Tras el robo en el Louvre descubre los robos más famosos en nuestros Museos
El reciente robo en el Louvre reitera que, pese a la tecnología, la vulnerabilidad humana y operacional sigue siendo el eslabón más débil en la cadena de custodia del arte.
El patrimonio cultural de España se encuentra bajo una intensa vigilancia a raíz de recientes incidentes, que van desde hurtos puntuales hasta conflictos legales de larga data, y que ahora se ven enmarcados por la alarma global generada por el robo de joyas de la corona en el Museo del Louvre. Este suceso, perpetrado este domingo por una banda profesional, ha puesto a la comunidad museística mundial en estado de alerta y subraya la constante vulnerabilidad de las colecciones de alto valor
El robo en Barcelona
En abril de 1988, incluyendo el conocido "Retrat d'una vaileta", causó gran conmoción y puso en evidencia las graves deficiencias de seguridad de los museos. El asalto ocurrió la madrugada , cuando dos delincuentes comunes con historial previo accedieron al interior de una sala rompiendo las paredes acristaladas con mazas y un martillo mecánico.
La facilidad del hurto se debió a una serie de fallos "sorprendentes": el sistema de alarma estaba desconectado por obras de ampliación, la perra guardiana se encontraba atada e inoperativa por haber parido cachorros, y el vigilante de seguridad, un hombre jubilado de 62 años, no estaba armado ni capacitado para actuar. Para colmo, el personal del museo y la Guardia Urbana instruyeron a los servicios de limpieza para recoger los restos antes de que llegara la policía científica, impidiendo la recolección de huellas o evidencias.
Tras dos meses de investigación, los responsables fueron detenidos y se recuperó la totalidad del botín; los ladrones confesaron que tenían planeado su próximo objetivo: el Museo Picasso, al que consideraban un "golpe fácil". Estos hechos impulsaron a los medios catalanes a denunciar el "desamparo de los museos" y a exigir mayor inversión en medios técnicos y profesionalización
El robo arqueológico
Agentes de la Policía Nacional en 2023 recuperaron 37 piezas arqueológicas "de gran importancia" que se encontraban expuestas en el Museo de Arqueología Iberia de Figuerola del Camp (Alt Camp). Estas piezas habían sido robadas de diferentes yacimientos, incluyendo la ciudad celtibérica de Aratis (Zaragoza). En el interior del museo, los agentes también descubrieron otras 18 piezas que resultaron ser falsificaciones. Tras confirmar el origen de los objetos, la policía procedió a la detención del responsable del museo. Se le acusa de varios delitos: contra el patrimonio histórico, receptación y sustracción de cosa propia a su utilidad social o cultural.
El Ayuntamiento de Figuerola del Camp ha expresado su sorpresa ante la investigación, que ha sido bautizada como operación Pendejo. La investigación de la Policía Nacional comenzó en 2021 , cuando intervinieron en el mismo museo una escultura de un toro de origen íbero que procedía de un expolio cometido en Córdoba durante los años 90. En aquella operación inicial, denominada operación Calçots , los agentes ya detectaron otros objetos que podrían ser robados y abrieron una investigación para confirmarlo. Se llevaron 55 piezas que fueron analizadas por técnicos del Gobierno de Aragón y expertos del Ministerio de Cultura y Deporte, lo que permitió determinar cuáles habían sido robadas y cuáles eran falsas.
El Palacio Real de Madrid
En agosto de 1989, Patrimonio Nacional hizo público el robo de tres obras de arte del Palacio Real de Madrid. Lo más notable fue que los sistemas de alarma no se activaron , y no se pudo precisar el día exacto del hurto. Dos meses después, se anunció la desaparición de una cuarta pieza.
El botín estaba compuesto por obras de pequeño formato , lo que indica que los ladrones calcularon bien para pasar desapercibidos. Las obras robadas fueron dos Velázquez (una Cabeza de dama y una Mano del retrato del arzobispo Fernando Valdés) , un Busto de dama de época de Carlos II de Juan Carreño de Miranda , y un boceto para el San Carlos Borromeo de Francisco Bayeu. Las piezas se encontraban en la zona de Museos Nuevos del Palacio.
El robo se produjo en pleno mes de agosto, con gran parte del personal de vacaciones y mientras el Palacio era objeto de obras de remodelación, lo que facilitaba el movimiento de personas externas y subcontratas. Un año después del robo, la policía, que había investigado a ocho personas sin encontrar indicios sólidos, seguía sin pistas. Se manejó la hipótesis de que, debido a lo "limpio" del robo y a la imposibilidad de vender las piezas en subastas, se trataba de un robo por encargo y planificado.
El Museo del Prado
El Tesoro del Delfín fue el primer robo sufrido por el Museo del Prado. Este selecto conjunto de vasos preciosos, procedente de la colección de Luis de Francia, llegó al museo como herencia de Felipe V con 169 piezas. Sin embargo, el conjunto ha sufrido pérdidas constantes; una cuarta parte se perdió o quedó mutilada por hurtos sucesivos.
A un saqueo perpetrado por las tropas francesas en 1813 (obras que luego fueron devueltas) se sumó un hurto más sutil: en 1918 se descubrió la desaparición de 11 piezas que habían sido sustraídas de manera continuada por un empleado del museo. El trabajador fue denunciado y encausado, pero "ni terminó en la cárcel ni las piezas aparecieron".
La Biblioteca Nacional de España
Un escenario de varios incidentes de sustracción de documentos de alto valor. En 2007, se produjo un escándalo por el robo de dos mapamundis grabados e ilustrados de la Sala Cervantes, sustraídos de ejemplares de la edición incunable Ptolomeo Cosmografía, la cual solo era accesible para investigadores. El incidente tuvo gran repercusión y provocó la destitución de la entonces directora, Rosa Regás.
Años más tarde, en 2018, la BNE denunció la pérdida del ejemplar Sidereus Nuncios de Galileo Galilei. La historia de esta pieza es particularmente confusa: la pérdida del original se detectó en 2014, pero la institución no la denunció hasta cuatro años después.
Cuando el Ministerio de Cultura investigó el asunto a fondo, un informe concluyó que no era solo una, sino cinco las obras desaparecidas. Se sabe que el ejemplar de Sidereus ya se había robado en 1987 junto a otras obras científicas que fueron devueltas en 1988. Sin embargo, al descubrirse en 2014 que el libro era una falsificación, no se pudo confirmar si esto se debía a que el ejemplar devuelto 35 años atrás no era el original, o si fue robado nuevamente después.
La vulnerabilidad humana
Todos estos incidentes, que abarcan desde el descuido con alarmas desconectadas en la Fundación Miró hasta la confusión de falsificaciones y robos múltiples en la Biblioteca Nacional, evidencian que el problema de la seguridad del patrimonio sigue siendo actual.
Como lo demuestran los casos en España —donde el robo en el Palacio Real se produjo en un mes de agosto con personal de vacaciones y obras de remodelación—, el momento más peligroso para el patrimonio cultural local ocurre precisamente cuando no hay personal suficiente o cuando hay obras. El reciente robo en el Louvre reitera que, pese a la tecnología, la vulnerabilidad humana y operacional sigue siendo el eslabón más débil en la cadena de custodia del arte.
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