En Gaza “la paz es el rato que discurre entre dos guerras” (Ayesterán)
El periodista Mikel Ayesterán explica en “Historias de Gaza” la trágica resistencia de un pueblo expulsado de su propia tierra
Mikel Ayesterán no es un periodista cualquiera, sino un profesional capaz de renunciar a la cómoda seguridad del trabajo en redacción para liarse la manta a la cabeza e ir a informar “in situ” y como “freelance” de lo que ocurre en Oriente Medio donde “la paz es el rato que discurre entre dos guerras”. En compañía de su mujer e hijos y a caballo entre Jerusalén y Estambul, ha conocido por ciencia propia el drama que ocurre diariamente y que ahora mismo tiene su peor expresión en la franja que separa Israel de Egipto. Lo explica con toda crudeza en “Historias de Gaza. La vida entre guerras” (Península) un testimonio sobrecogedor de la catástrofe humanitaria cuyos perfiles nos ayuda a comprender mejor.
Todo empezó hace más de tres cuartos de siglo. La historia negra entre israelíes y palestinos arranca lejanamente con la Declaración Balfour de noviembre de 1917 y de forma inmediata el 19 de noviembre de 1947 cuando la Asamblea general de la ONU aprobó la resolución 181 que recogía el plan de partición de Palestina. Se inició entonces una contienda sórdida e ininterrumpida entre un pueblo desposeído de su propia tierra y otro que intenta asentarse e ir ganando territorio. Dicho enfrentamiento, aunque discurre por distintos puntos de la geografía de Oriente Medio, alcanza ahora mismo el máximo clímax en Gaza. “Ocupa los titulares cuando estalla la violencia y desaparece cuando llega el alto el fuego. Las pausas suelen ser un paréntesis hasta el siguiente estallido… también queda en suspenso cuando suceden acontecimientos como las guerras entre Israel y Siria, los choques entre Israel e Hizbullá en Líbano, la primavera árabe que sacudió la región, el establecimiento del califato islámico en parte de Irak y Siria o la invasión rusa de Ucrania. Pero cuando Gaza ruge, todo lo demás calla”.
Ayesterán describe con gran viveza la difícil lucha de los palestinos, y en particular de los gazatíes, por su supervivencia. Su amigo Kayed, que le introduce por los vericuetos humanos de la franja, le explica que los del norte y la ciudad de Gaza son “gente dura y luchadora”, mientras que en Zeitún son famosos por su racanería y racistas con los refugiados; en Al Shati, pescadores, antiguos traficantes y tienen “malas pulgas”; en Nuseirat y Al-Balah, agricultores; en Jan Yunis, en parte urbanitas y en parte campesinos, pero no racistas; y en Rafah, contrabandistas, cuando no colaboracionistas. Un caleidoscopio complejo en un espacio territorial sumamente parvo.
El ininterrumpido expansionismo israelí ha provocado guerras y reacciones violentas, tales las reiteradas intifadas y el ataque terrorista de hace un par de años. El panorama que sufre una población que no ve salida alguna a su situación produce efectos desastrosos invita a los más jóvenes a implicarse a Hamas desde la infancia. “Un esencial del grupo que realiza su juramento ha interiorizado la doctrina esencial del grupo que plantea la victoria o el paraíso. Quien da un paso atrás acaba en el infierno”. Con un resultado aterrador: en los nueve primeros meses de esta última guerra se registraron entre 55.298 y 72.525 muertos. “Lo que veo desde el 7 de octubre -dice- es que no hay líneas rojas de ningún tipo… todo es objetivo militar”. Por cierto, con efectos incomparables a los dos lados de la verja, por lo que ”cualquier intento de igualar a los dos bandos supone una manipulación de un conflicto totalmente desproporcionado”.
En este contexto desarrollan su trabajo periodistas que tratan de superar infinitas trabas (la desconfianza y cautelas de los gazatíes y las dificultades que ponen la autoridades israelíes que han convertido la guerra en “espectáculo, en pasatiempo para una población que no sabe lo que es vivir en paz”) En este orden de cosas, acusa a Israel de dificultar el trabajo de los profesionales de la información bien bloqueando el acceso a la prensa internacional, bien haciendo que solo pueda ver la guerra de lejos, bien asesinando a los trabajadores de los medios locales. Y todo ello por una gloria efímera: “como freelance vales lo que vale tu última cobertura”.
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