“Billy Elliot”: cuando los niños se convierten en protagonistas de un gran musical
Decididamente este es el año de Coco Comin. A la vez que ha estado preparando un musical cuyo estreno está anunciado para dentro de unos días, recibió de la productora SOM el encargo de preparar una plantilla de chicos y chicas entre los ocho y los trece años para protagonizar los principales papeles de otro: En este caso, “Billy Elliot”.
Decididamente este es el año de Coco Comin. A la vez que ha estado preparando un musical cuyo estreno está anunciado para dentro de unos días, recibió de la productora SOM el encargo de preparar una plantilla de chicos y chicas entre los ocho y los trece años para protagonizar los principales papeles de otro. En este caso, “Billy Elliot”, cuyos principales personajes, como es bien sabido, son niños que han de saber cantar, bailar e interpretar. Hubo que realizar una selección entre las numerosas candidaturas presentadas y al final escoger a los que habrían de alternarse en la interpretación de los papeles de Billy, Michael y Debbie, así como el resto de elenco, lo que hace un total de doce por función y, habida cuenta que cada uno de los personajes debe contar con cinco intérpretes que se van alternando, suman sesenta.
@Pablo-Ignacio de Dalmases
El resultado lo podemos ver en el teatro Victoria, en donde se acaba de presentar la versión española de este musical con música de Elton John, basado sobre el libreto de Lee Hall que, dirigido por Stephen Daldry -el mismo que lo hizo en el cine- se mantuvo once años en cartel en Londres y tres en Madrid. La adaptación española ha corrido a cargo de David Serrano, con dirección de Maite Pérez Astorga y con Gaby Goldman al frente de los diez músicos de la orquesta.
Es este un espectáculo cuyo montaje obliga a limitar los desplazamientos, al punto de que su estancia en Barcelona va a ser la única. Y ello es fácilmente comprensible cuando se contempla el complejísimo montaje escenográfico, con unos elementos movibles que suben, bajan, aparecen y desaparecen entre bambalinas o por el foro y crean el ambiente adecuado a cada escena y situación: la casa familiar de Billy, el ascensor de la mina donde trabajan su padre y hermano, el ambiente de enfrentamiento callejero entre huelguistas y policía -porque la obra se sitúa en la época en que Margaret Tatcher se propuso el cierre de este tipo de explotaciones-, la sala de entrenamientos y ensayos del centro cívico al que Billy acude para practicar el boxeo que desea su progenitor y donde acaba descubriendo la magia de la danza y despertando su interés por ella, la extraña habitación en la su amigo Michael se trasviste y, en fin, el aula de selección de la Royal Dance Company.
@Pablo-Ignacio de Dalmases
Configurar una obra musical en torno al protagonismo de los niños tiene el peligro de caer en la ñoñería, lo que no es este el caso. Porque la ingenuidad inherente al comportamiento de los protagonistas se mestiza con la dureza de la vida del proletariado minero británico al que ellos pertenecen y que está formado por hombres batalladores, de pelo en pecho, que se juegan la supervivencia un día sí y otro también y cuya vida no tiene horizontes más allá de la taberna. Hay, además, un mensaje muy explícito de crítica social por el cierre de las minas a consecuencia de la política tatcheriana de capitalismo salvaje. El libro de Hall trata de ser fiel a este contexto y por ello no ha eludido utilizar un lenguaje que puede parecer grosero y deslenguado y de ahí que la productora lo advierta en rótulos previos al inicio de la sesión. Aunque a estas alturas, cuando el mismo lenguaje televisivo resulta cada vez más chocarrero, no creemos que casi ningún vocablo de los que se oye pueda asustar a nadie, y ni siquiera a los espectadores de esta obra que es adecuada para todo tipo de públicos. De hecho, el día del preestreno la platea del Victoria estaba llena de niños.
Un espectáculo, pues, que suponemos -y deseamos- de largo recorrido en la cartelera barcelonesa. El acierto de los autores, la excelencia del montaje, el esfuerzo puesto en ello y, por encima de todo, el discurso implícito que subyace en la trama argumental y que trata de valorar la fidelidad a la vocación y el esfuerzo personal, bien lo merecen.
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