La Vírgen de Fátima y los dos intentos de asesinato de Juan Pablo II
El Vaticano lo negó pero el hoy cardenal Dziwizs revelaría en sus memorias que el papa tenía algo de sangre entre sus ropas luego del ataque
Una exposición en el museo de la Hermandad Matriz conmemora la visita de Juan Pablo II al Rocío | Foto de archivo de Europa Press
Juan María Fernández y Krohn, un sacerdote español en apariencia desquiciado, lo atacó con una bayoneta de treinta y cinco centímetros.No es seguro que lo haya herido. Y eso fue motivo de una controversia. El Vaticano negó formalmente la existencia de otro atentado contra el Papa, Pero la televisión portuguesa emitió algunas imágenes del ataque y de la detención del magnicida por parte del guardaespaldas del papa, el robusto arzobispo Paul Marcinkus, cuestionado luego por su manejo del “banco vaticano”, el Instituto para Obras de Religión (IOR).
David Willey, por entonces corresponsal en Roma de la BBC, y enviado especial a Fátima aquel día, reveló luego que él había interrogado a Marcinkus sobre el ataque y el sacerdote le había contestado con una risa irónica: “Uno no puede creer siempre lo que ve en televisión”. Pero el hoy cardenal Dziwizs revelaría en sus memorias que el papa tenía algo de sangre entre sus ropas luego del ataque, aunque sin poder certificar que esa sangre fuese del Papa o de un policía que, al detener al agresor, se había cortado con el arma de Fernández Krohn, que hoy tiene setenta y cuatro años y se dice periodista.
Pero antes, el 13 de mayo de 1981, el papa Juan Pablo II fue víctima de un atentado llevado a cabo por el turco Mehemet Alí Agca en la Plaza de San Pedro. Lo intentó al disparar con una pistola Browning. Francesco Crucitti, jefe del equipo médico del policlínico Gemelli de Roma, entró a la altura del ombligo de Su Santidad, el papa Juan Pablo II, recorrió en zigzag el abdomen del pontífice, perforó el colon y el intestino delgado en cinco lugares y debió perforar la aorta central.
De haberlo hecho, el Papa hubiese muerto segundos después; pero no lo hizo: el plomo se desvió y atravesó la columna vertebral sin dañar, por milímetros, ninguno de los principales centros nerviosos. De haberlo hecho, Juan Pablo, hoy Santo de la Iglesia Católica, hubiese quedado paralizado.
El Pontífice murió en el año 1998 y hasta esa fecha el doctor Crucitti siempre dijo estar asombrado de la “extraña trayectoria” de aquella bala. Pero Juan Pablo siempre estuvo convencido de que el proyectil había sido desviado y detenido por la Virgen de Fátima. Un año después del atentado, visitó Portugal y el santuario para dar las gracias a la divinidad. Y al año siguiente, cuando el obispo de Leiria-Fátima visitó Roma, Juan Pablo le entregó la bala que no lo había matado. Los artesanos portugueses del templo lo alojaron en la corona de la Virgen. Y allí sigue todavía.
El 13 de mayo de 1917, en el pueblo de Fátima. A ciento veinticinco kilómetros de Lisboa, la Virgen María se apareció ante los ojos asombrados de tres chicos: Jacinta y Francisco Marto, de siete y nueve años, y Lucía de Jesús Dos Santos, de diez años. En octubre de ese año los chicos, que pasaron a la historia como los pastorcitos de Fátima, revelaron que la visión había aparecido sobre el tronco de una encina y que la Virgen les había hablado: les había aconsejado que rezaran y que divulgasen la noticia que, el 13 de octubre de ese año, dejaría en claro las razones de sus visitas con una señal en el cielo que todos verían. Los pastorcitos dijeron también que, desde mayo a octubre, la Virgen había aparecido todos los días 13 de cada mes, cerca del mediodía.
De manera que, para el 13 de octubre de 1917, cuarenta mil personas se habían congregado en Fátima, sobrecogidas por la fe. Llovía y el cielo estaba cargado de pesados nubarrones. Sin embargo, cerca del mediodía, la lluvia se detuvo, el cielo se abrió al sol y el día tornó a ser despejado, luminoso y azul. Los peregrinos gritaron “¡Milagro!” y nació así el culto a la Virgen de Fátima.
