Exposición en Sitges de La Cubana: 40 años “comiéndonos (felizmente) el coco”
A La Cubana hay que agradecerle una forma de hacer teatro que se fundamenta en un lenguaje popular, en el que mezcla, con naturalidad y como en la calle, catalán y castellano, conecta bien con todos los públicos y divierte por igual sin ofender a nadie, asume la influencia que han tenido en nuestra vida los teatros ambulantes o la televisión, impregna sus espectáculos de ternura y tolerancia.
Tuve el privilegio de recibir una ducha de agua fría en el teatro Romea cuando salía de ver “La tempestad” y de ser seleccionado entre el público para salir al escenario en el estreno, en el teatro Victoria del Paralelo, de “Cómeme el coco, negro”. Participé en una merienda colectiva en la calle de Santa Ana de Barcelona tras ver su espectáculo en el Capitol, y luego he tenido ocasión de asistir a casi todos los estrenos de esta compañía que, a estas alturas, forma parte ya con todo merecimiento de la historia del teatro contemporáneo de España. De ahí mi complacencia al ver como La Cubana, que ha llevado su arte por medio mundo, ha logrado alcanzar los cuarenta años (más uno, por culpa de la pandemia) con plena vigencia sin haber parado nunca en su trabajo, y ha querido celebrarlo con una extraordinaria exposición en el edificio Miramar de Sitges.
Pablo-Ignacio de Dalmases
Déjenme recordar que, más allá del Sitges que se conoce, está el pueblo de los sitgetanos o suburenses -escojan el gentilicio que les resulta más grato- con su larga historia que data de un castillo medieval, pero que en el siglo XIX se vio obligado a emigrar a Huelva y Cuba en busca de trabajo y oportunidades. Consiguió romper su aislamiento con la construcción del ferrocarril (antes había que ir a Barcelona por mar, a través de Vilafranca o haciendo un penoso y peligroso viaje por la costa), se transformó a partir de la llegada de Rusiñol y Deering y del regreso de algunos de los antiguos emigrantes que volvieron enriquecidos, recibió los primeros veraneantes de Barcelona en los años veinte y treinta y se consolidó a partir de los cincuenta como una acreditada marca turística internacional. Ese Sitges autóctono que el turista no conoce se ha caracterizado por su tradición marinera -hoy un mero recuerdo-, la reivindicación de la autoría del xató -plato cuyo origen discute con poblaciones vecinas-, un carnaval que no dejó nunca de celebrarse -porque a los locales siempre les pirró disfrazarse-, la huella que dejaron los indianos, aquí conocidos como “cubanos”, y su indiscutible amor al teatro. Las tres entidades históricas, el Prado Suburense, El Retiro y el Patronato, tuvieron sus respectivos grupos teatrales y durante 34 años se celebró en Sitges un Festival Internacional de Teatro cuya dirección ejerció algún tiempo Ricard Salvat.
Pues bien, tenía que ser en Sitges donde surgiera una compañía teatral que nació precisamente en el Prado Suburense, con el nombre de Gall Groc (Gallo amarillo) y por iniciativa de su entonces presidente, Josep Mirabent. Fueron sus primeros cómicos Vicki Plana, Jordi Milán, Carles Candel, Pilar Sanahuja y Mercé Comes quienes acabaron dando lugar al nacimiento de La Cubana. A falta de local propio, empezaron haciendo teatro por la calle –“Cubana’s delikatessen”, “Cubanades a la carta”- para luego afrontar mayores retos. A los ya citados, “Dels vicis capitals”, “Agua al siete”, “Cegada de amor”, “Una nit d’òpera”, “Mamá quiero ser famoso”, “Campanadas de boda”, “Gente bien” -homenaje a Rusiñol, ahora recordado por Els Joglars-, ¡Maambo! o “Adeu Arturo, así como su colaboración en el Festival Olímpico de la Artes, su “Maratón dancing” y numerosas actuaciones extraordinarias o su presencia en series de televisión, tales la de las Teresinas.
A La Cubana hay que agradecerle una forma de hacer teatro que se fundamenta en un lenguaje popular, en el que mezcla, con naturalidad y como en la calle, catalán y castellano, conecta bien con todos los públicos y divierte por igual sin ofender a nadie, asume la influencia que han tenido en nuestra vida los teatros ambulantes o la televisión, impregna sus espectáculos de ternura y tolerancia y ha conseguido sobrevivir cuatro décadas con la colaboración de varios cientos de artistas que han intervenido durante etapas más o menos largas aportando cada uno de ellos y ellas su particular forma de ser, su versatilidad, su capacidad de transformismo y su buen humor. Todo ello se explica en esta exposición en la que aparecen reproducidos algunos personajes emblemáticos de sus obras, decorados, músicas, ambientaciones, vestuarios, zapatería, cartelería y un largo etcétera y que puede visitarse en recorridos colectivos de una hora que tiene lugar cada quince minutos.
En la inauguración hablaron el director de La Cubana, Jordi Milán, la actriz Vicky Plana, dos de los fundadores, y el concejal de Cultura de Sitges Xavier Salmerón, que ha apoyado decisivamente este proyecto. Le invitamos a rendir homenaje a La Cubana, que tantos momentos felices nos ha hecho pasar, tarareando el famoso cantable de su mayor éxito de todos los tiempos que dice:
“Ríete, aplaude, luego critica, pero ven a vernos;
goza, disfruta, si quieres grita, pero ven a vernos,
somos la farsa, tú eres el jurado,
cómeme el coco negro, si es que te ha gustado”.
Un refrán que hemos cantado todos sin buscarle cinco pies al gato, aunque hoy quizá no resulte políticamente correcto….
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