“Alan”, un drama musical sobre la disforia de género” (Condal)
Reseña de esta enternecedora obra de teatro basada en una historia real
El descanso semanal de los profesionales del espectáculo hace que las salas queden inoperativas algunos días de la semana, por lo que las empresas tratan de optimizar los medios disponibles programando para tales fechas obras alternativas cuyo montaje no estorbe excesivamente el título principal. La escenografía del musical de gran formato “La noche de los muertos vivientes. Live!” que se estrenó hace unos días en el teatro Condal es realmente muy compleja, pero un telón corrido permite invisibilizarla y aprovechar la parte delantera del espacio escénico para poner en marcha los lunes algún otro proyecto.
Tal es el caso de “Alan”, un drama musical cuya principal autoría es de Mateu Peramiquel, creador de música y letras de las canciones, director musical y coautor de la dramaturgia, mientras que esta última responsabilidad la comparte con Mar Puig, autora a su vez del guion propiamente dicho y codirectora con Cisco Miquel de la dirección escénica. Como puede verse, una obra que ha sido fruto del esfuerzo transversal de varios colaboradores estrechamente unidos entre sí.
Hemos definido “Alan” con dos palabras: drama y musical. Lo segundo, porque incorpora numerosas piezas interpretadas en directo por el propio Peramiquel y Compta- por los cuatro componente del reparto: Patricia Paisal, Ander Mataró, Vinyet Morral y Cisco Cruz. Y también es un drama porque el eje argumental constituye el relato de la evolución turbulenta, accidentada e incómoda que vive una persona adolescente afecta de disforia de género. Término cuyo significado quizá no todos recuerden pero que define la situación de ”angustia, ansiedad, depresión, tristeza, confusión, malestar, incomodidad, desagrado hacia el cuerpo -entre otras-, que muchas personas sienten cuando su cuerpo no corresponde con su identidad de género”.
Según se explicó al público, la obra está inspirada en una historia real y trata de poner de relieve la dificultad de desarrollar ese difícil tránsito en busca de la propia identidad de género, para lo que hay que enfrentarse a la incomprensión del ambiente circundante. En el caso que nos ocupa, no el familiar, pero si principalmente el escolar, en el que con frecuencia se manifiesta descarnadamente el nivel de crueldad a que pueden llegar los adolescentes.
“Alan” es un espectáculo aparentemente sencillo, pero esconde una complejidad derivada de la necesidad compatibilizar ambientes en un escenario parvo y reducido y exige además de todos los intervinientes, pero en particular de su protagonista, Ander Mataró, una interpretación dinámica con sucesivos y cambiantes estados de ánimo. Todo ello frente a un público que, al menos la noche del estreno en el Condal, estaba en buena medida y a juzgar por lo que vimos, sensibilizado por esta dramática situación, al punto de que algunos espectadores no dudaron en exteriorizar sin ambages sus reacciones más íntimas.
Como muchas historias reales, “Ander” no tiene una conclusión feliz. Pero como al público no suelen agradarle estos finales, los autores han incorporado una escena más en la que se busca un desenlace más esperanzador, decisión que cabe desde luego respetar, aunque parece ciertamente superflua.
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