El tema de la posible clonación humana en “Una còpia” de Caryl Churchill (Atrium)
La gran ventaja de las salas de pequeño formato es la posibilidad de ofrecer una programación con títulos que acaso hubiesen tenido menor acomodo en otro tipo de espacios escénicos. Sin embargo, resultan interesantes tanto por lo inédito, arriesgado o innovador de su temática, como por lo poco conocido de su autoría.
La verdad es que no ha estado muy presente en nuestros escenarios la obra de la inglesa Caryl Churchill. Y ello pese a que se trata de una autora veterana con una larga nómina de títulos de su creación que han tenido notabilísima repercusión.
Uno de ellos, A number, es el que escogió Raimon Molins para dirigir e interpretar, en compañía de Lluis Marco y sobre una traducción al catalán de Jordi Prat que ha optado por titularla Una còpia.
Dice Molins que “era un texto de aquellos que tenía guardado desde hacía unos años.
Un texto provocador por los temas que toca y por el tipo de escritura. Como siempre, aquello era sólo la punta de un iceberg y ha estado trabajándolo, y creo que todo el equipo estará de acuerdo conmigo en esto, que nos ha desafiado e hipnotizado bajo una propuesta contundente, profundamente madura y de enorme interés en la forma, el sentido y la experiencia teatral”.
El tema es nada menos que el de la clonación y, según parece, a Churchill se le ocurrió tratarlo a partir de las experiencias habidas con la oveja Dolly y con un gato, lo que abrió la correspondiente polémica sobre la eticidad de la posible aplicación de dicha técnica a los humanos y la subsiguiente identidad de los seres clonados.
¿Es posible, y es aceptable, asegurar la continuidad de la relación con el hijo fallecido en un accidente recurriendo a la clonación? ¿Puede evitarse que al recurrir a esta técnica se produzcan abusos y clonaciones indeseadas? ¿Y cuál es la identidad propia de él o de los individuos repetidos?
Interrogantes más que suficientes para reflejar en un texto dramático que, según Molins, “combina humor y drama”, y que, concebido para dos actores, uno de ellos debe asumir identidades diferentes.
Todo un reto que se resuelve muy satisfactoriamente con la contribución de Joan Rodón en la creación digital, Efrén Bellostes en el espacio sonoro, diseño y programación, Kike Blanco, en la escenografía y pantallas, Mattia Russo, en la iluminación y Claudia Manini como ayudante de dirección.
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