Josep María Pou vuelve a ser “Viejo amigo Cicerón” (Romea)
Fue poco antes de esta situación excepcional cuando se estrenó en el teatro Romea “Viejo amigo Cicerón” de Ernesto Caballero de las Heras, antiguo director del Centro Dramático Nacional y acreditado dramaturgo, con Josep María Pou en la figura del filósofo y político romano.
Viejo Amigo Cicerón /@Pablo-Ignacio de Dalmases
El azote pandémico interrumpió el itinerario exitoso de algunas exitosas producciones teatrales que, en algunos casos, han logrado recuperarse cuando la situación ha llegado a momentos de una supuesta mayor bonanza. Fue poco antes de esta situación excepcional cuando se estrenó en el teatro Romea “Viejo amigo Cicerón” de Ernesto Caballero de las Heras, antiguo director del Centro Dramático Nacional y acreditado dramaturgo, con Josep María Pou en la figura del filósofo y político romano. Se repone ahora con honores de reestreno preferente en ese mismo local y con idéntico protagonista, circunstancias ambas que no son en absoluto gratuitas porque hay obras que se adecúan muy ajustadamente a un teatro determinado y a un intérprete concreto y esto es exactamente lo que ocurre en este caso: una sala ni pequeña, ni grande, en la que la voz -elemento esencialísimo en este texto- se puede captar sin dificultad por todos los espectadores -aunque los dos intérpretes secundarios, Alejandro Bordanove y María Cirici, deberían forzarla un poco más- y el protagonista, que tiene que ser alguien con las hechuras de Pou.
“Viejo amigo Cicerón” es una ingeniosa -que no ingenua- ficción en torno a dos estudiantes a los que, en plena preparación de su trabajo de grado sobre Cicerón, se les presenta el senador romano en la biblioteca en la que estaban trabajando y entabla con ellos una conversación sobre su peripecia vital, lo que da pie a Caballero de las Heras a enhebrar un verdadero tratado sobre la dificultosa relación existente entre la ética y la política, la prelación que debe existir entre el imperio de la ley y el respeto debido a ésta por el poder, así como el valor de la norma según el dictado de la voluntad popular y la forma en que ésta debe expresarse para modificar aquella. Todo ello incardinado en el último siglo anterior a nuestra, un tiempo asendereado de guerras, conspiraciones y magnicidios, en los que la república romana vivía su ocaso con la aparición de los primeros autócratas y cuando el hombre íntegro tuvo que enfrentarse a tres personajes que pusieron en peligro aquella forma de vida: Catilina, Julio César y Marco Antonio, actitud que le costaría finalmente la vida.
A diferencia de tantas obras teatrales inanes, “Viejo amigo Cicerón” es un texto dramático con enjundia, pletórico de frases lapidarias en las que anima el espíritu y la obra de Cicerón y cada una de las cuales admitiría su propio desarrollo o merecería ser diseccionada detenidamente. Una obra para ser escuchada con atención con el fin de captar lo que Cicerón/Pou dice en cada momento, en muchas ocasiones en respuesta a lo que le sugieren los otros dos personajes, los estudiantes a los que la ficción dramática transforma en el liberto Tirón, fiel amanuense del filósofo, y Tulia, la hija fallecida prematuramente.
“Viejo amigo Cicerón” es uno de esos espectáculos que enriquece intelectual y espiritualmente sin aburrir ni un solo momento y que invita al espectador a pensar que todo aquello que ocurría hace veintiún siglos en la Roma tardorrepublicana es exactamente igual a lo que pasa en nuestras calendas. Nihil novum sub sole.
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