“Marilyn Monroe y las estrellas de Hollywood”: cómo una niña de orfanato se convirtió en actriz famosa
Tal y como los relatan en “Marilyn Monroe y las estrellas de Hollywood” (Suma de Letras) su infancia y adolescencia fue, pese a las circunstancias que hemos citado, relativamente feliz, incluso en su procoz matrimonio, aunque posteriormente descubriría que no todo había sido exactamente como ella lo había percibido y que en las motivaciones de su adorada madre adoptiva hubo también rasgos de hipocresía, cuando no de falsedad, o que tampoco su marido habría de ser capaz aceptar estar casado con una mujer famosa. La gemelas Beinert sitúan a la protagonista en el seno de la sociedad norteamericana en aquellos asendereados años de la segunda guerra mundial, sumamente tradicional y conservadora, con fuerte rezagos clasistas y, xenófobos y cuando el papel de la mujer estaba marcadamente ligado al hombre, al punto de que se suponía que su papel principal era el de ejercer como modesta, sumisa y entregada ama de casa y no podía aceptar trabajo alguno fuera del hogar sin la preceptiva licencia marital.
Alcanzar la fama en el mundo del espectáculo ha sido, es y será el sueño de miles de personas, algo que, en los años cuarenta del siglo anterior y por lo que respecta a cualquier muchachita soñadora que viviese en los Estados Unidos, se cifraba en la posibilidad de penetrar en los estudios de Hollywood para convertirse en estrella de cine. Este fue, también, el sueño de la adolescente llamada Jane Baker que, rescatada de orfanato, en el que había sido internada cuando madre biológica fue diagnosticada de una patología mental, recaló finalmente en una familia de adopción en la que encontró una nueva madre, Grace y una hermana, Bebe, con las que fue feliz. Pero todo se torció cuando el padre adoptivo encontró trabajo fuera de California y, según la legislación del Estado, Norma Jane no podía acompañarlos, sino que tuvo que reingresar en el hospicio, del que únicamente pudo salir cuando contrajo matrimonio con un tal Jim Dougherty a sus tempranos 16 años. Nadie hubiera adivinado entonces que, con el tiempo y la concurrencia de una serie de circunstancias fortuitas, alcanzaría la fama al punto de convertirse en una estrella indiscutible del firmamento cinematográfico.
Claudia y Nadja Beinert han reconstruido es etapa inicial de la vida de Marilyn Monroe que es, posiblemente, muy poco conocida y lo han hecho con maestría y verosimilitud. Tal y como los relatan en “Marilyn Monroe y las estrellas de Hollywood” (Suma de Letras) su infancia y adolescencia fue, pese a las circunstancias que hemos citado, relativamente feliz, incluso en su procoz matrimonio, aunque posteriormente descubriría que no todo había sido exactamente como ella lo había percibido y que en las motivaciones de su adorada madre adoptiva hubo también rasgos de hipocresía, cuando no de falsedad, o que tampoco su marido habría de ser capaz aceptar estar casado con una mujer famosa.
La gemelas Beinert sitúan a la protagonista en el seno de la sociedad norteamericana en aquellos asendereados años de la segunda guerra mundial, sumamente tradicional y conservadora, con fuerte rezagos clasistas y, xenófobos y cuando el papel de la mujer estaba marcadamente ligado al hombre, al punto de que se suponía que su papel principal era el de ejercer como modesta, sumisa y entregada ama de casa y no podía aceptar trabajo alguno fuera del hogar sin la preceptiva licencia marital. Todo ello en el contexto de una legislación en la que la mayoría de edad no se obtenía sino a los 21 años y prohibía ciertas prácticas íntimas incluso en el seno de la misma relación matrimonial; y de una sociedad blanca en la imperaba el racismo, que las autoras personifican en la persecución que sufrió el matrimonio Gonsálvez, vecino y amigo de Norma Jane, su espontánea valedora.
Norma Jeane/Marilyn tuvo la suerte de tropezar con tres ángeles tutelares: el fotógrafo de la revista de las fuerzas aéreas que le hizo las primeras fotos, gracias a las cuales pudo dar a conocer su palmito, la estirada señora Snively, directora de la agencia de modelos, que supo apreciar y optimizar sus cualidades fotogénicas e incluso interpretativas, y el productor Darryl Zanuck, al que habría conocido casualmente mientras ambos pescaban en el bosque y con el que se habría establecido una curiosa complicidad al explicar a aquella desconocida adolescente sus problemas matrimoniales, pero al que reencontró, convertida en rubia platino, como poderoso magnate de cine que supo ver en ella el inmenso atractivo que poseía frente a las cámaras.
Todo ello está narrado con imaginación supliendo las gemelas Beinert con elementos de ficción los detalles biográficos desconocidos, por lo que “Marilyn Monroe y las estrellas de Hollywood” es el relato novelado de cómo una ambición, favorecida por una serie de factores casuales y, sin duda también, por la existencia de una condiciones personales adecuadas a las que sólo faltaba que apareciese quienes fuesen capaces de valorarlas adecuadamente. Gracias a ello la tímida adolescente a la que salían manchan en la cara cuando se ponía nerviosa pudo cambiar una existencia que la habría condenado de por vida a ser una esposa/esclava como tanto otros millones de mujeres.
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