Mauricio Wiesental evoca la historia y leyendas del “Orient-Express, el tren de Europa”

El ferrocarril es uno de los medios de transporte que ha inspirado más historias y leyendas, en muchos casos reales, pero en otros fruto de la imaginación de los escritores.

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Libros Orient Express, el tren de Europa

 

El ferrocarril es uno de los medios de transporte que ha inspirado más historias y leyendas, en muchos casos reales, pero en otros fruto de la imaginación de los escritores. Esto ha ocurrido en toda suerte de rutas, itinerarios y servicios, pero de forma muy particular en ciertas líneas que, por sus especiales características, devinieron en emblemáticas. Una de ellas fue sin duda el caso del Orient-Express, el tren que unía Gran Bretaña con Turquía atravesando el canal de la Mancha y todo un continente. El escritor Mauricio Wiesenthal, que lo conoció por ciencia propia tanto en épocas pretéritas como después de su recuperación y que viajó en él tanto como modesto pasajero de tercera clase, como distinguido huésped de compartimento de coche cama de lujo, lo evoca en su libro “Orient-Express, el tren de Europa” (Acantilado) que es mucho más que una historia de esta línea ferroviaria porque constituye un retablo completísimo de la Europa de los tres primeros cuatros del siglo veinte.


Libros Orient Express, el tren de Europa



Wiesenthal recuerda que fue en 1876 cuando el empresario Georges Nagelmacker creó en Bruselas la Compañía internacional de Coches Cama (Compagnie Internationale des Wagon-Lits) y gracias a ello fue posible el nacimiento en 1883 del Orient-Express que empezó prestando una frecuencia bisemanal entre Londres y Estambul en un itinerario que duraba ¡ochenta horas!. “Era realmente el tren de Europa, había nacido con la luz eléctrica y gracias a él, la moda de París llegaba hasta Estambul”.


El autor recuerda la peripecia de este tren legendario que fue el paradigma del lujo y acogió personajes ilustres de toda laya -reyes y presidentes -el francés Deschanel se cayó del tren en 1920 y tuvo que ser acogido en una estación del recorrido en la que se ignoraba quien era-, políticos, financieros y hombres de empresa, escritores, artistas, aristócratas y turistas -adinerados, desde luego- pero también cocotes y vividores- y que tuvo asimismo una clientela modesta que viajaba en tercera como el propio Wiesenthal en alguna ocasión. Tuvo que superar numerosos problemas, sobre todo por la asendereada peripecia soportada por Europa durante el siglo XX, pero también situaciones límite por culpa de la nieve o el hielo, sufrió fallos en su maquinaria e incluso descarrilamientos, como el provocado el bandido Anasthatos en 1891 y hasta padeció en Budapest en 1931 un atentado protagonizado por un tal Matuska. Sus vagones fueron utilizados durante la segunda guerra mundial con otros fines y resultó bombardeado y, tras la implantación del “telón de acero”, hubo de soportar las intromisiones y sevicias de los regímenes comunistas, empeñados en dificultar la supervivencia de un transporte considerado de lujo como éste.


Pero su peor batalla fue la que mantuvo con la velocidad. Esto fue lo que provocó la clausura de la línea el 19 de mayo de 1977. El último tren que salió de la Gare de Lyon, por cierto, esa noche con retraso. “Lo llamaban «Rápido», aunque moría precisamente por su lentitud, por sus paradas absurdas de tres horas en las fronteras balcánicas, por los centenares de kilómetros de vías únicas que los Estados comunistas no querían modernizar y por la mala voluntad de los países divididos en aquella Europa rota por los radicalismos y las guerra: un pequeño y frágil continente desmembrado por las ideologías más extremistas que puedan imaginarse, basadas en las más rancias teorías filosóficas del romanticismo y fundamentadas en odios y rencores”.


Con este último viaje pudo finalizar para siempre la historia de Orient-Express, pero no fue así. Su fama permaneció tan viva que al final se impuso el proyecto de recuperarlo, ahora ya con carácter turístico y nostálgico. El empeño costó once millones libras esterlinas, pero pudo por fin volver a circular sobre los raíles el 25 mayo 1982 desde la Victoria Station hasta Venecia.


Wiesenthal recuerda el personal que hacía posible la circulación (fogoneros, maquinistas, vigilantes de pasos a nivel, jefes de tren, conductores, camareros y un largo etcétera), cita numerosas personalidades que viajaron en sus compartimentos o tuvieron alguna relación con él y, por supuesto, enumera a muchos de los escritores que lo inmortalizaron (Zola, Camús, Morand, Graham Greene, Dos Passos, D.H.Lawrence, Agatha Christie, Ian Fleming, así como Maurice Dekora, autor de la obra más clásica de temática ferroviaria “La Madone des sleepings”)

Y es que, en efecto, el Orient-Express fue -es- mucho más que una línea de tren. Es parte de la historia de todo un continente durante un siglo.


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