¿Quién es el pensionista que pone motores a reacción en todo?

Este hombre convierte su jubilación en una exhibición constante de fuego, velocidad y locura motorizada. En su garaje del desierto estadounidense, cualquier objeto es candidato a convertirse en una máquina de propulsión

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Moto
Imagen publicación en redes

 

Robert Maddox no es un pensionista cualquiera. Amante de la velocidad y del rugido del metal, dedica sus días a diseñar y montar vehículos propulsados por motores a reacción. Desde motos hasta carros improvisados, pasando por bicicletas y trineos con ruedas, su obsesión por la potencia lo ha convertido en una figura de culto en redes sociales, especialmente en Instagram y YouTube, donde miles de seguidores disfrutan viendo sus invenciones escupir fuego y alcanzar velocidades imposibles.

 

Pasión a reacción

En los vídeos que comparte, siempre aparece con actitud desafiante, estética de rockero y una sonrisa que mezcla adrenalina con nostalgia. Su estilo es tan llamativo como sus máquinas: gafas oscuras, chupa de cuero y una especie de garage-laboratorio donde trabaja con mimo cada nuevo artilugio. El fuego es parte del espectáculo. Literal. Sus vehículos lanzan llamaradas, rugen como bestias y dejan nubes de polvo a su paso.

Del retiro al culto viral

Maddox comenzó como constructor amateur de motores pulsejet —un tipo de propulsor de combustión pulsante, usado históricamente en misiles y drones—. Su destreza técnica y su enfoque autodidacta lo llevaron a dominar la mecánica hasta niveles que sorprenden incluso a ingenieros profesionales. Lo que empezó como una afición se ha transformado en un fenómeno viral que lo ha convertido en uno de los creadores más extravagantes del mundo del motor casero.

Un mensaje entre líneas: nunca es tarde para la pasión

Más allá del espectáculo, Maddox transmite un mensaje claro: la jubilación no tiene por qué ser el final del camino creativo. Con cada nueva máquina, grita —a propulsión— que la edad no limita el ingenio, y que la pasión no se jubila. En su mundo, la rutina no se aparca: se enciende, se impulsa... y despega.

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