En épocas ancestrales, la monogamia parece ser poco rentable. A las mujeres no les convenía depender de un solo cazador ni a los hombres abastecer a una sola hembra. El descubrimiento de la conexión entre sexo y procreación transforma profundamente las relaciones entre los sexos, surgiendo la fobia masculina en el adulterio y originando la subordinación forzosa de los intereses de las mujeres a los de los hombres. Con el sedentarismo aumentan las posibilidades de reproducción y las mujeres quedan relegadas a la procreación.
Así nace la división sexual del trabajo y la necesidad de los hombres de dominar la sexualidad femenina para asegurar la perpetuación de sus genes. La mujer comienza entonces a ser considerada propiedad privada, primero del padre y después del marido, surgiendo así el patriarcado, que con el tiempo crea un orden simbólico de superioridad del hombre sobre la mujer utilizando los mitos y la religión, que asume como orden institucional y lo mantiene hasta la fecha inalterable, basándolo en creencias y dogmas.
En la actualidad existen distintos grados de opresión patriarcal que guardan un paralelismo ideológico, pero sustancialmente distintos dependiendo del desarrollo de cada sociedad, con una mayor o menor aceptación y respeto a la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”.
El término democrático "equidad entre los sexos" hace referencia a los derechos humanos ya la justicia social. Conlleva identificar las necesidades específicas de las mujeres y poner en marcha medidas para conseguir la igualdad entre los sexos en términos de derechos, beneficios, obligaciones y oportunidades.
Discriminación por razón de sexo es toda distinción, restricción o exclusión basada en el sexo, que llegue a menoscabar o anular el reconocimiento o ejercicio de las mujeres de sus derechos humanos y libertades fundamentales.
La penalización del aborto vigente en Andorra es una discriminación por razón de sexo y va en contra de la equidad y los derechos fundamentales de las mujeres. Las mujeres exigimos el derecho a decidir libremente sobre el propio cuerpo sin tutelas de un Estado condicionado todavía por creencias religiosas patriarcales, dogmáticas y muy distanciadas de la ciencia, la razón y la democracia.
Hoy en día 8 de marzo queremos levantar la voz para reclamar los Derechos Humanos de las valientes mujeres de Irán, que están sufriendo envenenamientos en las escuelas y estando siendo asesinadas para quitarse el pañuelo de la cabeza, por las mujeres de Afganistán a las que impiden trabajar y acceder a la educación para que sean sirvientas de los hombres, por las niñas que son cada día mutiladas en todo el mundo para dominar su sexualidad, y por nosotros mismas, las mujeres de los países que se consideran democráticos, pero que no son verdaderas democracias, porque nos discriminan y oprimen por razón de sexo, a pesar de que va contra sus propias Constituciones.
Reclamamos compartir los cuidados, salarios iguales sin diferencias por sexo, superar el techo de cristal y el suelo pegajoso, y en resumen, tener los mismos derechos reales y oportunidades que la otra mitad de la población, los hombres.
Y todo lo anterior, no podemos conseguirlo sin la abolición del patriarcado que nos oprime. El patriarcado es un orden social a superar porque por su naturaleza entra en contradicción constante con la democracia.