No puedo opinar sobre el coronel de la Guardia Civil Pérez de los Cobos, coordinador del operativo militar contra el 1-O. No puedo opinar porque lo que pienso sobre él no cabe en la Constitución Española de 1978. Y en España no hay democracia que permita libertad de expresión, ni separación de poderes que garantice que si yo opino mi opinión no sea utilizada por los militares, los políticos corruptos o los que mandan de verdad para hacerme la vida imposible como están haciendo a Pablo Hasel o Vaitrònic, por poner dos ejemplos de los muchos que hay.
En España se puede ser un ladrón, un violador, un agresor, uno que cumpliendo órdenes abre la cabeza a la gente... pero no se puede ser librepensador ni un pensador en libertad. Pensar está prohibido y expresar lo que se piensa en voz alta recibe automáticamente condena de prisión o cosas peores.
Las estructuras fascistas de poder que se construyeron en 1939, después de exterminar millones de personas que defendían la igualdad, la libertad y la solidaridad, continúan vigente. Mandan los hijos, los nietos, los conocidos o saludados de torturadores, "gente de orden", asesinos y criminales, y algún otro que se ha hecho rico explotando seleccionados o robando y por eso recibe el reconocimiento del grupo de los que mandaban y mandan. Ahora, el golpe de estado se llama 155 y se dibuja como supuestamente democrático. Todas sabemos que no lo es y en eso no insisto más. La democracia es el poder del pueblo, no el imperio de la ley, para que todas las leyes pueden ser -y muchas son- injustas y sólo escritas al servicio del mantenimiento de privilegios de reducidos grupos sociales.
Es por eso que no puedo opinar públicamente sobre Pérez de los Cobos cuando dice que, ante los hechos del 1 de octubre, "La ley está por encima de la convivencia". Sé a qué cuerpo militar pertenece, sé que hizo la mayoría de este cuerpo el 19 de julio de 1936, sé a qué se dedicó este cuerpo durante el franquismo, sé que en el paso de la dictadura real a la falsa democracia hacia de sus miembros fue cuestionado en las actuaciones que había tenido hasta ese momento, sé que la impunidad ha sido total durante todos estos años, y sé que en la actualidad si dijera cualquier cosa salvo alabanzas sobre las repugnantes declaraciones que ha hecho en el juicio sobre el 1-O donde ha hablado (no como investigado sino como testigo de la acusación en una muestra clara del mundo al revés) me llevarían ante un tribunal acusándome de delitos de odio (más mundo al revés).
Alguien dirá que hablo demasiado del pasado, masa de los años 30 del siglo XX, pero no lo hago, si me refiero es porque ahora no es mañana, aunque, sino un simple reflejo de ayer, un reflejo de quien ganó la guerra civil y quien nos quiere sometidos, callados, obedientes y no personas. Y no nos tendrá. Por ello, a pesar de no poder opinar ni decir, no dejaré de hacerlo, a pesar de saber que quien nos observa no sabe leer, no entiende ni falta le hace. Tiene, sólo, la fuerza que le da la violencia o la amenaza de violencia y ésta siempre ha sido pasajera, circunstancial y, en definitiva, nada.
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