Un incombustible Alonso deja a todos con la boca abierta: "Pensaba que era una locura que hiciera eso"

Los años pasan, pero Fernando Alonso sigue demostrando por qué es uno de los pilotos más respetados de la historia de la Fórmula 1. Aunque su monoplaza no le permite luchar por victorias, el asturiano saca oro de cada carrera, gracias a su instinto competitivo, su inteligencia táctica y una experiencia que, una vez más, dejó al mundo del motor sin palabras.

Durante el Gran Premio de Austria, Alonso protagonizó un auténtico manual de defensa en las últimas vueltas frente a un rival mucho más rápido. Su actuación no solo le permitió conservar su posición, sino que también sirvió como una clase en directo para las futuras generaciones del automovilismo.

Un coche limitado, pero una mente brillante

A pesar de pilotar un coche con serios problemas, Alonso logró una clasificación decente y se mantuvo en la pelea por los puntos. Pero lo más impactante llegó al final, cuando Gabriel Bortoleto, un joven talento representado por la agencia del propio Fernando, apareció con neumáticos mucho más frescos y un ritmo claramente superior.

Bortoleto había parado dos veces, mientras que Alonso optó por una sola detención. Eso se traducía en una diferencia de 17 vueltas en la vida de los neumáticos. El brasileño llegó a recortarle 10 segundos en solo 11 vueltas, colocándose justo detrás del asturiano a falta de dos giros.

Una defensa de genio: el DRS como arma ofensiva

Lo que parecía una batalla perdida, se convirtió en una lección de pillería táctica. En la recta principal antes de la curva 3, Alonso levantó ligeramente el pie del acelerador y permitió que Bortoleto le adelantase justo antes de la zona de detección del DRS. ¿El objetivo? Activar el DRS en la siguiente recta, recuperar la posición y neutralizar la ventaja de velocidad del Sauber.

Con esa maniobra, recuperó la delantera con mejor tracción, aprovechando la apertura del DRS para defenderse de nuevo en la curva 4. Fue una jugada pensada al milímetro, ejecutada con sangre fría y precisión quirúrgica.

El factor Norris: otra jugada maestra

Pero aún quedaba la última vuelta, donde Lando Norris, líder de la carrera, apareció para desdoblarse. Esto obligaba tanto a Alonso como a Bortoleto a dejarle paso, pero Fernando volvió a usar la situación a su favor. Se dejó adelantar justo antes del nuevo punto de detección de DRS, pegándose al McLaren para usar su rebufo y abrir el DRS una vez más.

La maniobra fue de altísimo riesgo. Alonso llegó a estar a escasos centímetros del coche de Norris, sin cometer el más mínimo error. Un contacto habría supuesto un escándalo, pero el bicampeón del mundo demostró por qué es un maestro absoluto del control.

La admiración de su rival y el legado del "carrerista puro"

Al final de la carrera, Gabriel Bortoleto, lejos de molestarse, se rindió a la grandeza de su maestro:

“Ha sido como si estuviera luchando por el Mundial. Sabía perfectamente dónde colocar el coche, cómo activar el DRS… Ha sido increíble cómo ha intentado incluso adelantar a Norris. No ha cometido ni un solo error. Se ha ganado esa posición con creces”.

Estas palabras resumen a la perfección lo que significa Fernando Alonso. Su compromiso, incluso cuando no hay podios en juego, su capacidad de exprimir cada centímetro del asfalto y su visión estratégica única lo convierten en una figura irrepetible del automovilismo. Lo suyo no es simplemente conducir: es leer la carrera como un ajedrecista, anticiparse a los movimientos del rival y mantener viva la lucha hasta el último metro.

A sus 42 años, sigue enseñando que el talento y la inteligencia pueden marcar la diferencia, incluso sin el coche más competitivo. Y lo más importante: jamás tira la toalla. Una lección impagable que quedará para siempre en la memoria de quienes aman este deporte.