se convierte en un enemigo invisible para la salud de millones de personas. Las partículas finas (PM2.5 y PM10), el monóxido de carbono, el dióxido de nitrógeno, el ozono troposférico y los compuestos orgánicos volátiles pueden viajar cientos de kilómetros desde el foco del incendio, cubriendo ciudades y pueblos con un manto gris que tiñe el aire y reduce la visibilidad. Este verano, áreas como Ourense, León, Zamora o Extremadura han registrado niveles de contaminación comparables a los de grandes urbes, a pesar de ser zonas rurales, lo que evidencia la rapidez y la extensión del impacto del humo.

La presencia de estas partículas no solo ensucia el paisaje, sino que altera los ecosistemas. Plantas y animales sufren la reducción de luz solar y la contaminación del aire y del agua. Cultivos agrícolas pueden ver afectada su productividad y calidad, mientras ríos y embalses reciben cenizas que modifican su equilibrio químico, complicando la vida de quienes dependen de ellos. El impacto económico y ambiental se suma así al riesgo directo para la salud de las personas.

 

 

El humo que afecta al cerebro y al cuerpo

Más allá de los efectos respiratorios, el humo tiene consecuencias neurológicas cada vez más documentadas. La exposición a partículas PM2.5 puede reducir la atención y la memoria incluso en pocas horas, mientras que estudios recientes muestran que un incremento mínimo en la exposición aumenta el riesgo de demencia y trastornos cognitivos a largo plazo. La inhalación repetida de compuestos tóxicos también está asociada a inflamación cerebral, estrés postraumático y ansiedad, afectando especialmente a quienes viven cerca de los incendios o trabajan en labores de extinción.

Los más vulnerables

Niños, personas mayores y embarazadas son los más afectados, pero también quienes padecen enfermedades respiratorias o cardiovasculares. Trabajadores al aire libre, bomberos y habitantes de zonas rurales cercanas a los focos se enfrentan diariamente a riesgos elevados. Las autoridades recomiendan evitar actividades al aire libre, monitorear la calidad del aire y utilizar mascarillas con filtros N95 en las zonas más afectadas, aunque los esfuerzos de prevención y extinción se ven ralentizados por la magnitud y velocidad de los incendios, como ocurre actualmente en Galicia, Castilla y León o Extremadura.

De este modo, España afronta un verano marcado por la devastación de sus bosques, la amenaza a la vida humana y la contaminación de aire y agua, un recordatorio de que el fuego deja cicatrices mucho más profundas que las visibles desde el cielo.

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