Un 17 de agosto en las Ramblas

María Valle
Diputada de Ciudadanos en el Parlament

De aquellos recuerdos de la niñez que guardo como un tesoro en la memoria tengo encerrado bajo llave el de la primera vez que pisé las Ramblas. Porque mirar las Ramblas con los ojos de una niña era como pasear por una feria llena de ruido, luz y color sin poder abarcar con la mirada todo aquello que llamaba tu atención. Guardo también aquellos paseos románticos que, apenas empezada la juventud, dabas con tu q adentrándote en el Mercado de la Boquería y aquellos otros en los que ya, con tu familia recién creada, disfrutabas algún domingo enseñando a tus niños los puestos de flores, los periquitos y los mimos interpretando inmóviles alguna figura histórica.


Ofrenes florals a la Rambla pel primer aniversari dels atemptats del 17-A



Ramblas y alegría siempre iban unidas.


Hasta aquel fatídico 17 de agosto que grabó a fuego para siempre en nuestra memoria aquel niño, aquella jovencita enamorada y aquella mujer que paseaba con sus hijos porque todos y cada uno de los que allí estaban ese día, eras tú. Nos robaron la alegría.


Y las Ramblas se adormecieron en una pesadilla de silencio y tristeza a la vez que despertamos con una sonora bofetada a la cruel realidad del fanatismo de aquellos que son capaces de provocar tanto dolor por seguir las directrices de quienes controlan sus mentes.


Y aprendes con sangre y lágrimas que en una sociedad sus ciudadanos deben saber cuestionar, tener criterio propio y discernir libremente. Que deberíamos tener recursos suficientes para que nadie se dejase manipular porque no existe idea alguna que justifique un asesinato. Días, semanas, meses de dolor, pena, tristeza e indignación. Como dijo el escritor Julio Cortázar “las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma" porque también sentimos emoción y agradecimiento por ese sentir de todos aquellos catalanes solidarios, como también el resto de españoles que vinieron a apoyarnos y de musulmanes y ciudadanos anónimos de otros países y nuestro Rey en aquella manifestación que fue uno de los momentos en que supimos demostrar al mundo que España es un país digno, valiente y demócrata frente a la barbarie y que el terrorismo nunca nos hurtará nuestra libertad.


No, no podemos dejar de recordar y de honrar la memoria de los inocentes que tuvieron que dejar aquel día sus vidas en nuestras preciosas Ramblas, o en otros puntos de la ciudad, o en el Paseo de Cambrils, ni de reconocer la grandeza de nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, de nuestros Mossos de Esquadra y policías locales, de bomberos, forenses, personal de emergencias, médicos, enfermeros y personal sanitario, taxistas y otros colectivos

y tantos ciudadanos anónimos que demostraron en unos momentos de terror su grandeza personal olvidándose de si mismos para atender a quienes lo necesitaban. No dejaremos de recordarlo porque es necesario que aquel día trágico permanezca siempre indeleble no solo en nuestras memorias sino también en las de las futuras generaciones. Se lo debemos a las víctimas, a las que están y a las que nos arrebataron.


Tres años después, las Ramblas se van recuperando de esta tragedia. Y ese es el triunfo de la libertad frente al odio y la sinrazón del terror.


Y aunque tras la esquina hay acechando un nuevo reto, la pandemia y la crisis, no cabe duda de que su gente con coraje y ese afán de superación se enfrentará, a este otro envite de la vida.


Hoy paseas por nuestras Ramblas y percibes que guardan dentro de su alma esos ojos tristes de un 17 de agosto lleno de dolor pero también palpas la fuerza que da la sonrisa del día a día de personas luchadoras y valientes llenas de esperanza y determinación.


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