'La festa', un folletín del siglo XXI (Gaudí)
José Fola Igúrbide fue un personaje singular. Con formación matemática, se distinguió en el cultivo y didáctica de las ciencias exactas, pero alcanzó su popularidad en una actividad bien diferente: como autor teatral. A caballo entre los siglos XIX y XX y en plena eclosión del folletín, se convirtió en un fértil y exitoso cultivador de este género en su versión teatral. Muchos de sus melodramas se representaron exitosamente en el viejo teatro Apolo, barracón con vigas de madera que constituía uno de los escenarios predilectos del público popular. Yo no he conocido, claro está, a Fola, pero sí a Doroteo Martí, que representó en los años sesenta las versiones dramáticas de los folletines de Guillermo Sautier Casaseca con patios de butacas llenos hasta la bandera de un público entusiasta y participio como me fue dado constatar por ciencia propia.
Han pasado muchos años y el teatro ha evolucionado al compás de la misma sociedad por lo que este género, tanto en lo literario como en lo teatral, que se caracterizaba por utilizar temas de acusado dramatismo con el fin de excitar las fibras más sensibles de su audiencia, fue poco a poco desapareciendo y quedando no mucho más allá del recuerdo. Que resurgió de nuevo con ímpetu cuando acudimos al estreno de “La festa”, un texto de Gal Soler que María Clausó ha dirigido en el teatro Gaudí.
Definido como “tragicomedia que desnuda las verdades que subyacen en un mundo lóbrego, de negocios oscuros y envidias familiares”, diríamos que reúne los requisitos propios que caracterizaron el viejo melodrama. Los personajes son gentes perversas, con vicios, pecados y delitos que permanecen escondidos bajo una máscara de fingida respetabilidad, pero que circunstancias fortuitas ponen al descubierto revelando su espíritu turbio y cicatero y conduciéndolos inexorablemente a un final trágico.
No queremos decir más porque si no el lector perdería interés en ver esta función en la que Soler ha actualizado las viejas herramientas del género trasponiendo la situación y los personajes a la Cataluña actual donde ciertamente no faltan individuos y personajes análogos, algunos de los cuales podríamos citar con pelos y señales (el mismo título evoca ciertas fiestas que se celebraban y siguen celebrando en localidades catalanas y que son frecuentadas por personajes que darían pie a un melodrama como el de Soler) Montse Alcoverro, Silvia Aranda, Roger Pera y Gal Soler ponen voz y cara a estos siniestros especímenes y lo hacen con toda propiedad, lo que les obliga a acentuar el paroxismo de ciertas situaciones con desplantes, desprecios y hasta revolcones por el suelo. A todo ello cabe añadir un dato insólito: el tono de voz de todos los intérpretes fue perfectamente audible desde cualquier punto de la sala, circunstancia muy de agradecer y que no suele ser frecuente en los teatros actuales en los que impera el susurro.
A la noche de estreno acudió un público entusiasta entre el que se encontraba Joan Pera, padre de uno de los protagonistas y especialista en géneros teatrales muy diferentes a los de “La festa”. A juzgar por los aplausos que se oyeron este melodrama está llamado a tener una buena acogida de público. ¡Qué envidia hubiese tenido Doroteo Martí de haber podido levantar la cabeza!
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