Pero los chicos guardaban tres secretos que les había confiado la Virgen. Tres vaticinios, tres predicciones, tres anuncios o profecías sobre el mundo por llegar y que, en esos días se debatía en los estertores de la Primera Guerra Mundial. Dos de los tres anuncios fueron revelados en su momento. El tercero permaneció secreto durante casi nueve décadas. Los chicos relataron que la Virgen predijo una visión del infierno "con nubes de humo que caían hacia todos lados entre gritos de dolor y gemidos de desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor", unas palabras que podrían asociarse a la Primera Guerra Mundial o incluso a la Segunda en 1939.
La segunda revelación de la Virgen también anunciaba:"la guerra pronto terminará pero si no dejaren de ofender a Dios, en el pontificado de Pío XI comenzará otra peor". La Segunda Guerra Mundial comenzó bajo el pontificado de Pío XII.
La tercera revelación, hecha el 13 de julio de 1917 en la Cueva de Iria Fátima, quedó en secreto. Y recorrió un largo camino. Lucia de Jesús Dos Santos entró en 1929 como monja de clausura de las Carmelitas de Portugal. Y escribió unos apuntes de la revelación entre 1941 y 1944, a pedido del obispo de Lieira. El documento, sellado y lacrado, fue enviado al Vaticano el 4 de abril de 1957 y entregado al Archivo Secreto del Santo Oficio.
Pablo VI sí leyó el contenido de aquel sobre lacrado junto al Vicario General de Roma, cardenal Ángelo Dell’Aqcua. El 27 de marzo de 1965, Su Santidad devolvió el sobre al Archivo del Santo Oficio con la decisión de no publicar el texto. Dos años después, se convirtió en el primer pontífice en visitar Fátima, en Portugal. Desde entonces, todos los papas han peregrinado al santuario de la Virgen: Juan Pablo II tres veces, en mayo de 1982, 1991 y 2000, Benedicto XVI en mayo de 2010 y Francisco en mayo de 2017.
Después del atentado de Agca y de su milagrosa recuperación, Juan Pablo II estaba convencido de que había sido la Virgen de Fátima quien le había salvado la vida. Se lo hizo notar, mientras se recuperaba de sus heridas, quien fue su secretario privado durante más de cuarenta años, monseñor Stanislaw Dziwizs: en sus brazos cae herido el Papa cuando los cuatro disparos de Agca, hechos un 13 de mayo, fecha de la aparición de la Virgen a los pastorcitos portugueses en 1917.
El 18 de julio de 1981, con el alta flamante dado por los médicos del Policlínico Gemelli, Juan Pablo II tuvo en sus manos el tercer secreto de Fátima. Recibió el documento de manos de monseñor Eduardo Martínez Somalo, un cardenal español que fue Camarlengo de la Iglesia Católica entre 1993 y 2007, el más alto cargo de la corte papal, y era, en 1981, Sustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano: un finísimo diplomático que murió en agosto del año pasado, a los noventa y cuatro años.
El documento que recibió el Papa Juan Pablo II con el tercer secreto de Fátima, contenía dos sobres: uno blanco, con el texto original escrito por Sor Lucía en portugués, y otro de color naranja con la traducción italiana del secreto. Recién el 11 de agosto, monseñor Martínez Somalo devolvió todo al Archivo del Santo Oficio.
Según el revelador documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, lo que sigue es lo que leyó el Papa Juan Pablo: un anticipo casi fotográfico, hecho sesenta y cuatro años, en 1917, y revelado en 1944, de lo que sería el atentado en San Pedro que debió ser mortal y no lo fue. El texto estaba firmado por Sor Lucía.
“Tercera parte del secreto revelado el 13 de julio de 1917 en la Cueva de Iria-Fátima.
Escribo en obediencia a Vos, Dios mío, que lo ordenáis por medio de Su Excelencia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria y de la Santísima Madre vuestra y mía.
Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano ziquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él, el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos en una inmensa luz qué es Dios: "algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él" a un Obispo vestido de Blanco "hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre".
En mayo de 1982, al año exacto del atentado contra su vida, Juan Pablo II fue a Fátima para agradecer a la Virgen el haberle salvado la vida.
En julio de 1981, con el secreto de Fátima en sus manos, Juan Pablo II decidió también guardarlo, aunque por pocos años. En 2000 volvió a Portugal y al santuario para beatificar a los dos pastorcitos Marto, Jacinta y Francisco. Entrevistó también a sor Lucía, que entonces tenía noventa y tres años (murió el 13 de febrero de 2005) y probablemente le haya confiado sus planes: revelar aquel secreto. Cuando terminó la ceremonia de beatificación, el secretario de Estado vaticano, cardenal Ángelo Sodano, anunció que el Papa haría público el tercer secreto de la Virgen de Fátima, tan bien guardado durante varios años.
Escribe tu comentario