Dejad los sermones fuera, que yo os arreglaré las calles

Alfred Bosch
​Presidente del Grupo de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona

Collboni cuela alfred bosch

Jaume Collboni, Ada Colau y Alfred Bosch en el Ayuntamiento de Barcelona


Teddy Kollek es, seguramente, el alcalde más popular que ha tenido Jerusalén en el último siglo. Kollek era un personaje que se dormía a los actos públicos, paseaba por la calle sin escolta y gobernó una de las ciudades más difíciles del planeta durante 28 años (de 1965 a 1993). El político se convirtió en un alcalde estimado y venerado. ¿Por qué? Para una idea tan simple como irrefutable: centrarse únicamente en la ciudad. Kollek sólo hacía una petición a sus conciudadanos: dejar los sermones y los dogmas fuera del despacho. A cambio, les prometía arreglar las calles y hacer que Jerusalén funcionara.


Desgraciadamente, en Barcelona hemos topado demasiadas veces con un gobierno que predica grandes sermones pero no soluciona los problemas de la gente. Un equipo que basa su acción de gobierno en dogmas pero que se ha visto incapaz de gestionar la ciudad. Lo hemos comprobado en multitud de ocasiones esta legislatura: el proyecto de funeraria pública, el tranvía por la Diagonal o la remunicipalización del agua. Todos ellos se han convertido en conflictos de trincheras; o estás conmigo o contra mí. Y, por más que se enarbola grandes banderas, con apriorismos ideológicos es extremadamente difícil hacer que la ciudad funcione.


El proyecto de funeraria pública es un buen ejemplo para captar la filosofía del gobierno actual. El equipo de Ada Colau insiste desde hace meses en la creación de una funeraria pública a partir del año 2020 que tendría 6 salas de vela. A pesar de la buena intención, desde el inicio insistimos en que este proyecto no haría ningún tipo de competencia a las empresas privadas y, por tanto, no conllevaría una rebaja de precios. A nadie se le ocurre pensar que, con 6 salas de vela municipales, se conseguirá un abaratamiento global de tarifas cuando las operadoras privadas gestionan un centenar de salas en la ciudad.


Frente al dogmatismo del gobierno, incapaz de variar ni un milímetro su postura, desde ERC hemos insistido en la necesidad de encontrar una fórmula inmediata para abaratar los precios de los enterramientos. Por ello, durante la negociación de los presupuestos forzamos que se aparque la obsesión por la funeraria pública y se pusiera el acento en ofrecer funerales a 1.800 euros a partir de junio. Esto era lo realmente urgente: evitar que despedir a un ser querido cueste más de 4.000 o 5.000 euros. Y evitarlo con efectos inmediatos, no con un proyecto que, con suerte, se implantaría a partir del 2.020.


Ya hace unos meses que ERC y el PDeCAT nos comprometimos a colaborar para garantizar la estabilidad política en Barcelona, y es por eso que llegamos a un acuerdo con el gobierno de la ciudad para abstenernos en la votación de los presupuestos y facilitar así su aprobación. Aparte del acuerdo para abaratar los entierros, hemos conseguido, entre otras medidas, que la tarifación social en las guarderías llegue a las clases medias de la ciudad, que ahora han visto como se incrementaban las tarifas.


Con un contexto favorable para la aprobación de los presupuestos, sólo era necesario que Colau hiciera el trabajo y negociara una abstención de sus ex-socios del PSC o el voto afirmativo de la CUP. Una vez más, sin embargo, el gobierno ha sido incapaz de llegar a un acuerdo con nadie, y volverá a aprobarlos a través de una cuestión de confianza. "Una filigrana legal pero nada democrática", decía ICV la legislatura pasada. Que por segundo año consecutivo Colau agarre a este mecanismo excepcional para sacar adelante los presupuestos es un síntoma claro del desgaste del gobierno.


Es necesario un cambio en la ciudad, un nuevo gobierno con capacidad para llegar a acuerdos más allá de peleas partidistas. Un gobierno con menos dogmas de fe y mejor gestión. Un gobierno que deje los sermones fuera y se dedique a arreglar calles. Barcelona lo agradecerá.

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