Barcelona se secará como Túnez y Madrid, abrasador como Marrakech: el futuro climático de España en 2050

Olas de calor extremas, escasez de agua y cultivos en riesgo; un informe proyecta cómo el cambio climático transformará ciudades, viviendas y vidas en los próximos 25 años

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Barcelona con un clima similar al de Túnez Foto generada con IA

 

“Madrid tendrá el clima de Marrakech y Barcelona el de Túnez”. La frase del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la presentación del Pacto de Estado frente a la emergencia climática, no es una metáfora exagerada, sino un aviso basado en proyecciones científicas y gubernamentales. España se enfrenta a un aumento de temperaturas que transformará su geografía climática, afectando tanto a la vida urbana como al entorno natural.

Los estudios detrás de la afirmación

El informe España 2050, presentado por el Gobierno en 2021, proyecta un aumento de hasta 5°C en las temperaturas medias de algunas regiones. Por su parte, un estudio de ETH Zurich, que analizó más de 500 ciudades, concluyó que muchas urbes españolas tendrán climas similares a localidades situadas casi 1.000 kilómetros más al sur. Además, organismos internacionales como C40 Cities y la NASA advierten que ciudades como Madrid podrían volverse inhabitables durante los veranos por olas de calor extremas.

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Representación de Madrdi en un clima como el de Marrakech  Foto generada con IA

¿Qué está causando este cambio?

Entre los factores que impulsan estas transformaciones destacan las emisiones de gases de efecto invernadero, la urbanización acelerada, que genera el efecto “isla térmica”, y la desertificación, que amenaza al 75% del territorio español. La combinación de estos elementos multiplica los riesgos de sequías, incendios y olas de calor extremas.

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Tabla comparativa del clima de Barcelona y Madrid con sus proyecciones a 2050

¿Cómo cambiarían nuestras vidas?

Los efectos del cambio climático serán palpables en distintos ámbitos de la vida cotidiana y en toda la geografía española, con especial impacto en ciudades como Barcelona y Madrid si se convierten en Túnez y Marrakech respectivamente. Así los reflejan los estudios mencionados:

Salud pública:
El aumento de las temperaturas extremas tendrá un impacto directo en la salud. Los golpes de calor serán más frecuentes y graves, afectando especialmente a ancianos, niños y personas con enfermedades crónicas. Además, se espera un incremento de enfermedades respiratorias derivadas de la contaminación y el calor, como asma y bronquitis. Las muertes por calor podrían multiplicarse por cinco, pasando de 1.500 a 8.000 al año, convirtiéndose en un problema sanitario comparable a pandemias o accidentes de tráfico.

Vivienda y urbanismo:
La infraestructura urbana deberá adaptarse a las nuevas condiciones climáticas. Esto implicará reforzar el aislamiento térmico de los edificios, instalar techos verdes que reduzcan el efecto “isla de calor” y ampliar los sistemas de refrigeración eficientes. Los planes urbanísticos deberán incluir más zonas verdes y corredores de sombra para mitigar las temperaturas en espacios públicos. La orientación de los edificios, la ventilación natural y el uso de materiales sostenibles se volverán cruciales para garantizar confort y salud.

Agua:
La escasez hídrica se intensificará. Se estima que hasta 7 millones de personas podrían vivir en zonas con estrés hídrico severo, donde el acceso al agua para consumo, riego y uso doméstico será limitado. Será necesario implementar sistemas de ahorro y reutilización del agua, modernizar infraestructuras hidráulicas y fomentar prácticas de gestión eficiente en la agricultura y la industria. La desalinización y el almacenamiento estratégico también jugarán un papel creciente.

Turismo:
Los veranos extremos podrían desplazar la temporada turística hacia primavera y otoño, cuando las temperaturas sean más tolerables. Ciudades como Barcelona y Madrid podrían perder parte del turismo de verano, afectando a la economía local y a los empleos ligados al sector. Al mismo tiempo, podrían surgir nuevos destinos turísticos alternativos y aumentará la demanda de alojamientos adaptados al calor y la eficiencia energética.

Agricultura:
Los cultivos tradicionales como el olivo o los cereales podrían reducirse en varias regiones. La adaptación requerirá técnicas más resilientes, como variedades resistentes al calor y la sequía, riego eficiente, agroforestería y diversificación de cultivos. Las pérdidas económicas podrían ser importantes si no se aplican medidas de adaptación rápida, y la seguridad alimentaria también se verá afectada.

Otros impactos:
La movilidad urbana y el transporte podrían verse condicionados por el calor extremo, afectando la productividad y la calidad de vida. Además, se intensificarán los riesgos de incendios forestales, erosión del suelo y pérdida de biodiversidad, lo que obliga a una planificación preventiva integral.

¿Hay esperanza?

Pese al panorama preocupante, existen vías para mitigar el impacto: pactos climáticos como el propuesto por Sánchez, la transición energética, la adaptación urbana y la educación ciudadana. España tiene en sus manos la oportunidad de transformar este desafío en una política de Estado que proteja a sus ciudades, su gente y su entorno natural.

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