Sala Versus Glòries: “Kentucky ha muerto”, el humor como arma de crítica social
La temporada estival del Grec permite recuperar piezas de teatro que han tenido un inicio feliz pero no una explotación comercial adecuada, como ocurrió con “Kentucky ha muerto”, una obra de Carla Torres y Clara Manyós que montó el grupo teatral La Peleona y obtuvo beca Odiseu Eòlia en 2019.
@Pablo-Ignacio de Dalmases
La temporada estival del Grec permite recuperar piezas de teatro que han tenido un inicio feliz pero no una explotación comercial adecuada, como ocurrió con “Kentucky ha muerto”, una obra de Carla Torres y Clara Manyós que montó el grupo teatral La Peleona y obtuvo beca Odiseu Eòlia en 2019, antes del inicio de la pandemia. Encuentra ahora un breve acomodo en la Sala Versus Glòries que se presta como guante a la mano para este tipo de producción ciertamente nada convencional.
La obra que nos ocupa tiene como personajes no a seres humanos, sino a un grupo de gallinas que deciden insubordinarse, lo que nos trae a la memoria la “rebelión en la granja” de Orwell. Es este un tema que, desde un punto de vista externalizado y simbólico, se presta de maravilla a la denuncia de situaciones propias de la sociedad humana que son fácilmente reconocibles. En este caso se parte de la negativa a nacer de un huevo solitario porque se niega a entrar a formar parte de una cadena de producción y encuentra eco en otros homólogos, lo que provoca la reacción de las gallinas, asustadas por la posible extinción de la especie. Esta situación obliga a un proceso de convencimiento que genera una multiplicidad de situaciones aparentemente absurdas pero que conllevan en el fondo un claro mensaje subliminal, con especial énfasis en el momento en que las fuerzas del orden de la comunidad gallinaria tratan de someter a las revolucionarias.
La Peleona es un grupo surgido en 2014 y formado en la actualidad por cinco actrices y dos actores. Se propone desarrollar con las herramientas propias del teatro una función de crítica social alejada de tremendismos y fundamentada en el humor, que con frecuencia es un arma mucho más eficaz, tal como ocurre en este caso. “El proyecto -dicen- nace de una inquietud respecto al funcionamiento errático de la sociedad occidental, que parece vivir atrapada en un bucle constante de alienación y destrucción (el famoso tropezar dos veces con la misma piedra). Haciendo un repaso a la historia de la humanidad nos dimos cuenta de que parecía condenarse a sí misma repitiendo una y otra vez los mismos errores que la llevan a la barbarie. ¿Qué nos pasa? ¿Cómo podemos tratar de salir de este ciclo? Honestamente, no tenemos la respuesta, pero si el lugar donde hacer la pregunta: En el teatro, espacio generador de pensamiento y emoción”.
El montaje sigue en consecuencia una pauta absolutamente desopilante porque lo que el espectador tiene ante sí es un gallinero cuyas ocupantes visten ropas estrambóticas a base de maillots, sombreros y albornoces de baño y desarrollan una mímica y expresan unos sonidos que tratan de simbolizar a las gallinas que representan. El texto es en castellano, con un lenguaje sincopado hecho a base de frases que acaban en ripios ridículamente versificadas, como para subrayar el carácter humorístico de la función.
Hay que reconocer que el trabajo de la compañía es agotador por el ritmo, la forzada, alambicada y a veces casi gimnástica gestualidad y la rapidez del lenguaje que, sin embargo, resulta perfectamente inteligible. Una propuesta original, rompedora, curiosa, que puede entusiasmar o dejar al espectador estupefacto.
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