“Alto y claro”: Jaime Peñafiel recopila los “secretos” que conoció de los famosos
Tampoco le merecen simpatía ni el monarca actualmente reinante (“como no es posible pedir la destitución de Felipe VI, cosa que mucho me gustaría…”), ni menos aún la reina Doña Letizia (a la que califica de “inefable”).Se refiere a las “primeras” damas españolas de la democracia, entre las que expresa su admiración por Carmen Romero y sus reticencias por Begoña Gómez de Sánchez (“”se le ha visto siempre el plumero y las ganas de estar en la Moncloa”) y pone en la diana a muchos personajes: a Jesús Aguirre, segundo marido de Cayetana Alba, por haber abandonado a su madre en una residencia de ancianos y haberla olvidado por completo, a Javier Ayuso y Rafael Spottorno como artífices de la abdicación de Don Juan Carlos, a Pedro Sánchez por su cinismo al haber atribuido a la Casa Real la causa del exilio de Don Juan Carlos cuando fue él quien lo impuso, si bien el queda peor parado es Jaime Alfonsín (“impresentable”); revela algunos “secretos”, como su salvífica intervención para que “Interviú” no publicara un desnudo de Carmen Cervera antes de su boda con el barón.
Hay dos tipos de prensa del corazón. La más habitual es la del chismorreo suscitado en torno a personajes locales de categoría menor, muchos de ellos conocidos en su casa a la hora de comer y elevados artificialmente a una fama de carácter performativo que se justifica en lo que se habla o escribe de ellos. Pero hay otra que cultiva personajes de mayor altura y dimensión humana y se mueve como pez en el agua en palacios, residencias presidenciales y casoplones de gente principal. A este último grupo pertenece Jaime Peñafiel que reconoce haber asistido a medio centenar de bodas de casas y familias reales (de las que al menos 33 acabaron en divorcio, dicho sea de paso), también a la de la hija de un presidente (Tricia Nixon, en la Casa Blanca) y presume que “en el año 2017 había sido recibido como periodista en muchísimos palacios de reyes y jefes de Estado del mundo y solo me faltaba el de Buckingham, residencia oficial de la reina Isabel en Londres”. Pudo finalmente ir y conocer al príncipe Carlos… gracias a Porcelanosa. Bien está lo que bien acaba.
Jaime ha recopilado sus experiencias periodísticas en varios libros, el último de los cuales es “Alto y claro. Los secretos que nunca he contado” (Grijalbo) Como algunos de los personajes evocados ya han desaparecido o han perdido su glamour, el periodista puede referirse a ellos con mayor libertad, e incluso en algunos casos hacer leña del árbol caído (o muerto), algo que se nota, sin ir más lejos, cuando se refiere a Franco, con quien compartió ojeos -él, de testigo mudo- en algunas cacerías. Queda, eso sí, claro quienes le caen bien y quienes mal, lo que no excluye que también lance dardos sobre los primeros. Y así Don Juan Carlos es calificado como “grandísimo rey durante casi cuarenta años de un país de un país desagradecido y olvidadizo, que no se lo mereció”, pero luego pone en duda sus capacidades intelectuales (“nunca hubiera sido rey de haber tenido que pasar por una oposición”), su matrimonio (“no fue, por mucho que se haya escrito, por amor”), sus caprichos (pilotar un avión comercial con pasajeros), algunos de sus comportamientos (en Yakarta, con Puig de la Bellacas), o la imposición pública ocasional de alguna de sus amantes (Marta Gayá), aunque las referencias a Corina son episódicas. Lo que le lleva a concluir que “la historia del rey es un folletín en toda regla”. Eso sí, le agradece el apoyo y comprensión que demostró con ocasión del suicidio de la hija del periodista, lo que le da ocasión para criticar paralelamente a Doña Sofía en la que cree haber encontrado una incomprensible frialdad ante su desgracia. Tampoco le merecen simpatía ni el monarca actualmente reinante (“como no es posible pedir la destitución de Felipe VI, cosa que mucho me gustaría…”), ni menos aún la reina Doña Letizia (a la que califica de “inefable”).
Se refiere a las “primeras” damas españolas de la democracia, entre las que expresa su admiración por Carmen Romero y sus reticencias por Begoña Gómez de Sánchez (“”se le ha visto siempre el plumero y las ganas de estar en la Moncloa”) y pone en la diana a muchos personajes: a Jesús Aguirre, segundo marido de Cayetana Alba, por haber abandonado a su madre en una residencia de ancianos y haberla olvidado por completo, a Javier Ayuso y Rafael Spottorno como artífices de la abdicación de Don Juan Carlos, a Pedro Sánchez por su cinismo al haber atribuido a la Casa Real la causa del exilio de Don Juan Carlos cuando fue él quien lo impuso, si bien el queda peor parado es Jaime Alfonsín (“impresentable”); revela algunos “secretos”, como su salvífica intervención para que “Interviú” no publicara un desnudo de Carmen Cervera antes de su boda con el barón. De tono menor es el reproche que formula a Martínez de Irujo, primer marido de la duquesa de Alba, que considera fue demasiado permisivo con su mujer (y a buen entendedor pocas palabras bastan) También recuerda su protagonismo en algunos momentos históricos, tales la última noche en Estoril, antes de su regreso a España, de los condes de Barcelona o la última entrevista en Lausana con Doña Victoria Eugenia poco antes de morir la viuda de Alfonso XIII (a quien oyó severas censura sobre quien fu su marido)
Dice y repite Peñafiel que “Valgo más por lo callo que por lo que cuento. Y lo que callo, lo callaré siempre”. Bueno, si todavía le quedan cosas por contar, por favor, le pedimos encarecidamente que no se las lleve a la tumba.
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