No me gustan los violentos. Ni tampoco los especuladores, y mucho menos los políticos cobardes que para que no les quemen los containers o rompan las lunas de los comercios de sus ciudades pagan con dinero público "las sedes sociales" de estos, por la noche encapuchados y por el día mansas ovejitas solidarias con todo lo que vuele por el cielo y ensucie el sistema.
Está mal visto enfrentarse a estos tipos que, en la última semana, no han dejado dormir a los vecinos del barcelonés barrio de Gracia, uno de los más antiguos y encantadores municipios que el Decreto de Nueva Planta anexionó a la ciudad de Barcelona y que es un orgullo para la capital de Catalunya. Y ese mal de ojo a los que no nos gustan los antisistemas que queman y destrozan el mobiliario urbano se refleja fácilmente en los improperios que dirigen a los periodistas, a los que se les ocurre jugarse el tipo contando in situ lo que pasa, o defendiendo a los mossos, que cada noche tratan de impedir desmanes y saqueos.
A la alcaldesa Colau se le ha caído Gracia encima, como su antecesor Xavier Trias le acojonó el problema irresuelto de Can Vies. Y aunque ambos conflictos son diferentes, al final, el resultado operativo es el mismo: Barbarie urbanita e insultos a los que no compartimos la ley de la selva, que camina de la mano de una actitud política permisiva y farisea de quienes han sido elegidos para cumplir la ley y hacer que ésta se respete.
Si en un mismo día, los que manejan los dineros en el mundo nos dicen que Catalunya tiene la misma fiabilidad financiera que Nigeria o Bangladesh, el prestigioso diario The Guardian califica a la alcaldesa de Barcelona de la más radical del mundo y también un Fiscal acusa a su antecesor en el cargo, el ahora independentista Xavier Trías, de malversar fondos públicos al haber pagado con el dinero de todos la sede okupa que otro juez ordenó desalojar, creo que por mucho que a los catalanes no nos guste, debemos de reconocer que, como sociedad, hemos tocado fondo y que colectivamente andamos bastante perdidos. Solo nos faltaba que los que han incendiado Gracia pretendan intimidarnos y encima sus representantes políticos tengan en sus manos los presupuestos de la Generalitat para desengancharnos del resto de los españoles. ¿A qué espera esta élite en el poder corrupta y trasnochada para largarse de la vida política y devolvernos la normalidad perdida tras un utópico ‘Catexit’?.
Este periodista que les escribe, de momento, aunque le llamen facha los antisistema, proclama: Violentos no, gracias. Y a partir de ahí, reclama como contribuyente que el estado de derecho se defienda, sin dudarlo un instante, con la ley en la mano. Ni más, ni menos.
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