'Salvados por Francisco': la actuación del papa Francisco frente a la dictadura militar argentina
Muchos de los que fueron salvados de la persecución por la discreta actuación del jesuita durante la dictadura militar testimoniaron en su favor cuando llegó el momento de enjuiciar las conductas en aquel dramático período de la historia argentina.
No ha sido fácil la historia de la República Argentina a lo largo del siglo XX. El país andino tuvo que soportar durante el pasado siglo hasta seis dictaduras militares, la última de la cuales, tras la destitución de la presidenta María Estela Martínez de Perón y durante su gestión entre 1976 y 1983, desarrolló una política represiva tan cruel que se estima llegó a causar más de 30.000 víctimas.
El que años después había de ser elegido obispo de Roma y Sumo Pontífice de la Iglesia Católica era entonces un jesuita que tres años antes del golpe de Estado había sido elegido provincial de la Compañía de Jesús en Argentina, cargo desde el que debió afrontar su postura personal y la de su orden ante la implantación del régimen militar. Duzdevich, autor del libro '¡Salvados por Francisco¡' (B, Penguin Random House) recuerda que “acerca de la postura del episcopado católico en tono a 1976 pueden señalarse tres líneas internas. En primer lugar, los tradicionalistas, quienes consideraban a la Fuerzas armadas "custodios naturales de los valores inmutables de la catolicidad" y, en consecuencia, manifestaron públicamente su adhesión al gobierno militar…
En segundo lugar, los conservadores, corriente mayoritaria de la jerarquía eclesiástica, cuya preocupación central consistió en "garantizar la cohesión de la Iglesia y la del propio cuerpo episcopal a partir, fundamentalmente, de un férreo disciplinamiento de las corrientes -tanto clericales, como laicos- más radicalizadas del campo católico"... El tercer sector estaba compuesto por aquellos obispos que se habían adherido al proceso de renovación promovido por el Concilio Vaticano II”.
No fue fácil el posicionamiento de un hombre como Bergoglio de talante abierto y tolerante, que había sido acusado de peronista, ante la situación del país y el compromiso de muchos cristianos, en incluso de algunos miembros de su misma orden, con los movimientos de oposición a la dictadura. Había que tratar de sortear la situación con una acción discreta que sin duda habría de ser mucho más eficaz que otra de carácter testimonial, todo lo heroica que se quiera, pero inútil. Esta fue la opción elegida por el superior de los jesuitas que aprovechó su cargo de rector del Colegio Máximo y de la Facultad de Filosofía y Teología de la Universidad de San Miguel para esconder a perseguidos y burlar la acción de las fuerzas militares y parapoliciales.
Pero como dice Duzdevich -por cierto, antiguo montonero- "el tiempo pasó. Terminó la dictadura y el país volvió a vivir en democracia. La sociedad exigió memoria, verdad y justicia. Se comenzó a indagar el pasado de mucha gente. Y un buen día, Jorge Bergoglio empezó a ser cuestionado y hasta tuvo que pasar por un estrado judicial en calidad de testigo". La actuación del luego arzobispo de Buenos Aires y más tarde Papa, fue puesta en tela de juicio y entonces tuvieron que ser muchos de los beneficiados por ella los que no dudaron en deponer su testimonio para explicar su propia experiencia y demostrar cómo pudieron sortear la persecución, y en muchos casos salvar la vida, gracias a la ayuda que encontraron en el jesuita.
"Bergoglio aceptó desempeñar un papel que combinaba ambigüedad con simulación para moverse dentro de un ámbito de mucha desconfianza y hostilidad". Con un excelente resultado, por cierto, a tenor de lo que demuestra este libro que constituye una defensa férrea de una conducta que no duda en considerar la más acertada.
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