Hay países que, cuando hablan de su pasado, alaban a reyes y reinas, generales u otros tipos de militares, criminales de diversas formas y maneras que, debajo de coronas u otros tipos de sombreros, han prestado servicio al mantenimiento de un pequeño grupo dirigente al frente de la sociedad, a quien se ha enseñado a alabarlos. En nuestro país, alabar a reyes y reinas medievales era un trabajo para el que nos preparaban los dueños de cada uno de los momentos pasados, pero alabarnos a nosotros mismos es mucho más moderno, democrático y, sobre todo, sano.
Y para alabarnos nosotros mismos, nada mejor que alabar a las luchas y a las luchadoras que nos precedieron y que alcanzaron las mayores conquistas sociales que seguimos disfrutando. En la sociedad industrial basada en el salario y en las clases, que con su combate hacen que la historia camine, la conquista de la jornada de las ocho horas es un hito que deberíamos recordar cada año, cada mes y cada minuto, todas las personas que nos dedicamos a vender nuestra fuerza de trabajo, ya sea físico o intelectual, a cambio de un salario y en un horario concreto, o no tan concreto.
Ahora bien, para conocer nuestro pasado hay que sacar el polvo de montones de Romanalles antiguas y pasadas de moda y de vueltas que apuntalan y mantienen precisamente la desmemoria para que, sin conocer el pasado, nunca miremos el futuro con ganas y posibilidades de cambios a fondo, de cambios estructurales. Es por ello que la huelga de la Canadiense tiene tan poca literatura a su alrededor y tan pocos referentes bibliográficos accesibles. Esto acaba de cambiar hace sólo unos meses. El incansable historiador Ferran Aisa ha sacado a la calle dos libros, uno en catalán y otro en castellano, sobre la huelga que nos llevó a la jornada de ocho horas, la huelga de la Canadiense, dos libros que son uno y que hay leer para saber de dónde venimos y, si nos queremos mover de lugar, qué hay que hacer o qué hacer en unos momentos determinados para conseguirlo.
Era 1919 y la lucha por las ocho horas de jornada laboral era un objetivo compartido por la mayoría de la clase obrera catalana, que desde 1870 se organizaba de forma muy mayoritaria en un sindicato anarquista, la CNT en ese momento. 44 días de huelga acabaron el 3 de abril con un Real Decreto en el que el Gobierno español del conde de Romanones decretaba la jornada laboral de 40 horas semanales. A finales de 1918, se había iniciado un conflicto entre la empresa Canadian Bank of Commerce of Toronto (conocida como La Canadiense) y sus obreros del pantano de Camarasa. Era un conflicto que derivaría en una huelga que comenzaba de forma oficial el 5 de febrero del año siguiente y que tendría muy diversos episodios que Aisa cuenta con multitud de datos en este libro, La huelga de la Canadiense. La conquista de las ocho horas, que ha publicado Entre Ambos en su versión castellana.
El libro recorre cada uno de los momentos de la huelga y analiza el entorno social e histórico en que se desarrolló la que, sin lugar a dudas, sigue siendo la huelga más importante de la historia de los Países Catalanes y que contó con dirigentes obreros de la talla de Simó Piera, Ángel Pestaña o, sobre todo, Salvador Seguí, cuya figura se convirtió en mítica a la vez que decisiva tanto en el combate como en las negociaciones que se derivaron.
Es esta la historia que debemos conocer, es este el relato del pasado que nos conviene, es esta la mirada que nos puede dar herramientas suficientemente potentes para convertirse resolutivos y no sólo teóricos, pensadores y no sólo prácticas. Porque es en la síntesis de lucha y táctica, de pensamiento a largo plazo y práctica resolutiva sin dudar demasiado donde podemos situar los factores que determinaron que una huelga pequeña como todas las que comienzan en la periferia convirtiera general, revolucionaria y aportara una mejora de las condiciones de la clase obrera que se mantiene hasta hoy, aunque ya sabemos perfectamente que los dueños no paran de hacer lo imposible, y en muchos casos lo acaban consiguiendo, para que perdamos todo si cada uno de los derechos colectivos que disfrutamos, todos ellos conseguidos luchando, todos ellos conseguidos venciendo.
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