Teatro Borrás: Toni Moog regresa con “Fortnique”
Los espectadores entran el juego que se les propone con absoluta naturalidad
El teatro Borrás ha tomado el relevo al mítico Can Pistolas de las Ramblas, que primero fue cine y luego teatro y tuvo que cerrar sus puertas por cuestiones inmobiliarias y de este modo la cartelera del local de la plaza Urquinaona acoge a los artistas habituales de su predecesor. Toni Moog era uno de los indispensables, puesto que se eternizó en el Capitol, sobre cuyo escenario grande protagonizó hasta doce temporadas, aunque la última hubo de aplazarse, como tantas cosas, por el maldito coronavirus.
Pues bien, Toni ha regresado ahora con más fuerza de la mano de su espectáculo “Fortnique” en el que se revela fiel a sí mismo. Es decir, que se desenvuelve sólo ante el respetable con la habitual naturalidad, como si estuviera frente a un grupo de amigos incapaces de incomodarse por su lenguaje coloquial, desacomplejado y deslenguado, y en el que, entre ocurrencias y chistes, bromas y veras, frases explícitas y sobreentendidos, desliza con absoluta naturalidad, diríase incluso que con ingenuidad adolescente, maledicencias y tacos, cuando no blasfemias. Vamos, que en otros tiempos menos flexibles hubiera tenido que salir más de una vez del teatro custodiado por la Policía Armada y en dirección a la comisaría más cercana.
En esta ocasión Toni cita, por supuesto, el desajuste que ha producido en nuestra vida, e incluso en nuestras costumbres sexuales, la pandemia y se la toma con buen humor. Lo más notable, empero, es su manifestación claramente opuesta a las corrientes imperantes y, en particular, a otra epidemia peor para la que no hay, por el momento, vacuna disponible: la omnipresencia de aplicaciones de ligoteo que, dice, “están sobrevaloradas”. Más aún, afirma haberse dado de baja de Lovoo, Tinder, 3nder y Tindog, aunque no afirma lo mismo de Grindr, aplicación que cita como de pasada. Como confiesa haber perdido la virginidad a los 17 años, pero haber follado por primera vez a los 24, este dato quizá pudiera dar alguna pista significativa de esta elusión habida cuenta que, como es bien sabido, lo uno no conlleva necesariamente lo otro... Además, y como nos explicaron, Moog “quiere revelar sus secretos para ser felices con mucho sexo, pasando de coachings de la felicidad y de las típicas frases de Coelho o Tagore y explicando cómo convertirse en un auténtico “PILF” (según él, la versión masculina de las MILF), cómo aparentar ser un padre modélico para ligar en el parque o cómo utilizar el Wallapop para tirar los tejos”.
Hay que participar de un espectáculo de Toni Moog para captar la simbiosis que se produce entre el actor y el público, un fenómeno que dura una hora y media larga. Los espectadores entran el juego que se les propone con absoluta naturalidad, no se asombran de nada, ríen, comparten complicidades y aplauden sin reservas. Ahora bien, también puede ocurrir, como el día del estreno, que haya quien abandone la sala, aunque puede que no sea por disconformidad con el espectáculo, sino por alguna apremiante urgencia personal; en todo caso una actitud respetable. Dicho todo lo cual la conclusión en obvia: con Toni Moog sobre el escenario puede ocurrir de todo.
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