“Diversidad flamenca”: El regreso del flamenco al Raval (antes Barrio chino)
El espectáculo, de poco más de una hora de duración, es un caleidoscopio multicolor en el que los tres intérpretes ejercitan con rigor y elegancia una serie de números perfectamente hilvanados y en los que hay algunos palos flamencos, piezas coreográficas procedentes del teatro lírico e incluso canciones contemporáneas debidamente adaptadas al carácter flamenco del espectáculo.
Fue el periodista Paco Madrid, que ejerció como secretario de Companys cuando éste, recién proclamada la República, fue gobernador civil de la provincia de Barcelona, el que bautizó el entonces distrito municipal V como “Barrio chino”. No porque la colonia de residentes procedente del celeste imperio fuera importante, que no era el caso, sino porque se parecía, por la mescolanza de sus residentes, al barrio de idéntico nombre de San Francisco. Aquella endiabla trama urbana de calles estrechas en las que casi no se veía el sol reunía un colectivo humano variopinto. Huida la clase acomodada que lo había habitado previamente -sólo hay que ver los zaguanes para caballerías que aún quedan en la calle que se denominaba del Conde del Asalto- acogió inmigrantes de todo tipo, humildes proletarios, combativos sindicalistas, temibles anarquistas, cupletistas y suripantas, traficantes de droga, delincuentes de poca o mucha monta y peligrosos pistoleros.
Hubo innumerables viviendas modestas que compartían el espacio con cabarés, cafés concierto, academias de baile, tabernas, lugares de encuentro furtivo, sedes sindicales y tablaos flamencos. Porque, pese a lo que la muy honorable pero bastante despistada y, pese a ello, locuaz diputa de ERC, Jenn Díaz, ha dicho hace unos días, el flamenco no llegó a Cataluña como herramienta del franquismo para descatalanizar la región, sino que constituía una de las señas de identidad popular desde hacía más de un siglo. No en balde Barcelona fue conocida a principios del siglo XX como la “capital flamenca del norte de España” y en los años treinta del siglo pasado, como ha recordado Montse Madridejos, en la ciudad condal había más de medio centenar de locales con espectáculos flamencos.
Aquel barrio abigarrado se ha esponjado y ha cambiado de signo y de residentes, pero la ciudad de Barcelona sigue rindiendo culto al flamenco, con algunos y algunas artistas señeras (de la familia Burrull y Carmen Amaya a La Chunga, La Chana, Miguel Poveda o Maite Martín, por citar sólo unos casos) y locales en los que nunca ha dejado de cultivarse este género tan nuestro. Y, por si fuera poco, nos llega la grata noticia de que un local situado en el antiguo barrio chino, ahora rebautizado púdicamente como Raval (aunque algunos le llaman Ravalistán) se ofrece en el teatro que lleva este mismo nombre (Teatro del Raval) y en matiné dominical un hermoso espectáculo flamenco que se titula “Diversidad flamenca”.
Está a cargo de la compañía Retahíla Ballet, una formación constituida por Olga Ponce, Moisés Ramírez y Esther Ramos. El espectáculo, de poco más de una hora de duración, es un caleidoscopio multicolor en el que los tres intérpretes ejercitan con rigor y elegancia una serie de números perfectamente hilvanados y en los que hay algunos palos flamencos, piezas coreográficas procedentes del teatro lírico e incluso canciones contemporáneas debidamente adaptadas al carácter flamenco del espectáculo. El dominio del zapateado es espléndido y el sonido de las castañuelas, insuperable, con la adición de un número en que las dos bailarinas utilizan hasta cinco pares en un número que es, a la vez que una muestra de su dominio de este instrumento de percusión, una divertida nota de humor. No falta ninguno de los elementos que dan vistosidad al espectáculo y hay abanicos, mantones y una espléndida bata de cola que se maneja con irreverente e imaginativo donaire.
Retahíla Ballet tiene como meta incorporar al flamenco un espíritu innovador que juega con los sentimientos de los intérpretes y con su espontaneidad sobre el escenario y a fe que en “Diversidad flamenca” este objetivo se consigue con un espectáculo en el que se derrocha incasable energía, entrega y una indiscutible calidad artística. ¡Bienvenido el flamenco al nuevo barrio chino, hoy Raval (o Ravalistán, como prefieran)!
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