¡Perseveramos, compañeras!

Núria Suero

Profesora de Ciencias Políticas en la UAB y feminista

Marie Curie
Marie Curie / Wikipedia Commons

 

A menudo se habla del empoderamiento de las mujeres como cuestión puramente individual. Nos dicen: ¡empoderate! Por todos lados y en forma imperativa, dejando implícito que si no lo estás es culpa tuya (¡otra vez la culpa!). Pero el empoderamiento es una cuestión colectiva. Depende de la consideración que tenemos dentro de la sociedad. Es imposible estar empoderadas si se nos considera menos inteligentes, menos capaces, menos divertidas, menos interesantes, siempre menos. Es imposible estar empoderadas si nuestros cuerpos son mercancías que se compran, venden o alquilan, si nos violan y asesinan impunemente. Es imposible estar empoderadas si nunca se nos considera brillantes y siempre cargadas de defectos.

 

Alguien me dirá: en el siglo XXI esto ya no es así. Ya hemos conquistado todos los espacios y somos formalmente iguales. Ciertamente, la lucha feminista ha logrado grandes victorias. Ganadas con dolor, sufrimiento y valentía. Pero la larga opresión de las mujeres sigue en todos los aspectos de nuestras vidas. A menudo, en formas menos evidentes. Poniendo un ejemplo (de los muchos que podríamos escoger): el mundo académico.

 

Históricamente las mujeres han sido vetadas del acceso al conocimiento. Se ha promovido nuestra ignorancia por evitar nuestra emancipación. Así, Aristóteles ya teorizó sobre la inferioridad intelectual de las mujeres. Las mujeres tenían prohibiciones de acceso a la Universidad. Mujeres que llegaron a ser grandes científicas tuvieron que luchar contra estas trabas que les impedían estar en un sitio hostil, que no era para ellas, donde no eran bienvenidas. Marie Curie es un ejemplo. Esta realidad hoy sigue existiendo en países como Afganistán pese a la impresionante lucha que están librando las afganas.

 

En nuestra casa, me diréis, no es así. Las mujeres son doctoras, profesoras universitarias, investigadoras y catedráticas. Sin embargo, si observamos los datos vemos que las mujeres somos mayoría en los grados universitarios pero la presencia de las mujeres va disminuyendo progresivamente en los escalones más altos de la carrera académica hasta llegar a ser tan sólo el 23% de catedráticas. ¿Qué nos dicen estos datos (la famosa gráfica de tijeras)? Que las mujeres sigamos siendo expulsadas del mundo académico, de la investigación, del pensamiento. Simplemente desaparecemos. O nos desaparecen. Las consecuencias son nefastas: la exclusión de nuestra visión del mundo, de nuestras realidades, de nuestras experiencias. Implica un empobrecimiento del conocimiento y de su adelanto.

 

Por eso hoy seguimos haciéndonos nuestras las palabras de las pioneras que lucharon por estar presentes en estos espacios. Como decía la propia Marie Curie: hay que perseverar, perseverar, perseverar. Y hay que seguir empujando por hacer políticas de igualdad efectivas que nos permitan estar allí donde hemos sido históricamente expulsadas.

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