Calla, blanca

Mireia Suero
Periodista

Periodista i activista feminista

Un nuevo argumento se ha arraigado para enmudecer la voz de las mujeres. La reivindicación de una sociedad igualitaria, la denuncia de las violencias machista, la exigencia de ser valoradas exclusivamente como personas se encuentra hoy coartada por (des)calificativos adornados de falso progresismo. La división entre ellas y nosotras se resume en dos palabras: blanca privilegiada. Un concepto que, repetido hasta a la saciedad, lleva implícita la certeza que en nuestra casa ya se han logrado todas las aspiraciones de las mujeres. Que pueden vivir en libertad de decisión y elección. Que son mujeres empoderadas, liberadas del machismo.


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La división entre ellas y nosotras se resume en dos palabras: blanca privilegiada. /@Pixabay 


Este relato, que desembarca con virulencia cada vez que una mujer se atreve a gritar respecto, obvia que el sexo femenino está sometido a una opresión que iguala ricas y pobres, mujeres de aquí y mujeres de fuera. ¿Sino cómo explican que una mujer poderosa como la excanciller Angela Merkel fuese víctima del menosprecio de Donald Trump, que le negó el saludo en un encuentro entre los dos líderes? Su privilegio blanco no le otorgó suficiente autoridad para que el ex presidente norteamericano se dignara a darle la mano. Un episodio semejante al vivido recientemente por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Ellas, a pesar de su posición, también puede ser invisibles, seres inaudibles, inmerecedoras de estar en el lugar donde se encuentran.


Y en las situaciones de violencia más extrema, el sexo también nos iguala. Recordemos Eva Abad, médica de Terrassa, jugadora de baloncesto aficionada, una mujer atractiva e independiente, asesinada por su marido, un abogado que le clavó 102 puñaladas.


Hablar de blancas privilegiadas solo tiene por único objetivo dividir las mujeres y el feminismo, el arma más antigua del patriarcado. Que el origen, la clase social, el lugar de nacimiento condiciona y limita es un hecho. Pero hay algo que todas comparten. Porque la Niña Coraje de la India y la Niña Coraje de Manresa, las dos víctimas de una violación múltiple, se igualan en la agresión patriarcal que sufren.

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