Catalunya libra su gran batalla aérea contra la procesionaria: 17.500 hectáreas en el punto de mira
La Generalitat ha desplegado una ofensiva biológica sobre 17 comarcas para contener la plaga de la procesionaria del pino, un insecto que amenaza la salud, el turismo y los bosques catalanes.
Desde hace semanas, el zumbido constante de los rotores de helicópteros y avionetas rompe el silencio otoñal de los pinares catalanes. Es el sonido de una batalla que se repite cada año: la lucha contra la procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa), una plaga forestal tan persistente como dañina, cuyas consecuencias se sienten en los ecosistemas, la salud humana y la economía rural.
El Departament d’Agricultura, Ramaderia, Pesca i Alimentació ha puesto en marcha la nueva campaña de control biológico sobre 17.500 hectáreas distribuidas en 17 comarcas, un operativo que combina aviones y helicópteros en proporciones iguales. Aunque el área tratada representa solo el 2% de los pinares catalanes, el objetivo es ambicioso: reducir drásticamente la densidad de orugas y prevenir daños mayores durante el invierno y la primavera.
En palabras del propio Departament, se trata de una actuación “imprescindible para mitigar los efectos sociales, económicos y sanitarios derivados del aumento poblacional de la especie”.
La plaga que amenaza el equilibrio del bosque mediterráneo
La procesionaria del pino no es una especie invasora: forma parte del ecosistema mediterráneo desde hace siglos. Sin embargo, el cambio climático ha alterado su ciclo biológico y ampliado su área de expansión. Los inviernos más templados han favorecido que las larvas sobrevivan a las bajas temperaturas, multiplicando su presencia incluso en altitudes donde antes no lograban prosperar.
El problema no se limita a la defoliación de los árboles. Las orugas, cubiertas de pelos urticantes, provocan alergias, irritaciones cutáneas y reacciones respiratorias tanto en personas como en animales domésticos y ganaderos. En zonas rurales y turísticas, su proliferación genera también un impacto económico al reducir las visitas y complicar la actividad agrícola.
Durante los meses fríos, las larvas descienden de los pinos formando las características filas o “procesiones” que les dan nombre. Es entonces cuando el riesgo para la población aumenta. “No es una cuestión estética ni forestal, sino de salud pública y convivencia con el entorno natural”, insisten desde el Govern.
Tecnología biológica en lugar de pesticidas
La Generalitat ha optado nuevamente por una herramienta biológica: el Bacillus thuringiensis variedad kurstaki, una bacteria natural que afecta únicamente a las larvas de lepidópteros y resulta inocua para el resto de especies. Este enfoque, compatible con la agricultura ecológica, “no está clasificado como tóxico ni como peligroso para el medio ambiente”, subraya el comunicado oficial.
El tratamiento aéreo se aplica en otoño, cuando las orugas se encuentran en sus primeras fases de desarrollo, momento en que el producto es más eficaz. La finalidad no es eliminar totalmente la plaga —una misión imposible y antiecológica—, sino mantenerla en niveles que no comprometan la salud ni el equilibrio forestal.
Esta apuesta por soluciones sostenibles forma parte de una estrategia a largo plazo que prioriza la prevención, la vigilancia constante y la restauración natural del bosque frente a la respuesta química masiva.
Ripollès y Alt Empordà: el frente más activo de la campaña
Los esfuerzos se concentran especialmente en las comarcas del Ripollès y el Alt Empordà, donde la densidad de pinares y las condiciones climáticas han favorecido una fuerte expansión del insecto. En estas zonas se han tratado 3.816 y 2.919 hectáreas respectivamente, seguidas de otras actuaciones significativas en el Penedès (Barcelona) y el Tarragonès (Tarragona).
El plan incluye vuelos coordinados con estrictos controles meteorológicos: el viento, la humedad y la temperatura determinan el momento exacto de las fumigaciones para garantizar la eficacia del producto. Los técnicos supervisan la operación desde tierra, coordinando la acción de pilotos y equipos de seguimiento ambiental.
“La precisión es esencial. Un margen de error de pocas horas puede reducir la efectividad del tratamiento o comprometer su uniformidad”, explican fuentes del equipo técnico.
Un problema creciente en la era del cambio climático
Las campañas de control, que en los años noventa se limitaban a áreas concretas del interior, se han ido ampliando conforme las temperaturas medias han aumentado. Hoy, la procesionaria se ha desplazado hacia cotas más altas y latitudes más septentrionales, afectando incluso a zonas antes libres del insecto.
El fenómeno no es exclusivo de Catalunya. Comunidades como Aragón, Castilla y León o Andalucía registran también incrementos notables de infestaciones. La Agencia Europea de Medio Ambiente advierte que la expansión de especies autóctonas con comportamientos “invasores” será uno de los grandes retos ecológicos del siglo XXI.
“La procesionaria es un termómetro del cambio climático: su presencia creciente refleja un invierno que ya no es lo que era”, señalan investigadores forestales del Centre de Ciència i Tecnologia Forestal de Catalunya (CTFC).
Impacto en la salud y la vida rural
Los efectos de la plaga se perciben especialmente en las áreas rurales. Ganaderos y excursionistas son los primeros en notar los daños: animales con lesiones cutáneas, rebaños que evitan determinadas zonas y visitantes que deben modificar rutas por precaución.
Los municipios turísticos, por su parte, ven cómo los pinares costeros —uno de sus principales atractivos naturales— sufren defoliaciones que deterioran el paisaje. La procesionaria, aunque pequeña, se ha convertido en un símbolo del desafío entre desarrollo humano y conservación ambiental.
Una estrategia de futuro para un bosque más resiliente
Más allá del tratamiento aéreo, la Generalitat mantiene un programa anual de seguimiento de la plaga que combina sensores, trampas de feromonas y observaciones en campo. Los datos recopilados permiten prever las zonas de mayor riesgo y planificar las actuaciones del siguiente año.
El Govern insiste en que la clave está en la gestión forestal integral: diversificar especies, reducir la densidad de pinares y promover la regeneración natural para minimizar las condiciones que favorecen la proliferación de la procesionaria.
“Los bosques más diversos son más fuertes ante las plagas”, recuerdan los técnicos del Departament. “No se trata solo de fumigar, sino de entender el equilibrio que hace posible su estabilidad”.
Más allá del bosque: una lección ambiental
El caso de la procesionaria del pino revela hasta qué punto los problemas ambientales son fenómenos complejos, entrelazados con la salud pública, la economía y la planificación territorial. Catalunya afronta este reto con un enfoque que combina ciencia, tecnología y sostenibilidad, consciente de que las soluciones rápidas rara vez son duraderas.
Cada vuelo sobre los pinares no solo busca frenar una plaga: también simboliza la capacidad de adaptación de una sociedad que entiende que la gestión del territorio es una tarea compartida entre gobiernos, científicos y ciudadanos.
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