La madre caníbal: mató a su marido, lo cocinó con verduras y se lo dio de comer a sus hijos

Katherine Knight asesinó brutalmente a su pareja y sirvió los restos en platos destinados a sus hijos.

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Katherine Knight   REDES SOCIALES
Katherine Knight - REDES SOCIALES

 

El caso de Katherine Knight estremeció a toda Australia. En un crimen que parece sacado de una película de terror, esta mujer se convirtió en la primera australiana condenada a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional tras cometer un acto de canibalismo y asesinato en 2000.

Knight, madre de cuatro hijos, apuñaló brutalmente a su pareja, John Price, 37 veces, lo decapitó, hirvió su cabeza y desolló el cuerpo, colgándolo de un gancho como en los mataderos donde ella solía trabajar. Pero lo más macabro fue lo que hizo después: cocinó partes del cuerpo con patatas y verdura, sirviéndolas en platos con los nombres de sus hijos.

El crimen ocurrió en la pequeña localidad de Aberdeen, Nueva Gales del Sur, el 29 de febrero del año 2000. Price ya había solicitado una orden de alejamiento por violencia previa, pero la pareja se había reconciliado poco antes del ataque mortal. Antes de morir, Price advirtió a sus compañeros que si no llegaba a trabajar, alertaran a la policía.

La policía encontró a Knight inconsciente tras haber ingerido pastillas. A su alrededor, una escena espeluznante: el cadáver de Price, la piel colgada como si fuera un abrigo, y restos cocinados en la cocina. En una olla hervía la cabeza de Price.

El juez del caso calificó el crimen como uno de los más atroces en la historia del país: “Los últimos minutos de vida de Price fueron de terror absoluto. Para ella, fueron de disfrute total”, dijo Barry O’Keefe.

Knight, que tenía un historial de violencia y abusos desde la infancia, intentó asesinar a su primer marido, golpeó a otra pareja con una sartén y mató al perro de un novio posterior. Su infancia estuvo marcada por abusos sexuales que, según psicólogos, influyeron en su conducta psicopática.

A pesar de su historial, nadie imaginó un desenlace tan brutal. La historia de Katherine Knight permanece como una advertencia eterna sobre los signos ignorados del peligro.

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