Goya: nueva versión de “Las criadas” de Jean Genet
Esta versión de la obra de Genet resulta, con todo ello, menos revulsiva acaso de como la concibió su autor -quizá también ha influido el tiempo transcurrido desde que se escribió- pero, a la vez, más plácida para su digestión. Quisiéramos añadir una coda final y es la forma en Genet contemplaba el teatro y que en esta función pronuncia el ama dirigiéndose al público: “Incapaz de decir lo que es el teatro, sé muy bien lo que yo le niego que sea: la descripción de los gestos cotidianos vistos desde el exterior.
@ Ugalde
Me temo que casi nadie de los espectadores que asistíamos en el Teatro Goya a la representación de “Las criadas” sabía que su autor, Jean Genet, tiene una plaza en Barcelona. Es justamente la situada cabe la avenida de Atarazanas, junto a la Escuela Oficial de Idiomas. Un lugar muy apropiado, porque allí estaba el corazón del desaparecido Barrio Chino que Genet frecuentó cuando estuvo en la Barcelona de los años treinta y se ganó la vida ejerciendo de chapero. Sí, sí, lo que les digo, de prostituto. Porque la personalidad de este escritor premiado por la Academia, tuvo todos los ingredientes propios de un folletín: hijo de padre desconocido -algo que entonces era un baldón que marcaba de por vida-, prófugo de internado juvenil, legionario, mendigo, ladrón, condenado y recluido en prisión en numerosas ocasiones, manejó sin embargo la lengua francesa con maestría y fue autor de obras -algunas de ellas escritas en la cárcel- que han pasado a la posteridad. Circunstancia que demuestra, una vez más, si fuera necesario insistir en ello, que la excelencia literaria o artística no tiene nada que ver con la categoría moral de su autor y si Louis-Ferdinand Céline, otro de los eximios autores galos del siglo XX, fue un repugnante antisemita y un colaboracionista calificado por sus coetáneos como traidor, no hay por qué reprochar a Genet una vida tan asendereada como la que tuvo. En realidad, no fue cómplice de ningún crimen, sólo autor de algunos hurtos…
Pero centrémonos en la obra que se presenta en Goya y que constituye uno de sus más destacados títulos. Genet fabula en torno a la relación que se crea entre una señora y sus dos sirvientas, Claire y Solange y los lazos que se establecen entre ellas y van desde la admiración e incluso la sumisión al desprecio y el odio. Sentimientos itinerantes, que evolucionan de forma obsesiva, al punto que una de las criadas asume en algún momento el papel de su ama. Tales ingredientes no es difícil adivinar que conducen irremisiblemente a un final trágico. Se ha dicho que era la forma que utilizó Genet para expresar, a través de ese ámbito tan poco analizado como es el del servicio doméstico, la lucha de clases que dominó la vida social urbana de los dos últimos siglos, algo que parece que el autor descartó, lo que no quiere decir que manifestara subliminalmente su propia lucha interior; en definitiva, también era una forma de combate entre dominadores y dominado.
Luis Luque ha dirigido en esta versión de Paco Becerra a Ana Torrent y Alicia Borrachero, que encarnan a las dos criadas y Jorge Calvo que, debidamente caracterizado, es la señora. Los tres se mueven sobre un escenario muy luminoso hecho a base de dos plafones blancos superpuestos y una plataforma redonda central sobre la que tienen lugar los momentos más dramáticos de la función. Diríase que el uso de una iluminación fuerte, que hace destacar más aún si cabe el fondo, atenúa la truculencia de la acción dramática que, sin embargo, encuentra acomodo en una esforzada y versátil interpretación por parte de los tres miembros de la compañía. Esta versión de la obra de Genet resulta, con todo ello, menos revulsiva acaso de como la concibió su autor -quizá también ha influido el tiempo transcurrido desde que se escribió- pero, a la vez, más plácida para su digestión.
Quisiéramos añadir una coda final y es la forma en Genet contemplaba el teatro y que en esta función pronuncia el ama dirigiéndose al público: “Incapaz de decir lo que es el teatro, sé muy bien lo que yo le niego que sea: la descripción de los gestos cotidianos vistos desde el exterior. Yo voy al teatro para verme en escena, [...] tal y como yo no sabría —o no osaría— verme o soñarme y, sin embargo, tal y como sé que soy”. O sea, el teatro como espejo de uno mismo.
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