La advertencia de un psicólogo: "Las pantallas, para los niños..."
Julio Rodríguez asegura que es básico el tiempo lúdico
Cada vez más expertos coinciden en una advertencia clara: el uso de pantallas durante la infancia no solo no ayuda, sino que puede obstaculizar el desarrollo neurológico de los niños. Es lo que defiende el doctor en Biología, psicólogo y divulgador científico Julio Rodríguez, también genetista clínico en la Fundación Pública Galega de Medicina Xenómica (FPGMX).
Con motivo de la publicación de su libro Jugar por jugar, Rodríguez aborda la importancia del juego libre en el desarrollo infantil y lanza una alerta directa sobre el impacto de las pantallas.
“Se puede jugar con pantallas, sí, pero el verdadero juego tiene que darse en el mundo real. Jugar es explorar, medir tus límites, conocer al otro. Y eso no sucede detrás de una pantalla”, asegura.
Las pantallas no reemplazan la realidad
Numerosos estudios científicos respaldan su postura: las pantallas no reproducen la riqueza del entorno real, y esto tiene consecuencias en la forma en que los niños perciben, aprenden y se desarrollan. El cerebro humano, dice Rodríguez, ha evolucionado en contacto con otros seres humanos y con el entorno físico. Esa interacción directa, multisensorial y social es clave para un desarrollo saludable.
“El aprendizaje es más profundo cuando proviene de experiencias reales. La visión espacial, la percepción del entorno, los olores, la textura de las cosas… nada de eso lo proporciona una pantalla”, afirma.
Además, alerta sobre cómo las imágenes digitales pueden distraer la atención y alterar el proceso de aprendizaje, afectando la concentración y limitando la capacidad de los niños para relacionarse emocional y socialmente.
“La reacción emocional que genera la interacción real no tiene comparación. Un niño presta más atención a una persona real que a esa misma persona en una pantalla”, subraya.
Los videojuegos
En su libro, Rodríguez dedica un espacio a desmontar la idea de que los videojuegos puedan considerarse juego educativo. Argumenta que no sólo limitan la interacción social —“no te miras con el otro, miras la pantalla”— sino que también pueden tener efectos negativos sobre el estado emocional y psicológico de los menores.
“Los videojuegos pueden aumentar la hostilidad, la agresividad o el estrés, especialmente si incluyen contenidos violentos. Esto no es jugar. Esto perjudica al neurodesarrollo”.
El valor del juego libre
Frente a esta realidad, Rodríguez reivindica el valor fundamental del juego libre y espontáneo en la infancia. No se trata de seguir reglas estrictas ni de perseguir objetivos concretos, sino de jugar por el simple hecho de jugar. Según explica, el juego es una conducta biológica, instintiva, que está en nuestro código genético y que ha sido crucial para la supervivencia de la especie.
“Jugar es aprender. Durante el juego se desarrollan habilidades sociales, psicomotoras, simbólicas y cognitivas. Se fomenta la creatividad, la empatía, la inteligencia, el compañerismo”.
Rodríguez insiste en que los niños deben tener el máximo tiempo posible para jugar, tanto solos como en compañía. Incluso los adultos, considera, deberían seguir jugando más.
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